Voto de Silencio se estrena medio año después mediante
streaming. Para la promoción, Alexis
y Osmar regresan de Los Ángeles, y junto a Evandro, Keith y Giaccomo comienzan
una gira por algunas discotecas de ambiente exclusivas en Lima, Arequipa,
Trujillo, Cusco e Iquitos. Por las mañanas, se la pasan dando entrevistas a muy
pocos medios, y aceptando sesiones de fotos alguna más osada que otra hasta que
se concreta la oferta de la revista brasileña para hacer una sin censura con
los cuatro actores al desnudo y al palo… y por el doble de pago que se había
negociado antes del escándalo.
La producción
es rápidamente etiquetada como pornográfica, aunque “de cierto buen gusto en la
fotografía y la dirección” según la crítica especializada peruana; pero en
Europa, las reseñas son mucho más entusiastas.
Al término de
la promoción, Evandro y Osmar deciden borrarse del mapa y hacerse el amor en un
dormitorio sencillo pero abrigado, donde el primero prueba después de muchos
años qué se siente recibir un pene erecto en el ano, especialmente si es
cabezón. Osmar se mueve con mucha delicadeza, aferrándose tanto como puede al
cuerpo de ese encantador ser que levanta las piernas y el culo para entregarse,
para saborear el fresco aliento de su boca al besarlo, para experimentar una
indescriptible plenitud al momento de eyacular dentro de su ser.
“Te amo,
Evandro”, suspira.
“Yo te amo
más… Déjala adentro otro rato”.
“Como
desees”, sonríe Osmar, besándolo de nuevo. “Espero que ésta también haya sido
una buena decisión”.
“La tomamos
por partes iguales, ¿recuerdas?”
Osmar sigue
sonriendo, saca con cuidado su pene aún erecto, se retira el condón lleno de
esperma, lo bota al suelo, y se incorpora tomando de la mano a Evandro.
“Te quiero
mostrar algo”.
Así,
desnudos, ambos caminan a la ventana. Osmar no solo abre la cortina, sino que
deja penetrar al aire fresco de la mañana. Evandro sonríe y se emociona:
“Menos mal
que no es Los Ángeles”.
“Menos mal
que no es Lima”, le replican.
“Menos mal
que no es Homestead”.
“Menos mal
que no es una metrópoli”.
“Menos mal
que eres tú”.
Osmar
responde besando muy adentro en la boca a Evandro. Allá afuera, el sol comienza
a despuntar tras la colina llena de vegetación en el valle de San Lorenzo.
Parece que ese día es hoy.
El nadador nunca
pensó llevarse a su cama a ese español musculoso que conoció en el vestuario.
Apenas el domingo amanece, y mientras Lima aún
duerme, Julián desafía al frío parado en el podio. Cuerpo musculoso, blanco,
lampiño, mejor dicho rasurado, apenas cubierto por una truza de baño clásica
color rojo que aunque cubre su paquete y su gran culo, no evita notar sus grandes
proporciones íntimas. Se lanza al agua. Es un perfecto estilo mariposa. Al
llegar al otro extremo de la piscina hace el largo de vuelta de espalda. Sale
del agua. Se quita los lentes y el gorro de nadar. Sube por la escalerilla, se
cubre con una toalla, resopla, se seca, busca sus sandalias y va a los
vestidores. Aunque no está mojado, sacude su corto cabello negro.
Ya adentro y más
abrigado, y ante la ausencia de otra persona, se saca la truza. Queda
completamente calato. Se seca sus gloriosas nalgas y su paquete donde el vello
púbico ha sido retirado a punta de crema depiladora.
De pronto, un
hermoso muchacho musculoso, sudando un enterizo de licra, cabello rubio, ojos
claros, piel blanca, ingresa también. Ambos se miran.
“Disculpa”, dice
el recién llegado con un acento que parece ser español. “Pensé que estaba
vacío”.
Julián no se
inmuta, aunque disimuladamente se cubre la pichula con su toalla.
“Tranquilo… somos
hombres”.
“Bueno, eso sí”.
El rubio se
aproxima a otro casillero, se saca las zapatillas y las medias.
“¿Tú nadas?”
“Sí”, responde
Julián. “¿Por qué?”
“Ahí está tu
bañador”, responde el rubio sonriendo mientras se quita el enterizo. Debajo no
tiene nada, excepto un cuerpo de dios griego tapizado de un fino vello también
rubio.
Julián mira el paquete,
parece que esa mota de pelos encima de su pinga dormida no ha sido recortada
hace meses.
