miércoles, 6 de marzo de 2013

El Vigilante (19): Una nueva oportunidad

Hunks of Piura

Escrito y creado por Hunk 01

 

Leandro y Marcos conversaron en el ahllcito donde la clientela esperaba su turno en la peluquería. Eran casi las once de la noche. Armando seguía peinando sus extensiones al fondo del salón.

- ¿Trabajar contigo?

- Como mi asistente personal, con beneficios y todas las de la ley.

- Pero, ya me comprometí a representar al Hair Cut spa en el Mister Bodybuilding.

- eso se puede arreglar. Tranquilo.

- Pero, yo quiero concursar.

- Y lo harás. Te ayudaré con eso.

 

A la mañana siguiente, Marcos fue hasta una oficina en Castilla. La fachada tenía cristales oscuros y rejas negras. Dio su nombre y pasó.

Leandro estaba en una linda oficina: paredes crema claro, algunos cuadros, una amplia ventana a la calle, un juego de muebles de cuero negro.

- Gracias por venir. Lo primero que haremos es el papeleo para que entres por lo legal. ¿Trajiste tus documentos?

Marcos le entregó una carpeta de cartón. Leandro le indicó que vaya a otra oficina a ingresar su expediente.

Al llegar al otro ambiente, una secretaria lo atendió con amabilidad. En otro escritorio, estaba un chico sentado frente a una computadora. Marcos lo miró para saludarlo. El chico le contestó con frialdad.

Regresó a la oficina de Leandro. Los dos se sentaron en el sofá de cuero.

- Bueno, Marcos. Puedes comenzar mañana, si lo deseas.

- ¿Y por qué no ahora?

- Tengo que mandar a ver tu uniforme. Todos los empleados lo utilizan.

Marcos se extrañó. Para él, un uniforme era siempre una ropa de seguridad, pero lo que vio fue a las chicas de sastre, y los chicos con camisa, corbata y pantalón de vestir. Todos cargaban gafetes en el pecho.

Leandro puso su mano en la recia pierna de Marcos.

- Descansa hoy. Mañana sí te quiero aquí desde las ocho.

La mano de Leandro comenzó a acariciar la pierna de Marcos. No se incomodó. Ambos sonrieron.

Leandro dirigió su mano al redondo y amplio hombro del vigilante, luego el trapecio, luego la nuca, el corto cabello. Marcos y Leandro se besaron en la boca. Ahora las manos de ambos recorrían todo sus cuerpos.

Leandro levantó el polo a Marcos y comenzó a palpar su masivo y duro torso, mientras se quitaba la corbata; Marcos fue desabotonándole la camisa. Leandro  pugnó por abrir el apretado jean a Marcos, quien no tuvo problemas en hacer lo mismo con el pantalón de Leandro.

El nuevo jefe del excomando se arrodilló sobre el suelo alfombrado, abrió las piernas a Marcos y se puso entre ellas, le bajó el slip, lo que hizo que la pinga saltara. Comenzó a chuparla. Marcos se acomodó mejor en el sofá, cerró los ojos y disfrutó el sexo oral.

Tras varios minutos de chuparla, Leandro se puso de pie, sacó un condón de una gaveta, lo abrió y se lo puso a Marcos.

- Párate.

Marcos obedeció. Leandro se bajó su boxer CK, y se acostó boca abajo sobre el sofá. Marcos se acostó encima de él, le paró el culo y le fue metiendo la pinga despacio. Luego, sin cambiar de pose, lo bombeó más fuerte cada vez, mientras lo besaba en el cuello y la parte superior de la espalda. Hacía semana y media que no tenía sexo.

Más tarde, Leandro se puso boca arriba, levantó sus piernas. Marcos se arrodilló sobre la alfombra, y volvió a meterle verga.

Se vaciaron casi al mismo tiempo. Había transcurrido media hora de un sexo diferente.

 

Marcos regresó a casa de Ricardo con las buenas nuevas. De hecho, su primo lo estaba esperando para saber e ir a entrenar juntos. Regresaron a cocinar, y descansaron toda la tarde… juntos, calatos, en la misma cama, tras masturbarse mutuamente frotando sus cuerpos: pene contra pene, pene contra culo. Nada de penetración, aunque sí muchos besos. Se vaciaron dos veces.

 

En el nuevo trabajo de Marcos, el chico que lo saludó fríamente entregó unos discos a un pata moreno, alto, fornido, de unos 35 años, cabello corto peinado hacia atrás, barba en candado.

- Tu ex ya consiguió nuevo agarre.

- Un tal Marcos. Es uno de esos cachaquitos que se prostituyen.

- ¿Lo conoces?

- No. Pero si revisas su expediente, llegarás a esa conclusión.

El moreno colocó uno de los discos en su computadora y esperó que cargara. Mientras ello pasaba, se levantó de su silla anatómica, y fue a abrazar a su asistente. Lo besó intensamente, como solía hacerlo.

- Carajo, Fabián, ya la tienes dura.

- ese culo que te manejas, Mario, me pone loco. Peladito, suavecito, durito.

Se besaron de nuevo. Las manos de Fabián, el moreno fornido, recorrían el culo de Mario, un chico de 25 años, trigueño, metro 70, contextura normal, fanático del fútbol, que procuraba jugar, al menos, tres veces a la semana. Cero vicios.

De pronto, el asistente reaccionó azorado.

- ¡Mira eso!

Fabián volteó a ver el monitor de su desk-top: era Marcos cachando a Leandro en su oficina.

 

Esa noche, Leandro pasó por casa de Marcos. Le llevaba su uniforme. Ricardo se deshizo en atenciones. Cenaron los tres. Esa noche, Leandro y Marcos la pasaron juntos. Repitieron la pose de la oficina, piernas al hombro, caballito, patada al aire, hasta se las ingeniaron para hacer un salto del tigre.

Marcos cumplió. Pudo exprimirse su leche tres veces casi seguidas.

Cuando amaneció, antes de las siete, los dos se fueron hasta el departamento de Leandro, en Los ejidos. De ahí fueron al trabajo. La chamba de Marcos era relativamente fácil: cuidar a Leandro, hacerle algunos mandados, ser su chofer y acompañante, si hubieran reuniones sociales.

Cuando Fabián lo conoció en persona, fue imposible que ocultara su sonrisa pendeja. Cuando Leandro y Marcos salieron, ingresó Mario.

-          Ahí va el cachaquito escort.

-           Tranquilo, Marito. No le auguro más que un par de semanas, como le ha pasado con los últimos tres.

-           Cuatro.

-           Tres, cuatro. La misma huevada. Nadie le llenará el culo como lo hice yo.

-          Mario se puso serio.

-           ¿Por qué mierda dices eso?

-           Ya, no me hagas esas escenas. Sabes que ahora estoy contigo. Lo de Leandro ya fue… al igual que su… Marcos.

 

Ese primer día, Marcos regresó a casa como a las seis. Por momentos, parecía estar rememorando su chamba de la fábrica, sólo que aquí no tenía que controlar a otra gente. Aunque eso es lo que quería Javier que hhiciera para él. “algún día le llevaré flores”, pensó.

De pronto, apareció Lidia. Tenía los ojos rojos. Se metió de inmediato a la cocina.

Detrás venía Ricardo. Se sentó junto a Marcos. Se le notaba apesadumbrado.

Marcos lo interrogó con la mirada. Ricardo habló, con voz apagada.

- La cojuda está embarazada.

 

(CONTINUARÁ…)

 

©2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Contacta al autor: hunks.piura@gmail.com

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