jueves, 1 de noviembre de 2012

El Vigilante (1): Un duchazo de placer

El día que Marcos salió del Ejército, su familia decidió que se haría una gran fiesta, y se invitaría a todo el pueblo. Él acababa de cumplir los 19 años y había regresado convertido en alguien irreconocible: cuerpo recio, amplio y atlético, con musculatura bien formada sin ser masivo como un culturista, cabello corto, y un par de centímetros más de estatura – metro 75. Antes de enrolarse, el chico trigueño de cabello lacio, ojos negros, rostro agradable (al punto que una de sus profesoras dudara que fuera campesino) iba a la escuela por la mañana, y el resto del día combinaba las tareas estudiantiles con ayudar a su papá en su chacra. Era el último de cinco hermanos y dos hermanas. Se corrió la invitación por la emisora parlante, y esa noche, casi todo el pueblo, compuesto por unas doscientas personas, asistió. Aunque Marcos rió con los amigos, bailó con las chicas y saludó cortésmente a todo quien asistió, le creó una mala espina a su papá. - M’hijo no toma ni mierda. - Durante su instrucción militar, Marcos había sido formado como comando, por lo que su sentido de alerta estaba al máximo. Sus reflejos eran tales, que salvó a una de sus tías, a la que casi le cae un cuadro con fotos en la cabeza, y hubiera finalizado la fiesta trágicamente, porque el marco era de metal. - Santos, su primo de 29 años, tampoco bebía la helada cerveza, porque estaba enfermo. - Tengo que irme a Chiclayo a tratarme. - ¿es grave? - Más o menos. Justo me voy pa’que me vean los doctores. - ¿Y tu chacra? - D’eso te quiero hablar, primo. - Marcos dudó, y de pronto su mirada se fijó en un joven que no había visto antes. Era un muchacho bien peinado, vestido con camisa y jean, rostro agradable y angelical, contextura promedio, que hablaba animadamente con la madre de Marcos. - ¿Lo conoces, santos? - Ah… es Lichi, el catequista. - ¿Cuándo llegó? - Será cuestión de tres meses. Está preparando para la Primera Comunión. - La madre de Marcos notó la mirada escrutadora de su hijo, y se acercó con su interlocutor para presentarlo. - Marquitos, él es Lichi. - El catequista, ¿no? Mucho gusto. - El gusto es mío. - Marcos estrujó la mano suave de Lichi, y sintió una extraña electricidad recorriendo su cuerpo. A pesar que toda esa semana hizo esfuerzos por encontrar a Lichi, no tuvo éxito. Estaba intrigado por aquel muchacho, y él mismo estaba extrañado por ello. De todos modos, trabajó en la chacra de su padre, y estuvo pensando varias veces si aceptaba la oferta de quedarse en la de su primo santos. Las dos veces que le tocó el tema, su respuesta había sido la misma: no quería dejar solos a sus viejos, porque sus hermanos mayores ya no estaban o vivían en la ciudad. Su fortaleza muscular garantizaba su alto rendimiento en las labores de campo. Regresaba de la chacra, el sábado siguiente a su fiesta, cuando vió que alguien bajaba unas cajas grandes de cartón de uno de los colectivos. Corriendo, fue a ayudar. - Gracias. Muy amable. - Bajo la gorra de Pitufo Gruñón, reconoció a Lichi. - De nuevo, Marcos sintió una indescriptible emoción. - Le ayudó a llevar las cajas hasta la capilla del pueblo. - Lichi se deshizo en agradecimientos. Marcos actuaba raro. Cuando Lichi terminó de dar la sesión de ese día, Marcos estaba en la puerta de la capilla, luciendo un polo deportivo, un short –ambos tan ceñidos, que le marcaban su atlético cuerpo y, en especial, el notorio paquete- y unas zapatillas azules de tela. Estabanocheciendo, y el catequista acababa de despedir al último de los niños. - ¡Marcos, qué gusto! ¿Y cómo estuvo el partido? - Ganamos. ¿Ya te regresas? - No. Pasaré la noche aquí. Tengo que organizar el material que traje… ¡y es mucho, por Dios! - Si… quieres, te ayudo. - ¿En serio? ¡Vaya! A eso le llamo Providencia Divina. - Detrás de la capilla, había un cuarto que se usaba como sacristía, y dormitorio, con una cama plegable de una plaza, y un baño completo, algo que no era común