“Ah, lo olvidaba:
soy Santos”.
el rubio calato
extiende la mano a Julián, quien se deja de pudores, se olvida de la toalla y
extiende la suya también. La estrecha. La sacude.
De inmediato,
cada cual toma un cubículo y se ducha.
“Así que eres
español”, dice Julián.
“Catalán más
bien”, aclara Santos.
“¿Eso no es
España?”
“Es largo de
contar… ¿Desde cuándo nadas?”
“Desde que tengo
uso de razón”, responde Julián.
“Pero andas bien cachas”.
“¿Bien qué?”, se
extraña el nadador.
“Bien musculado…
tienes un cuerpo perfecto”.
“Tú… igual”.
Tras salir del
club donde ambos han entrenado, llegan a un edificio cercano. Suben a un tercer
piso. Entran a un departamento.
“Perdona el
desorden”, Julián pone el parche.
“Descuida”.
Sin que se lo
pidan, Santos camina hacia el mueble y la mesa y comienza a ordenar un poco.
“Oye, deja ahí”,
sonríe Julián. “No tienes que…”
“Mientras
preparas el desayuno, yo ordeno esto”.
Santos sonríe. Ambos
se miran. Electricidad.
Al diablo con el
orden, los dos ingresan al único dormitorio besándose apasionadamente en la
boca, y vuelven a quitarse toda la ropa. Se echan a la cama y comienzan a
revolcarse.
Como Julián queda
bajo el cuerpo de Santos, aprovecha para acariciarle toda la espalda y terminar
en sus dos grandes y velludas nalgas.
“¿te gusta mi
culo, majo?”, sonríe el europeo.
“Me encanta”.
“Me gusta el tuyo
también”.
Las pingas de
ambos están duras y apretadas una contra la otra. La de Santos lubrica mucho.
“Yo solo hago de
activo”, avisa Julián.
“Esas son
gilipolleces. No importa quién folle, botemos la lefa”.
“¿Qué?”, se
extraña Julián.
“Hagamos el
amor”.
Sin esperar más,
el nadador gira sobre su amante y y lo pone boca abajo, recorre su bien formada
espalda hasta llegar a sus prominentes nalgas cubiertas de vellitos rubios.
Hace levantar el culo y le separa los cachetes: el ano es rosadito y cerradito.
Sin pensarlo más, le aproxima su boca y comienza a darle tal beso negro que
Santos araña las cobijas.
“Cómete bien mi
culo, macho”, le repite.
Julián no solo
estimula el ano, que parece no dilatarse sino que le besa las nalgas, y regresa
por la espalda hasta tocar el cuello del otro chico con sus labios. La pinga gruesa
y dura de Julián está en medio de los dos glúteos.
“Ponte condón”,
pide Santos.
“No tengo”, dice
Julián bien arrecho. “Confía en mí”.
“¿Qué vas a
hacer, cabrón?”.
“Hacernos el
amor”, replica Julián más arrecho aún.
Mueve su pinga
contra el culo de Santos sin penetrarlo, y lo hace con mucha energía, sin dejar
de besarle el cuello. Ambos jadean.
“Qué rica polla”,
suspira Santos.
“¿te gusta?”
“Me encanta”.
El semen de
Juliánn se dispara entre su pubis y las dos nalgas de Santos. Se mueve un poco
más hasta que se detiene.
“Creo que
tendremos que ducharnos de nuevo”, sonríe el nadador.
“Creo que sí”,
responde el otro chico. “Y… creo que tendré que poner tu cobija en la
lavadora”.
“¿Por qué?”
“Me corrí en
ella”.
Julián sonríe:
“A la mierda”.
El duchazo es un
torneo de guerra de espadas y luego una lucha cuerpo a cuerpo que termina en
una nueva vaciada mutua.
“Ojalá te vuelva
a ver”, pide Julián a Santos dándose un beso en la boca.
“Ojalá”, le replica
el otro chico.
Yaa eso de las
once, Julián llega al aeropuerto con una mochila mediana, protegiendo su cabeza
con una gorra y su cara con lentes oscuros… a pesar de que en Lima es un día
nublado.
Al pasar a sala
de embarque, sorpresa: al otro lado está esperando… Santos.
Medio año
después, un fibrado y ralamente velludo Keith entra con una tabla hawaiana en
un búngalo a la orilla de la playa. Apenas viste una bermuda turquesa húmeda que
le marca el culo, el grueso paquete y las anchas piernas. Tras sí, ingresa
Alexis, vistiendo una tanga de baño blanca también húmeda.
“Parece que
la reparación de casas te deja buena plata”, dice el segundo viendo la
habitación construída y amoblada en pura madera y palma.
