Temprano al día siguiente, Marcos se presentó a la empresa de vigilancia. No fue necesario que Ricardo lo llevara. Su memoria fotográfica le permitió no sólo llegar, sino hasta cortar cammino.
Cuando alcanzó la puerta de la oficina del jefe, le llamó la atención que no hubiera resguardo. La figura de Rutilio lo desanimó el día anterior, pues pensaba que todos los vigilantes de la empresa tenían ese biotipo mastodóntico.
Tocó la puerta, y el mismo jefe le abrió.
- ¡Marcos, qué temprano!
- Buenos días.
- El jefe lo hizo sentarse, recibió y leyó atentamente sus papeles y certificados, y le comenzó a explicar los detalles de su primera misión: resguardar la puerta principal de una fábrica camino al Bajo Piura. Le expuso todo el protocolo de seguridad, los objetivos del cliente, y sus condiciones laborales.
- ¿alguna pregunta, Marcos?
- Ese procedimiento no es seguro.
- ¿Cuál?
- Marcos corrigió uno de los diagramas del protocolo de seguridad que le mostró el jefe, quien, lejos de molestarse se sorprendió, sonrió y le dio una palmada en sus firmes y redondos hombros.
- Excelente, hijo. ¿Cómo nos olvidamos de ese detalle? Eres mejor de lo que me contó Ricardo. Ahora, veamos tu uniforme.
- El jefe se levantó y abrió un armario donde habían varias camisas beige y pantalones marrones, además de botas militares. Seleccionó algunas prendas y las alcanzó a Marcos.
- Pruébatelas al toque.
- ¿Aquí?
- Sí, hijo. Aquí. Olvídate del roche. No eres el primer trabajador en calzoncillos que veo.
- Marcos dudó dos segundos, y se quitó su polo ceñido, el jean algo suelto, y se quedó sólo con un slip que le marcaba el culo y el paquete. El jefe no pudo evitar verlo así, aunque más que verlo, lo contemplaba . sin dejar de ser recio, Marcos tenía cierta dulzura muy diferente a la de Rutilio.
- Marcos se probó un par de camisas, y la segunda era la que le calzaba. En el caso del pantalón, el primero fue el correcto. Igual, las botas. Ya uniformado, el jefe lo llevó a otro cuarto.
- ¿sabes manejar estas pistolas automáticas?
- Sí, señor.
- En media hora vendrá la movilidad. Prepárate para comenzar ahora mismo.
En la puerta de la fábrica, Rutilio terminó de ponerlo al corriente. Marcos tomó su posición y comenzó a atender a la gente que visitaba a diario la instalación.
A eso de las nueve, un chico con ropa de vestir se acercó a Rutilio para ver unos papeles.
- ¿Y ese chico?
- Mi nuevo compañero.
- ¡Vaya! Parece que tu jefe está contratando puro escort.
- Ya, ya, no jodas, mierda. Ya te dije que eso… chitón.
- Ay, Ruti… ese chico tendrá cara de angelito, pero se nota que es arrecho.
- Como yo, ¿no?
El empleado miró a Rutilio, sonrió discretamente, terminó de ordenar unos papeles, y se despidió.
- a las diez llega el joven Javier. Atento con su auto. No querrás que te boten por rudeza.
Javier era un joven de 25 años, simpático de rostro y de carácter, delgado formado, alto, tez clara, y un cuidado cabello ensortijado.
Acababa de graduarse de una prestigiosa universidad limeña, y venía a encargarse de una de las oficinas de la fábrica, por recomendación de su padre, quien prefería tenerlo bajo control en Piura, que descarriado en la capital.
Aún así, Javier se las ingenió para independizarse y vivir solo en un apartamento cerca del Hospital Regional.
A las nueve de la mañana, se acababa de despertar. Sonó su intercomunicador.
- ¿Sí?
- Soy Leo. Quedamos ayer.