en el resto de casas. - En cuestión de una hora, toda la papelería que Lichi había traído estaba en su lugar. Mientras hacían ese trabajo, Marcos conoció que el catequista tenía 21 años, que había iniciado estudios en el Seminario, pero los frustró porque descubrió que no quería ser religioso, que había comenzado a estudiar Educación, y que estaba de vacaciones. - Lichi pudo conocer que Marcos fue al ejército, que se preparó como comando, y que fue uno de los mejores de su promoción. Nada más. Aún así, no podía explicar también por qué sentía cierta sensación de bienestar con este recio hombre. ¿Es esto simpatía o… atracción? - A Dios gracias, terminamos Marcos. - ¿Dónde comerás? - Donde la señora Bertha. Pero antes debo bañarme. Estoy pegajosísisimo. Hace mucho calor acá. - ¿Te traigo agua? - No es necesario. Ya bombeé. Me bañaré aquí. - ¿Tienes… ducha? - Claro. Ahí está el baño. Entra a ver, si quieres. - Marcos entró, no a ver el baño, sino a pensar en el siguiente paso. Desde la puerta, se asomó. - Acá no hay duchas. - Sí. Lo sé. ¿No tienes en tu casa? - No. Me baño en el canal. - Mmmmm… oye, si quieres… puedes bañarte aquí. - ¿En serio? - Sí. Con toda confianza. Estás en tu… capilla, jajajaa. - Lichi se sacó los zapatos y en pocos segundos oyó el agua aspersada sobre el piso de losetas, pues Marcos no había cerrado la puerta. Sintió la tentación de espiar, pero se contuvo. No la quería cagar el primer día. Nada que hacer: era atracción. - Deberías venir. Está de la puta madre. - En la puerta del baño, Marcos apareció desnudo por completo. La ropa no engañaba: pectorales marcados, abdominales bien trabajados, brazos y hombros anchos, muslos y pantorrillas voluminosos, venas marcadas por casi todo el cuerpo… y rodeado de una leve mata de vello púbico, un pene ni grande ni pequeño, y unos testículos que bailaban como badajos. - Ehhhh… después de ti. - ¡No, huevón! ¡Ahorita! - Marcos reingresó. Lichi lo pensó casi un minuto… - Marcos se estaba enjabonando todo el cuerpo. - Hazme espacio. - Lichi, completamente desnudo, abría la cortina, y Marcos se hacía a un lado. El catequista trató de asumir que era una costumbre de cuartel, pero en aquella penumbra, el roce de los cuerpos fue inevitable. Por más que pudo, Lichi no contuvo su erección. Sus 17 centímetros se pusieron duros. Rezó para que el cuerpón no se diera cuenta. - Te jabono la espalda. - ¿qué? - Te jabono la espalda. - Ya. Hazlo. - Mientras Marcos sobaba el jabón, Lichi sentía un intenso cosquilleo. - Voltéate. - Es que… - No tengas miedo. - Marcos tomó a Lichi de los hombros y lo hizo girar. De pronto, ambos penes estaban chocando. Marcos abrazó a su compañero de ducha. - No me tengas miedo. - Bajo el agua, ambos se besaron en la boca. Y aprovechando al jabón como lubricante, se acariciaron sin cesar. - Lichi jadeaba de placer sintiendo el firme físico de Marcos, y éste apreció igual condición en el muchacho, en especial sus nalgas, redonditas, lampiñas y duras. - Marcos besó el cuello de Lichi, y los gemidos comenzaron a llenar el baño. - Me vengo, Marcos. - El semen caliente del catequista se derramó sobre el vientre bajo del exsoldado, quien arrimó al chico a la pared, y comenzó a mover su pelvis con fuerza. Varios minutos después, y dando un rugido, Marcos liberaba su leche. - Los dos se abrazaron con fuerza. - Esto fue increíble, Marcos. - Me gustas, huevón. - Tú también. Ni en mis fantasías. Te lo juro. - Ambos penes perdieron rigidez, el agua seguía cayendo con menos fuerza. Ambos chicos seguían abrazados. (Continuará…) Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com, búscanos en Facebook, o comenta aquí.

1 comentario:

  1. muy interesante historia, sobre todo muy biem ubicada en el contexto del lugar,...como si fuera una narracion real..de alguien q vivio una experiencia asi, motiva ah identificarse con los personajes en sus temores y luchas internas, muy intensa......(.luis fabian)

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