“Ahorro es
progreso”, replica Keith dejando la tabla en la pared y abriendo un poco la
ventana mientras de fondo se oye al mar romper.
“No eras así
en la secundaria”.
“Cuando
migras, el mundo cambia: si sigues dilapidando, te jodes”.
Alexis
sonríe:
“Lindo
lugar”.
“Lindo
cuerpo”.
“Gracias”,
sonríe el velludo y atlético en tanga.
“¿Quieres un
trago? Tengo chela solamente”.
“No, gracias;
quiero regresar sobrio a mi hotel”.
Keith sonríe.
“Te puedo
dejar en la puerta de tu cuarto. ¿Recuerdas ese campamento en quinto?”
“Nos
embriagamos con ron”.
“¿Recuerdas
lo que pasó después?”
“Prefiero no
recordar… ya te dije por qué”.
Los dos
varones se miran fijamente por algunos segundos. Entonces, Keith se aproxima,
toma la mejilla y besa en la boca a Alexis, quien le corresponde pero luego
parece arrepentirse:
“No
deberíamos…”
“Aquí estamos
solos tú y yo”.
“Nos miran”.
“Deja que nos
miren”.
Keith abraza
y besa profundo a Alexis mientras le quita el bañador y lo deja desnudo. La
marca de bronceado magnifica las ya grandes nalgas respecto a todo el musculado
físico. En retribución, Alexis afloja el velcro de la bermuda y se la baja,
dejando también desnudo a Keith. Ya libres, ambos se acarician. Sus penes se
ponen erectos. Parece que con el surfista se cumple la regla ésa de que cuanto
más delgados, más aventajados.
Alexis se
arrodilla y comienza a chupársela tratando de tragársela tanto como pueda. Keith
mira la acción.
Tras algunos
minutos, el surfista hace que su compañero sexual se ponga de pie, lo apoya en
un mueble y se arrodilla tras sus nalgas velludas a hacerle un beso negro mientras
se las acaricia, palmea y le arranca gemidos.
Luego de cierto tiempo, escupe directo al ano, se pone
de pie, va en busca de algo y regresa abriendo un paquetito del que saca un
preservativo que extiende por todo su falo, se encoge ligeramente de rodillas y
comienza a penetrarlo. Bombea
gentilmente. Simultáneamente, Alexis se
masturba. Los dos gimen y jadean
despacio.
Minutos más
tarde, Keith llega al orgasmo: saca su pene, tira el condón quién sabe dónde, se
masturba y dispara su semen entre las nalgas de Alexis. Finalmente se arrodilla
y le lame su propia lefa.
“Y… corten”,
ordena Giaccomo desde el otro lado de la habitación.
A su costado,
César deja de grabar en la cámara mientras se acomoda su pene erecto bajo su
bermuda en tanto Alejandro aprovecha para tomar algunas fotos fijas de los
actores a quienes pide quedarse en sus marcas por un instante. Su pene largo y
grueso también se marca bajo su short.
“Recupérate,
amor, para hacer las tomas de apoyo”, indica Giaccomo.
En una esquina,
Evandro con unos papeles sobre una tabla de acrílico, anota algo con un
lapicero y lo deja sobre una mesa; su grueso y largo pene erecto se marca bajo
una tanga roja oscura.
“Saldré a
tomar aire”.
Afuera, en
una hamaca, Osmar recibe la brisa en esa playa en algún lugar al sur de
Zorritos, Tumbes, también en tanga de baño (pero celeste), lentes de sol, su
celular en la mano. Evandro se le aproxima y acaricia la cabeza; Osmar sonríe.
“Arnold se
suicidó anoche… Aparente sobredosis”.
“No fue de
amor, ¿no?”
“Evan: aunque
te haya jugado chueco, respeta su memoria”.
“Qué lástima
por Abelardo Sosa. Justo había viajado a Lima para visitarlo y se encuentra
con…”“
Evandro se
queda en silencio mirando pensativo las olas del mar.
“¿Con qué, Evan?”
El aludido sonríe
con la boca abierta poniendo la punta de su lengua bajo el último incisivo sin decir nada.
“Evan, no
estarás pensando que…”,
Osmar también
se queda en silencio.
“Si dicen que
fue sobredosis, fue sobredosis… de amor”.
“¿Tú crees
que…?”
“Fue sobredosis,
Os. Y… a propo, ¿tú conmigo, tú conmigo, tú conmigo, tú conmigo, tú conmigo?”
“Ya hemos
hablado, Evan”.
“De todas
maneras me sale el divorcio en unos dos meses, máximo. Eso sí, me van a
exprimir, pero mis hijos no tienen la culpa de mi decisión”.
