domingo, 31 de octubre de 2021

ASS (01): La linterna de Juan

El padre Alberto descubre a Juan cachando con Pedro y termina convirtiendo el dúo en trío.


 

Es sábado, diez de la noche en Artesanos y el padre Alberto se siente algo picado. Tras el matrimonio que consagró, participó de la recepción y tragos van, tragos vienen. Imposible decir no. Delante suyo, Juan ilumina el camino de greda con una linterna. Al lado va Pedro, quien esa noche fue el acólito y está muy sobrio.

“Ya casi llegamos”, avisa Juan con la voz claramente tocada por el licor. “Veinte pasos y llegamos”.

En un minuto ya están en la puerta de la construcción de adobe. Al entrar, Juan pprende la luz eléctrica e indica un cuarto grande al padre Alberto:

“Aquí va a pasar la noche”.

“Gracias, Juan. ¿Antes no podría usar tu ducha un rato? Mañana no quiero amanecer con resaca”.

“Claro, Padre”.

Alberto entra a la pieza que le señala, la que solo tiene una cortina de separación.

“Nosotros vamos a mi cuarto”, avisa Juan a Pedro indicándole otra cortina. Ambos entran. “Acomódate: voy a sacarle una toalla al Padre”.

Pedro se sienta sobre la cama y comienza a quitarse los zapatos y las medias.

Cuando Juan ingresa al otro cuarto, Alberto ya se ha quitado la camisa revelando un par de bien formados pectorales, unos abdominales incipientes y brazos bien torneados.

“Es la puerta del fondo y luego cruza derechito al otro lado del patio”, indica al sacerdote dándole la linterna.

“Mostro”, confirma Alberto sacándose el pantalón y revelando unas piernas de futbolista y un culo bien redondo que se oculta muy mal bajo el bóxer gris.

Juan regresa a su cuarto y al pararse junto a la cama, se quita toda la ropa.

“¿Ya te dormiste, Pedro?”

“No, aún no”.

Juan escucha que la puerta del fondo se abre. Él, entonces, se mete a la cama, y sin pensarlo dos veces aproxima su piel a la del invitado.

“Ya estás calatito, Pedrito”.

“Creo que por eso te ofreciste muy amable a que pasemos la noche aquí, ¿no?”

Juan sonríe en la oscuridad y se acuesta encima de Pedro.

“Ya la tienes parada, pendejo”.

“Tú igual: ya estás al palo”.

Juan besa en la boca a Pedro, quien acaricia la suave aunque no tan amplia espalda de su amante hasta llegar a sus redondos glúteos; comienza a masajearlos.

“Aguarda con el culo, huevón. Mejor chúpamela”.

Juan se arrodilla sobre el duro colchón y destapa a ambos. Pedro se pone en cuatro y comienza a mamarle el pene de unos 17 centímetros.

“Así… qué rico… trágate mi pichula”.

Juan está en lo mejor del sexo oral cuando siente un resplandor en su izquierda.

“Perdona que no encue…”

`´el, Pedro y el recién llegado se quedan de una pieza.

“¡Padre Alberto!”, exclama el acólito con sorpresa y miedo.

En segundos, los dos chicos sobre la cama sienten que el sacerdote se les aproxima y también se sube al colchón.

“Hagan de cuenta que no vi nada, pero déjenme participar”.

Juan no lo duda mucho.

“Chúpasela”, le pide a Pedro, quien tampoco parece dudarlo. Con cierto recato, toma la pinga de Alberto y se la mete a la boca. Aún está blandita… pero no tarda en ponerse dura.

“Chúpasela a Juan también”.

Pedro hace caso y termina alternando ambas pichulas en su boca, las succiona, las compara. La del Padre es casi tan grande como la de su amigo aunque un poco más gruesa… y lubrica como mierda.

Alberto siente que es hora de dar un nivel más arriba y se coloca detrás de su monaguillo, se inclina, le abre las dos redondas y duras nalgas y comienza a chuparle el culo. Mientras Pedro chupa la pinga a Juan, comienza a gemir. No tarda mucho tiempo cuando el trozo de carne duro e hinchado se mete poco a poco en las entrañas del chibolo a través de su ano dilatado. El Padre Alberto comienza a bombear hasta hacer sonar su ingle contra el culo de Pedro, quien continúa succionando la verga de Juan.

Al poco tiempo, el Padre saca con cuidado su miembro.

“Gózalo, Juan”.

El aludido entiende que es hora de meter su verga al interior de su amigo, mientras el sacerdote toma su lugar, y así sucede. La ronda ocurre por diez minutos más.

“Las voy a dar, las voy a dar”, avisa Juan mientras culea a Pedro, y sin más, suelta su leche dentro del acólito. Incluso luego de botar todo su semen, se mueve un poco más antes de sacar su pija algo morcillona.

“es mi turno”, anuncia el Padre Alberto, quien rápidamente (y casi atropellando a un satisfecho Juan) se coloca tras el culo de Pedro y le clava su pene erecto; se mueve con firmeza  y ternura hasta que siente el orgasmo inundar su bajo vientre.

“Me vengo, me vengo, cabrón”.

El Padre Alberto expulsa como medio litro de semen dentro del recto de Pedro, quien ahora yace en medio de sus dos cacheros de turno.

“¿Qué te pareció el trío?”, pregunta el sacerdote.

“Locazo”, responde el joven.

“Y pensar que yo venía a decirle a Juan que me indique bien dónde queda el baño”.

Y para terminar,mira una porno. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario