viernes, 29 de julio de 2022

Proyecto Lujuria 10.4: Osmar y Evandro deben tomar decisiones


Medio año después, un fibrado y ralamente velludo Keith entra con una tabla hawaiana en un búngalo a la orilla de la playa. Apenas viste una bermuda turquesa húmeda que le marca el culo, el grueso paquete y las anchas piernas. Tras sí, ingresa Alexis, vistiendo una tanga de baño blanca también húmeda.

“Parece que la reparación de casas te deja buena plata”, dice el segundo viendo la habitación construída y amoblada en pura madera y palma.

“Ahorro es progreso”, replica Keith dejando la tabla en la pared y abriendo un poco la ventana mientras de fondo se oye al mar romper.

“No eras así en la secundaria”.

“Cuando migras, el mundo cambia: si sigues dilapidando, te jodes”.

Alexis sonríe:

“Lindo lugar”.

“Lindo cuerpo”.

“Gracias”, sonríe el velludo y atlético en tanga.

“¿Quieres un trago? Tengo chela solamente”.

“No, gracias; quiero regresar sobrio a mi hotel”.

Keith sonríe.

“Te puedo dejar en la puerta de tu cuarto. ¿Recuerdas ese campamento en quinto?”

“Nos embriagamos con ron”.

“¿Recuerdas lo que pasó después?”

“Prefiero no recordar… ya te dije por qué”.

Los dos varones se miran fijamente por algunos segundos. Entonces, Keith se aproxima, toma la mejilla y besa en la boca a Alexis, quien le corresponde pero luego parece arrepentirse:

“No deberíamos…”

“Aquí estamos solos tú y yo”.

“Nos miran”.

“Deja que nos miren”.

Keith abraza y besa profundo a Alexis mientras le quita el bañador y lo deja desnudo. La marca de bronceado magnifica las ya grandes nalgas respecto a todo el musculado físico. En retribución, Alexis afloja el velcro de la bermuda y se la baja, dejando también desnudo a Keith. Ya libres, ambos se acarician. Sus penes se ponen erectos. Parece que con el surfista se cumple la regla ésa de que cuanto más delgados, más aventajados.  

Alexis se arrodilla y comienza a chupársela tratando de tragársela tanto como pueda. Keith mira la acción.

Tras algunos minutos, el surfista hace que su compañero sexual se ponga de pie, lo apoya en un mueble y se arrodilla tras sus nalgas velludas a hacerle un beso negro mientras se las acaricia, palmea y le arranca gemidos.

Luego de  cierto tiempo, escupe directo al ano, se pone de pie, va en busca de algo y regresa abriendo un paquetito del que saca un preservativo que extiende por todo su falo, se encoge ligeramente de rodillas y comienza a penetrarlo.  Bombea gentilmente.  Simultáneamente, Alexis se masturba.  Los dos gimen y jadean despacio.

Minutos más tarde, Keith llega al orgasmo: saca su pene, tira el condón quién sabe dónde, se masturba y dispara su semen entre las nalgas de Alexis. Finalmente se arrodilla y le lame su propia lefa.

“Y… corten”, ordena Giaccomo desde el otro lado de la habitación.

A su costado, César deja de grabar en la cámara mientras se acomoda su pene erecto bajo su bermuda en tanto Alejandro aprovecha para tomar algunas fotos fijas de los actores a quienes pide quedarse en sus marcas por un instante. Su pene largo y grueso también se marca bajo su short.

“Recupérate, amor, para hacer las tomas de apoyo”, indica Giaccomo.

En una esquina, Evandro con unos papeles sobre una tabla de acrílico, anota algo con un lapicero y lo deja sobre una mesa; su grueso y largo pene erecto se marca bajo una tanga roja oscura.

“Saldré a tomar aire”.

Afuera, en una hamaca, Osmar recibe la brisa en esa playa en algún lugar al sur de Zorritos, Tumbes, también en tanga de baño (pero celeste), lentes de sol, su celular en la mano. Evandro se le aproxima y acaricia la cabeza; Osmar sonríe.

“Arnold se suicidó anoche… Aparente sobredosis”.

“No fue de amor, ¿no?”

“Evan: aunque te haya jugado chueco, respeta su memoria”.

“Qué lástima por Abelardo Sosa. Justo había viajado a Lima para visitarlo y se encuentra con…”“

Evandro se queda en silencio mirando pensativo las olas del mar.

“¿Con qué, Evan?”

El aludido sonríe con la boca abierta poniendo la punta de su lengua bajo  el último incisivo sin decir nada.

“Evan, no estarás pensando que…”,

Osmar también se queda en silencio.

“Si dicen que fue sobredosis, fue sobredosis… de amor”.

“¿Tú crees que…?”

“Fue sobredosis, Os. Y… a propo, ¿tú conmigo, tú conmigo, tú conmigo, tú conmigo, tú conmigo?”

“Ya hemos hablado, Evan”.

“De todas maneras me sale el divorcio en unos dos meses, máximo. Eso sí, me van a exprimir, pero mis hijos no tienen la culpa de mi decisión”.

“Eso me desanima”.

“¿Mis hijos?”

“No, tus decisiones. No creo que hayas madurado lo suficiente, y yo… francamente… aún no tengo claras las mías, especialmente con papá, mamá y mis hermanos recién mudados a los Estados Unidos”.

“¿Te mudarás a Homestead con ellos?”

“No creo, Evan; aún están procesando… mis destapes”.

“¿Entonces te irás a Los Ángeles con Alex, Keith y Giacco?”

Alejandro abre la puerta del búngalo:

“¡Evan, support shots!”

“Ya vengo”, Evandro vuelve a acariciar la cabeza a Osmar, quien se queda mirando fijamente al horizonte. Su celular ahora se resbala en su vientre de tabla de lavar. Hay decisiones que tomar, efectivamente.

Un saxo comienza a sonar; Yuri entona: ¿Quién eres tú, que llora en silencio? ¿Quién eres tú, que viene de lejos? Cansado de amar, cansado de tanta espera… 



No hay comentarios:

Publicar un comentario