“Eso me
desanima”.
“¿Mis hijos?”
“No, tus
decisiones. No creo que hayas madurado lo suficiente, y yo… francamente… aún no
tengo claras las mías, especialmente con papá, mamá y mis hermanos recién
mudados a los Estados Unidos”.
“¿Te mudarás
a Homestead con ellos?”
“No creo,
Evan; aún están procesando… mis destapes”.
“¿Entonces te
irás a Los Ángeles con Alex, Keith y Giacco?”
Alejandro
abre la puerta del búngalo:
“¡Evan, support shots!”
“Ya vengo”,
Evandro vuelve a acariciar la cabeza a Osmar, quien se queda mirando fijamente
al horizonte. Su celular ahora se resbala en su vientre de tabla de lavar. Hay
decisiones que tomar, efectivamente.
Un saxo comienza a sonar;
Yuri entona: ¿Quién eres tú, que llora en silencio? ¿Quién eres tú, que viene
de lejos? Cansado de amar, cansado de tanta espera…
el increíble show
de sexo en vivo protagonizado por Flavio, Miguel, Alejo y Marcano.
Apenas pasada la
medianoche, en el escenario de la discoteca, Flavio, con un vaporoso disfraz de
ángel comienza
a danzar elegantemente
evolucionando en giros. El traje es una ancha túnica con mangas largas y unas
alas cuyas plumas son rretazos de liviana tela blanca. A pesar de la holgura,
la inercia y la ligereza del material, hace que de todas maneras se pegue a su
atlético cuerpo marcándole los pectorales, el abdomen plano o los muslos.
Entonces, del
otro lado del escenario, Miguel también sale y comienza a revolotear junto a
Flavio. Viste exactamente igual y los bien estudiados movimientos hacen que la
tela reaccione del mismo modo marcando su hermoso y simétrico cuerpo. Parecen
mariposas en medio de un jardín. Se toman de la mano y así comienzan a danzar
suavemente hasta que la música se atenúa.
Entonces, ambos
se miran frente a frente, se toman las túnicas, y cuando la música vuelve con
energía, se las despojan. Quedan totalmente desnudos, y lo que antes la ropa
sugería, ahora sí que no deja lugar a dudas: musculaturas muy bien trabajadas
de pies a cabeza y despojadas de cualquier pilosidad para acentuar la estética.
Encima, su piel está pintada con un barniz especial que les da un brillo como
si fuesen de un frágil material.
Comienzan a
besarse en la boca y a acariciarse con mucha intensidad. Giran. Es un
espectáculo ver sus cuerpos atléticos y sus hinchados culos, lo mismo que sus
penes semierectos. Vuelven a verse frente a frente y a besarse intensamente en
la boca, abriéndola todo lo que pueden, dejando que sus lenguas se entrelacen
aunque de lejos no se note muy bien. Sus manos tienen el privilegio de
acariciar tan espectaculares físicos.
Flavio se
arrodilla, toma el pene semierecto de Miguel y lo comienza a chupar. No tarda
mucho en ponerlo duro hasta que alcanza sus 18 centímetros. Entonces, la música
se detiene. Alejo aparece por el fondo, también disfrazado de ángel. Flavio y
Miguel lo miran con cierto temor.
Alejo se les
acerca acusándolos con el dedo. Flavio y Miguel se le aproximan pidiéndo
indulgencia, lo acarician en el pecho, los brazos y las caderas. Los dos chicos
vuelven a besarse en la boca y lo miran como probándole que no están haciendo
nada malo.
Vuelven a girar
hacia él y con mucha sutileza lo despojan de su túnica, dejándolo completamente
desnudo: al descubierto queda un hermoso cuerpo musculoso también pintado con
ese extraño brillo, libre de vellos, su pene aún dormido sobre sus grandes
bolas.
Flavio y Miguel
se arrodillan y toman el pene de Alejo, acariciándolo y comenzando a chuparlo
alternadamente. El gran falo del muchacho comienza a desplegarse y ponerse
brillante debido a la saliva de sus dos compañeros y el flujo de líquido
preseminal conforme crece hasta sus gruesos 18 centímetros. El pre-cum no deja
de manar desde el glande.
Están en lo mejor
cuando desde el fondo aparece Marcano también vestido como un ángel quien se
les acerca y los asusta. Los tres calatos dejan de hacer lo que estaban
haciendo pero no cambian sus posiciones. Aunque Marcano parece que no viene a
condenarlos. Los mira, sonríe, y sin más preámbulo se quita su túnica.
