miércoles, 13 de marzo de 2013

El Vigilante (20): Sospechoso

Escrito y creado por Hunk01

 

La noticia del embarazo de Lidia enrareció el aire en casa de Ricardo, mejor dicho, lo enfrió. Ambos se trataban con cierta distancia. Marcos estaba incómodo, por lo que esa primera semana de trabajo procuró estar más tiempo entre la oficina, la casa de Leandro y el gimnasio.

De hecho, el fin de semana entre esos días lo pasó entero con su nuevo jefe. Por momentos, seguía teniendo la reminiscencia de sus romances anteriores. El de un mes con Lichi, y el de 12 horas con el finado Javier.

Leandro notó algo raro en Marcos, mientras lo besava, aún vestido, en su cama. Su nuevo amante se lo contó todo.

-          Así que Javicho. Ya vino mal de Lima.

-           ¿Lo conociste?

-           Claro. Cuando comencé con la empresa, fue uno de nuestros primeros practicantes. A veces salíamos a cazar chicos por las discotecas de Miraflores.

-           ¿Pero la empresa tiene dos dueños?

-           ¿Fabián? Él es el gerente comercial; yo me encargo de todos los proyectos creativos. Los dueños son mis viejos y otros socios.

-           ¿Tu… viejo?

-           Jajajaja… tranquilo. Mi viejo no aparecerá con un revólver. Él vive en Miami, en estados Unidos. Aunque sí te adelanto que vendrá en unas semanas, para una reunión de directorio.

-          ¿él sabe?

-           Sí. Además, te quiere conocer. Ya le conté de ti. Ay, no pongas esa cara. ¡Ya tengo 30 años! ¡No soy un bebé!

-           Parece que don Fabián no me pasa.

-           Es un infeliz. Mira su propia conveniencia. Es bueno para su puesto, pero como pareja, ¡ufff!

-           ¿Por qué lo dices?

-           Fuimos pareja hasta hace un año. Un día entré a su oficina, y lo descubrí cachando a Mario, su asistente. Se las ingenió para que despidieran o se aburrieran mis otros asistentes.

-           ¿Por qué?

-           Porque no tolera que otro hombre sea mejor que él. Así que te aviso desde ahora. No te dejes humillar por ese huevón.

-          Leandro besó a Marcos de nuevo. Poco a poco se fueron quitando la ropa, hasta masajear sus cuerpos desnudos, revolcándose sobre la amplia cama. Cacharon toda la noche, en todas las poses que conocían. Se durmieron del puro cansancio. Despertaron casi al mediodía.

 

Habían pasado dos semanas desde que Marcos ingresó a su nuevo trabajo, y por más que Fabián pasó y repasó los discos de los sistemas de vigilancia, no vio una nueva porno como la de aquel día, cuando Leandro y Marcos tiraron en plena oficina.

-          Fabián, tienes que firmar estos papeles. Tengo que llevarlos a SUNAT.

-           ¿Vas a ver a tu antiguo amor?

-           Ya, Fabián. No empieces. Además, él ya no trabaja allí.

-          Fabián le extendió los brazos a Mario, e hizo que se sentara sobre sus piernas.

-           ¿Verdad que sólo me amas a mí, Marito?

-           Claro, mi amor. ¿A quién más?

-          Tras besarse, comenzaron a despojarse de sus uniformes. Fabián tenía un gran cuerpo trigueño oscuro trabajado en el gimnasio: enormes homros, pectorales, unas piernas de campeonato, cintura algo crecidita pero armónica para el conjunto, brazos amplios.

-          Cuando Mario le bajó el apretado slip, saltó un cipote negro y grande, al que rápidamente masajeó usando su lengua, labios y paladar. Fabián sobaba la cabeza en su pelvis, sentía que también le succionaban los huevos y le besaban el interior de las piernas.

-           Siéntate.

-          Mario se levantó, se sacó su boxer y se puso saliva en el culo. Se colocó la cabeza de la pinga de su jefe, y poco a poco se fue sentando sobre ella. Fabián lo cogió de las caderas y sintió cómo su polla era usada como un pistón.

-          Tras quince minutos así, Mario se apoyó sobre el escritorio, y recibió la verga de su jefe. Fue bombeado con potencia.

-          Diez minutos después, Fabián sacaba su pija y botaba su leche sobre las nalgas de Mario.

-           Tengo papel en mi baño. Límpiate y sal.

 

A la mañana siguiente, cuando Marcos llegaba a la oficina, vio algo inusual en la calle: una vendedora de frutas en una carretilla.

- ¿quieres fruta, Marcos?

- No, gra…, mejor dicho, sí. Te dejo y salgo a ver.

A los veinte minutos, Marcos pidió unos plátanos. Notó que la vendedora era una chica algo joven, y nadie la ayudaba. Le pagó con un billete grande. Como lo esperaba, no tenía vuelto.

- ¿Ninguna venta, amiga?

- Es que recién llego a la calle. Mas bien, pasa la voz. ¿Tú trabajas en esa empresa?

- sí. ¿Por qué?

- ah… pa’ que pases la voz, pe.

 

Todas las mañanas, iba a comprar fruta, y notó que siempre estaba repleta, y todos los días, la fruta estaba fresca.

De regreso a la oficina, le confió a Leandro sus sospechas.

-          Marcos, eso es paranouia. Es una pobre chica que se gana la vida limpiamente.

-           Pero nadie le compra, y siempre tiene ffruta fresca.

-          Ambos fueron a la oficina de Fabián. Marcos aprovechó el polarizado de las lunas para exponer sus sospechas al otro gerente.

-           Marcos, estás viendo muchas películas. Tenemos la reja, y nuestro vigilante es de confianza.

-           La reja no es segura. Mire. Justo allí hay una brecha.

-          Efectivamente, dos de los barrotes estaban algo separados. Una persona muy flaca podía entrar por allí.

-           Te dije que nuestro vigilante es de confianza.

-           ¿Y está allí las 24 horas?

-           No, cambia turno a las seis de la tarde.

-           ¿Tiene refuerzos?

-           Claro. Los fines de semana.

-           Rótelos todos los días, y de última hora.

 

Tres días después, Marcos y Leandro llegaron apurados a la oficina, casi a las siete de la mañana. Al ingresar, estaba Fabián, Mario… y dos policías.

-          ¿qué pasa Fabián?

-           Que tu asistente, Leandro, está despedido por sospecha de robo esta madrugada.

 

(CONTINUARÁ…)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertaiment. Ésta es una obra de ficción: cualquier precido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia.

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