¡Ah, cierto! Sube.
Un par de minutos después, un chico blanco de cuerpo más que atlético, pero no culturista, apareció en la puerta. Vestía un polo alicrado y jean algo ceñido. Javier se fijó en sus ojos claros y lo recorrió con la mirada hasta los pies.
- Eres mejor de como te describías en ese perfil.
- Bueno. Tú dirás.
- Javier se acercó para abrazarlo, pero el chico lo retuvo cortésmente.
- El pago es por adelantado.
- Javier sacó 100 soles y se los dio.
- No tengo vuelto.
- Te estoy contratando por dos horas.
- “Leo” recibió el dinero y abrazó a Javier. Se besaron profundamente en la boca, y comenzaron a desvestirse.
- Bajo la ropa, el escort tenía un cuerpo evidentemente formado en el gym, tapizado de vello, sus nalgas eran pronunciadas, y su paquete flácido era prominente.
- Javier se arrodilló para bajar el boxer, y el miembro aún blando se liberó. Lo acarició un poco, y abrió la boca para comenzarlo a chupar. “Leo” resguardó su glande y dejó que Javier le lamiera y chupara el resto del pene y los velludos testículos.
- La verga de “Leo” fue creciendo y endurándose hasta alcanzar 19 centímetros de largo y casi 14 de ancho.
- ¡Wow, baby! Esta pinga está más que jugosa.
- “Leo” se puso un condón.
- Ahora sí, trágatela toda.
- Javier comenzó a meterse el falo en su boca tanto como pudo, pero apenas si consiguió tragarse la mitad de él.
- Minutos más tarde, ya desnudo, “Leo” comenzó a besarle y acariciarle la espalda, generando un placentero cosquilleo. Se negó a hacerle beso negro, y a cambio, le embadurnó el ano con lubricante y comenzó a meterle la pinga.
- Javier comenzó a jadear desaforadamente, aferrándose al forro de su fino sofá. “Leo” bombeó tan fuerte como pudo, haciendo que su cadera sonara al chocar con las nalgas de su cliente, para luego disminuir la velocidad. Y es que como todo escort que se respete, lo que quería hacer era retardar lo más posible su eyaculación. El condón con retardante haría el resto.
- Al comenzar la segunda hora del trato, Javier llevó a “Leo” a su todavía destendida cama, y así acostados, siguieron fornicando.
- A la media hora de eso, “Leo” no resistió más, sacó su verga, el forro y las dio sobre el abdomen y pecho de Javier, quien se masturbó e hizo que la leche sobre su cuerpo se incrementara.
- No había terminado de eliminar la última gota de semen, cuando sonó su celular.
- ¡Mierda, mi viejo!
A mediodía, Javier apareció en la fábrica. Mientras Rutilio inspeccionaba el vehículo, el hijo del dueño no le quitaba los ojos a Marcos, a distancia, en la otra cabina de vigilancia.
Cuando Marcos sintió la mirada de Javier, bajó la visera de su gorro y le sonrió en gesto de saludo. Javier sonrió plenamente, como nunca antes…
- Joven… ¡joven! Puede seguir.
- ¿Qué dices? ¿Cómo?
- Que puede seguir. Su estacionamiento es el de Gerencia, allá a la derecha.
- Ya era hora. Ojalá la siguiente sea más rápida.
- Disculpe. Buenas tardes.
A la hora del almuerzo, Marcos y Rutilio se turnaron para no dejar la puerta sola. Cuando Rutilio relevó a su compañero, no pudo evitar comentarle la incidencia con el joven Javier.
- No es por nada, Marquitos, pero para mi, que ese chico le entra a la huevada.
Marcos sonrió levemente y meneó la cabeza, negando.
- Vine a chambear.
- Como digas, pero si eso asegura tu futuro, no pierdas la oportunidad.
(CONTINUARÁ…)
Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com, búscanos en Facebook o deja tu comentario aquí.
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