También se queda
totalmente desnudo exponiendo su maravilloso trabajo muscular con volumen y
definición que se magnifica gracias a ese brillo corporal mientras su pene más
largo, aunque está dormido sobre otro par de enormes bolas, se balancea a
medida que se mueve. Alejo, Flavio y Miguel se le acercan y comienzan a
acariciarlo.
Poco a poco se
besan entre todos. Entonces, Alejo y Marcano se paran firmes uno al lado del
otro mientras Flavio se la chupa al primero y Miguel al segundo. Cuando los dos
penes están duros del todo, Flavio y Miguel giran y se ponen en cuatro patas
para dejar que Alejo y Marcano les coman el culo respectivamente.
Luego de varios
minutos de beso negro, Alejo mete su pene al ano de Flavio y Marcano hace lo
mismo con sus 21 centímetros de virilidad en el de Miguel. Los dos activos
comienzan moviéndose despacio, con mucha delicadeza. Poco a poco van
incrementando la fuerza de las acometidas hasta que sus penes pueden verse como
pistones activando el motor del erotismo sin culpas ni límites.
El sexo anal se
prolonga por casi diez minutos hasta que Alejo y Marcano sacan sus penes y
Flavio y Miguel se arrodillan a masturbarlos. Alejo eyacula en la boca de
Flavio y Marcano en la boca de Miguel. Los dos pasivos se ponen de pie. Todos
se besan en la boca.
Como broche de
oro, Miguel va donde Flavio, hace que se arrodille de nuevo y comienza a
masturbarse hasta eyacular en la boca de su compañero. Finalmente, Miguel se
arrodilla y Flavio se masturba en su boca hasta eyacular dentro de ella. Todos
se besan en la boca por última vez, miran al público, hacen una venia y se
retiran del escenario. El aplauso es cerrado.
En uno de los
privados, el Padre Albertto, quien ha llegado de incógnito, y Pedro también se
maravillan ante el espectáculo.
“Tengo la verga
durísima”, dice el sacerdote.
“No pensarás que
te la chupe aquí mismo”, responde su monaguillo.
“Está oscuro.
¿Quién va a vernos”.
“Mejor vamos a la
casa de tu amigo… también estoy arrecho”.
“Me parece buena
idea. Igual tenemos que acostarnos ya porque mañana llega el Padre David con
ese chico misterioso…”.
Cuando ambos se
ponen de pie, Alberto mete su mano al culo de Pedro, que se ha puesto un jean
ceñido. Luego se le arrima por detrás y simula cacharlo. Pedro gira y estampa
un beso en la boca del cura. Apenas salen del privado al pasillo casi se chocan
con un moreno alto y fornido.
“Disculpa”, le
dice.
“No, disculpa tú
más bien”, contestta el moreno y de pronto abre sus ojazos. “¿Pedrito?”
“¿Tío eli?”,
atina a preguntar el muchacho desconcertado.
En la base del escenario,
Willy termina de desmontar la cámara de su trípode, lo repliega y camina a un
lado donde está enrique.
“¿Qué tal
salió?”, consulta el artista.
“Recontra cañón”,
contesta el empresario. “Debiste ver cuánto morro se chaqueteaba la verga en el
público”.
“Con esto ya
tenemos el 90 por ciento de la película; falta el remate”.
“Déjalos
descansar. Eso lo grabamos mañana luego que reciba al morro que viene de Lima”.
Willy asiente.
Ambos se meten a la oficina para guardar las cosas mientras los modelos de la
noche están en la ducha de los camerinos quitándoseel barniz que usaron como
maquillaje corporal.
“Puta madre,
salió perfecto”, se alegra Flavio.
Yo pensé que no
se me iba a parar el huevo”, al fin reacciona Alejo. “Estaba casi lleno de
gente”.
“Coño, vale”,
reacciona Marcano. “Si yo estaba también cagado de miedo”.
“A mí lo único
que me preocupa es que cuando comience a crecerme el vello, va a picarme el
cuerpo como mierda”, añade Miguel.
“¿No te hice
daño?”, le pregunta Marcano.
“No, pata. Estaba
bien dilatado… y arrecho”.
Marcano sonríe:
“Ayúdame con mi
culo”, pide a Miguel. “No me sale el barniz”.
Miguel y Alejo se
miran.
“Una sola mano no
será suficiente”, anuncia el segundo.
Marcano sonríe
mientras gira:
“Todos metan su
mano”.
Alejo y Miguel comienzan
a sobar las nalgas del venezolano. Flavio gira, mira la escena, sonríe, mete
sus manos en los culos de sus dos compañeros:
Veinte
minutos después, el Yaris azul se estaciona en la puerta del edificio donde
Alejandro Albújar alquila su habitación. Alexis lo está esperando; lo hace
subir.
