martes, 19 de marzo de 2013

Él y yo (3): Por tí

Escrito por N-Ass

 

No sólo de llamadas cariñosas vive el hombre, sino de la presencia del ser quien amas. Mi enamorado y yo teníamos la necesidad de vernos, de concretar un nuevo encuentro físico. Él aún no conseguía trabajo, pero, una noche, conversando, se nos ocurrió que una estrategia podría ser que consiga un empleo que le permita vivir por acá, que nos permita estar cerca y que le permitiera presentar papeles para potenciales chambas.

Gracias a un amigo, conseguimos que trabaje en un restaurante de comida marina, uno grande. Su trabajo sería ver los pedidos y verificar que la gente se sintiera bien atendida.

Lo hablamos bien. Él quería aceptar el reto, y se vino para acá. La verdad que se ganó todo mi respeto, pues iba a ahacer algho que jamás había estudiado, pero que, en las circunstancias, sin casa, sin trabajo… ¿habría otra opción?

Llegó de noche, y con mi amigo le consguimos un cuarto en un hotel cerca de su chamba. De ese modo, caminaría lo menos posible. Por las noches, cuando acababa su turno, nos veríamos en casa.

Se esforzó por trabajar lo más posible. Teníamos planes para pasarla juntos en su día libre… apenas aguantó un par de días, debido a la patanería y la malcriadez de la gente, que cree que los mozos son parte de su servidumbre.

Las dos noches, tras su trabajo, vino a casa y lloró amargamente. Se estaba humillando demasiado. Encima, apenas si podíamos vernos, y mucho menos estar juntos como quisiéramos.

Al tercer día regresó a casa de su amiga. Apenas bajaba del bus cuando su papá lo llamó por teléfono. Quería conversar con él.

Fue a verlo, y terminaron discutiendo. Su viejo se había cerrado en la misma huevada de que la homosexualidad era una enfermedad, pero que no permitiría que siga viviendo fuera de casa.

Me llamó para preguntarme si creía que era buena idea volver a casa. Lo pensé bien, pues me arriesgaba a perderlo, pero iba a tener tres comidas diarias, una cama, un techo, su familia.

Le sugerí volver y mantener el contacto por teléfono o Internet.

A los dos días volvió a casa. Todo salió bien. Tenía dónde vivir, y manteníamos la comunicación. El problema era que debíamos seguir esperando hasta que nuestros cuerpos volvieran a juntarse.

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