Al llegar al
dormitorio, Osmar está desnudo de espaldas, junto a la ventana que ahora tiene
las cortinas cerradas y mirando hacia Alejandro, quien está en la Mac retocando
la foto que César había tomado un mes atrás.
Evandro
saluda a Osmar sonriendo y levantando las cejas; el modelo responde con una
sonrisa y un guiño de ojo.
“¿Sigue en
modo abandono?”, ironiza Alejandro.
“No sé si
después de lo que le dije”, responde Evandro, “o se termina de abandonar o
vuelve a sacar las garras”.
“Al menos no
le sacaron las llaves de su depa”.
“Pero sí le
sacaste todo su disco duro, ¿no, Alejo?”
“Por lo menos
todos los masters de Osmar y ese otro
chico que murió en el accidente están a buen recaudo aquí. Si mi modelo se
queda más quieto, este retoque para su calendario quedará listo en media hora
más”.
“¿No se están
ensañando con un enfermo?”, interviene Osmar. “Ya perdió casi todo en ese
accidente y ustedes como que andan haciendo leña del árbol caído”
“Bah. Incluso
con sus heridas no deja de ser melodramático ese huevón”, Evandro se quita la
casaca, las zapatillas y se echa en la cama de Alejandro, contemplando el
hermoso físico desnudo de Osmar, y en especial su glorioso culo.
Alexis
también se quita las zapatillas y se recuesta en la cama al lado del galán.
“Zaira me
insinuó si aceptaríamos un mes adicional de temporada”.
“Deberíamos
aumentar el precio de las entradas”, opina Evandro, quien extiende su brazo
izquierdo y atrae a Alexis hasta ponerlo casi encima de su cuerpo. Lo besa en
la boca.
“Me tienden
la cama cuando acaben”, advierte bromeando Alejandro. “Y tú”, señala a Osmar
con los ojos”, “contrólame eso, o en vez de calendario de jabón será calendario
de cantina gay”.
“Quisiera…
pero no me da la gana”.
Alejandro
sonríe, deja el ratón de una sola tecla, se levanta de la silla y se acerca a
su modelo. Tras besarlo en la boca, se arrodilla a chuparle su pene ya erecto.
En pocos minutos,
ya desnudo del todo, Alexis está cabalgando el cuerpo de Evandro con un pene
duro y grueso forrado con un preservativo, metido en su ano, mientras Osmar
experimenta luego de años cómo se siente penetrar a otro hombre, en este caso a
Alejandro.
Otro
preservativo y mucho lubricante le facilitan la tarea.
Los cuatro
gimen despacio hasta eyacular progresivamente.
Luego, como
pueden, se meten a la estrecha ducha y se asean. Alexis ahora le mete su verga
a Alejandro, bombeándolo con cierta firmeza. A su lado, Evandro y Osmar se
besan apasionadamente.
“¿Quieres
intentarlo?”
“¿No me dolerá?”
“Te prometo
que no”.
Osmar gira,
Evandro soba lubricante en su pene forrado con otro condón en el estrecho ano y
comienza a empujar despacio. Apenas consigue meter el primer tercio mientras su
amante trata de respirar hondo para contener el escozor.
A su
lado,Alejandro por fin libera su semen sobre la mayólica blanca sin necesidad
de masturbarse mientras Alexis, al sentir la opresión del esfínter, lo hace en
medio de sus nalgas tras sobar su pinga por algunos minutos más.
Los secretos
sexuales de Alberto y edú les permiten tejer nuevas alianzas.
“¿Cómo dices,
pá?” Pedro abre sus dulces ojos con incredulidad.
“Ya te dije: el
lunes vas a Piura apenas tengas tiempo y le presentas tus papeles a ese…”
“Papá,¿y por qué
no me consultaste antes?”
Julio se para en
seco y sonríe cachosamente a su hijo: “Oe, huevón: ¿y desde cuándo tengo que
consultarte cosas? Si vives en esta casa, tienes que hacer lo que diga y punto,
¿entendido?”
Pedro lanza una
mirada de impotencia y desafío: “entendido, pá”.
Pasando las once
de esa noche, el muchacho está sentado como copiloto en la camioneta parroquial
rumbo a Piura. Conduce el Padre Alberto. En el asiento trasero, Alejo le
acaricia los enormes muslos a Marcano y a Miguel aprovechando la oscuridad.
“No puedo creer
que Julio te haya pedido eso”, menea la cabeza el sacerdote.
“Lo que más me
jode es que ahora me saque las reglas de la casa”.
“Oe, Pedro”,
interviene Miguel, “ya tienes DNI azul: independízate”.
“Si tuviera de
qué vivir, lo haría corriendo”, responde el chico.
“A ver,
muchachos, no lancemos consejos precipitados”, aclara el Padre. “Pensemos
fríamente las cosas y veamos salidas… Yo quiero a Pedro dentro del AS, pero
tampoco puedo ofrecerle más…”
“¿Y dentro de
ASs?”, pregunta Alejo al descuido.
Miguel le aprieta
la pierna.
“¡Au, mierda!
Mejor mámame el huevo, cojudo”, reacciona el musculoso en son de broma.
“¿Qué es ASS?”,
curiosea Miguel.
“No es nada”, se
entromete Miguel. “Es lo que le sobra a Alejo y que se lo voy a cachar hoy”.
Una cuadra antes de
la discoteca donde esa noche darán el show porno, la camioneta se para.
“Bajen chicos”,
avisa el sacerdote. “Aguas con los chismosos”.
Marcano, Alejo y
Miguel descienden y caminan hacia el antro.
“Casi la cagas”,
dice el último de ellos al musculoso.
“Puta madre”,
reacciona Alejo. “¿Por cuánto tiempo más le piensan ocultar la vaina?”
“Vaina es la que
te voy a meter por el culo, huevón”, sonríe Miguel.
La camioneta
sigue su camino.
“Alberto”,
inquiere Pedro. “¿Hay algo que debo enterarme y no sé?”
El Padre mira a
su monaguillo: “Algo no; mucho más bien”.
La mano del
sacerdote acaricia el muslo de Pedro.
En el camerino de
la discoteca, Miguel está calato y dejándose untar crema depiladora en su
pecho, axilas, culo y piernas.
“Solo te
recortaré el vello púbico y te afeitaré las bolas”, avisa Flavio.
A su lado,
Marcano y alejo tampoco tienen ropa; se depilan también pero solo en piernas y
axilas.
“Sigo sin
entender por qué tanto secretismo con Pedro sobre ASS”, comenta el venezolano.
“Porque piensa
que estamos afectando al Padre Alberto”, responde Miguel.
“Pero si lo
afecta que hagamos porno, ¿por qué nos ttrajo en la camioneta?”
“Porque el Padre
Alberto es parte de ASS”, al fin se suelta Flavio.
Marcano se
sorprende. Mira a Alejo quien evidentemente se avergüenza y a Miguel quien
evidentemente se incomoda. La puerta se abre. Entra Willy.
“No saben a quién
acabo de encontrarme mientras calibraba las cámaras”, informa sonriendo.
“¿A mi viejo con
una escopeta?”, bromea Flavio.
“No. A Eliezer,
el que se cacha en secreto a José Luis”.
Marcano, Alejo y
Miguel se intrigan. Flavio se pasa el índice por en medio de la raja del culo y
se lo lleva a la boca: “Justo donde lo quería”, sonríe.
Ya pasada la
medianoche, Enrique entra a la sala de su casa en Los ejidos e invita un vaso
con agua a un desconcertado Pedro.
“Ahora ya sabes
por qué Angels Corporation es donante de AS”.
“entonces, el
Padre…”
Enrique acaricia
el muslo de Pedro: “Es una larga historia, pero sí: es el beneficiario, pero
porque este proyecto ya lo conozco de México, cuando Beto lo impulsaba hace
años”.
“entonces…
ustedes ya se conocían”.
“Casi 15 años.
Ahora, sobre la ideota de tu padre, mi sugerencia es que le hagas caso”.
“Pero… yo…”
Enrique acerca su
cara a Pedro y lo besa en la boca: “Confía en mí”, le guiña un ojo.
Justo ahí, el
Padre Alberto baja las escaleras con una ropa más sexy: “Ya estoy listo”,
anuncia.
A 200 kilómetros
al sur, en Chiclayo, Bartolo toma un vodka con naranja en un barcito gay cerca
de la avenida Balta cuando, paseando su mirada por la concurrencia, identifica
a alguien que fuma un cigarro mientras ve cómo dos patas cachan en una
pantalla. Se le acerca sin roche.
“¿Edú?”, le pasa
la voz.
El pata voltea
como resorte y lo mira medio asustado. Veinte minutos después, en un hostal
cercano, ambos entran a un cuarto y comienzan a besarse en la boca en medio de
abrazos y caricias. Al mismo tiempo, se van quitando la ropa. Cuando están
totalmente desnudos, comienzan a revolcarse en la cama mientras sus penes ya
erectos se estrujan uno contra el otro.
“Tienes rico culo
y rico cuerpo, pero no tengo condones”, advierte Edú.
“Tengo uno… ¿te
la meto o me la metes?”
“Puedes hacerme
vaciar sin que te la meta o me la metas?”
“Corrección, Edú:
ambos vamos a vaciarnos al mismo tiempo sin meternos la pinga”.
Comienzan a mover
sus pingas mientras la cascada de besos y caricias se sucede una tras otra. Entonces Bartolo se sienta sobre la verga de
edú masajeándola con la raja de sus nalgas; Edú se sienta para que el falo del
otro chico se roce en su abdomen. Es la pajeada mutua perfecta sin usar las
manos. Bartolo mueve su culo con una rapidez de bailarín; edú, a pesar de la
postura, también cimbra su cadera mientras chupa las tetillas de Bartolo.
“Voy a eyacular,
mierda”.
“Yo estoy
enterito”, sonríe Edú.
“Ah, mierda. Ah,
se me viene la leche. Ahhh”.
Bartolo riega su
esperma entre su vientre y el de Edú, y se detiene. Besa a su amante ocasional.
“Perdona por
adelantarme”.
“Pierde cuidado…
quizás se debe a que me pajeé antes de ir al bar”.
“¿Por qué
desapareciste de San sebastián?”
“Porque… porque
tengo VIH”.
Bartolo se
sorprende al primer segundo, pero recuerda que está entrenado para recibir y
asumir ese tipo de respuestas.
“en vez de huír,
deberías estar calificando para recibir tratamiento: el que tengas VIH, no
significa que dejes de tener sexo, claro,con protección”.
“Si regreso,mi
único apoyo y amante serías tú”.
“Te equivocas:
creo que Marcano te apoyaría también. En mi caso… no sé si quiero regresar”.
“¿Y por qué no
quieres regresar a San Sebastián, donde se come y cacha rico?”
“Hoy en el bus,
tempranito, se la estaba chupando a alguien y…”
“¿Te
descubrieron?” Edú casi se carcajea.
“No me parece
gracioso”, reclama Bartolo. “Seré la comidilla”.
“Mira: si algo
estoy seguro sobre San Sebastián es que donde menos pisas, hay un gay caletaza
y calatazo. Eso sin contar las declaradas, las tracas”.
Bartolo mira
fijamente a Edú: “Si tú regresas, yo regreso”.
“¿En serio me
apoyarás?”
“Dicen que eres
el mejor cachero de la ciudad… ¿por qué no hacerlo?”
Edú sonríe, besa
de nuevo los labios de Bartolo, se acuesta encima suyo: “Ahora me toca
derramarte mi leche, ¿te parece?”
El domingo de
esa semana por la mañana, Escalante luce muy deprimido, rehusándose a rasurar
su cara: la barba ya le sombrea sus mejillas ahora sin hinchazón. Entra el
técnico de enfermería:
“Aquí está”,
le indica a alguien.
Tras él, Evandro
ingresa vestido como si fuese a practicar taichí, gorra en la cabeza incluída.
El rostro de Escalante se ilumina:
“Me dijeron
que no quieres comer ni mierda, huevón”.
“Viniste”,
sonríe el enfermo.
“¿Cómo te
sientes hoy?”
“Pensando en
lo que me espera cuando salga de aquí: ya tengo dos muertos en mi haber, a uno
lo dejé sin herramienta de trabajo, y ahora con toda esa información fuera de
mi control…”
Escalante
solloza.
“Y se suponía
que tenías todo bajo control: no era cierto”.
“¿Vas a
demandarme?”
Evandro
sonríe:
“Ya tengo mis
propias paltas… Tu información se cotizó relativamente bien en el mercado
negro; somos la comidilla de esta ciudad de mierda”.
“Si te
refieres a la foto de Osmar conmigo, déjame decirte que Osmar no es ningún
santo como tú crees”.
“No, Arnold,
nadie es santo; pero nadie es tan demoníaco como tú eres”.
“¿Me vas a
demandar, Evandro?”
“Ya te dije que
tengo mis propias paltas ahora… Laura me pidió que deje la casa… pero no te
alegres: Voto de Castidad no será
parte de tu salvataje, y menos yo”.
Escalante
mira a Evandro con sorpresa.
“¿qué mierda
quieres decir, Cruzado?”
“Todos en
algún momento tenemos que pagar nuestros errores”, prosigue el joven actor. “Y
ahora, por fin, te tocará pagar a ti”.
Escalante cambia su
expresión lastimera a una de genuino enojo…