domingo, 31 de julio de 2022

ASS (39): Julián y Santos comienzan el domingo con sexo

El nadador nunca pensó llevarse a su cama a ese español musculoso que conoció en el vestuario.


 

 Apenas el domingo amanece, y mientras Lima aún duerme, Julián desafía al frío parado en el podio. Cuerpo musculoso, blanco, lampiño, mejor dicho rasurado, apenas cubierto por una truza de baño clásica color rojo que aunque cubre su paquete y su gran culo, no evita notar sus grandes proporciones íntimas. Se lanza al agua. Es un perfecto estilo mariposa. Al llegar al otro extremo de la piscina hace el largo de vuelta de espalda. Sale del agua. Se quita los lentes y el gorro de nadar. Sube por la escalerilla, se cubre con una toalla, resopla, se seca, busca sus sandalias y va a los vestidores. Aunque no está mojado, sacude su corto cabello negro.

Ya adentro y más abrigado, y ante la ausencia de otra persona, se saca la truza. Queda completamente calato. Se seca sus gloriosas nalgas y su paquete donde el vello púbico ha sido retirado a punta de crema depiladora.

De pronto, un hermoso muchacho musculoso, sudando un enterizo de licra, cabello rubio, ojos claros, piel blanca, ingresa también. Ambos se miran.

“Disculpa”, dice el recién llegado con un acento que parece ser español. “Pensé que estaba vacío”.

Julián no se inmuta, aunque disimuladamente se cubre la pichula con su toalla.

“Tranquilo… somos hombres”.

“Bueno, eso sí”.

El rubio se aproxima a otro casillero, se saca las zapatillas y las medias.

“¿Tú nadas?”

“Sí”, responde Julián. “¿Por qué?”

“Ahí está tu bañador”, responde el rubio sonriendo mientras se quita el enterizo. Debajo no tiene nada, excepto un cuerpo de dios griego tapizado de un fino vello también rubio.

Julián mira el paquete, parece que esa mota de pelos encima de su pinga dormida no ha sido recortada hace meses.

“Ah, lo olvidaba: soy Santos”.

el rubio calato extiende la mano a Julián, quien se deja de pudores, se olvida de la toalla y extiende la suya también. La estrecha. La sacude.

De inmediato, cada cual toma un cubículo y se ducha.

“Así que eres español”, dice Julián.

“Catalán más bien”, aclara Santos.

“¿Eso no es España?”

“Es largo de contar… ¿Desde cuándo nadas?”

“Desde que tengo uso de razón”, responde Julián.

“Pero andas bien cachas”.

“¿Bien qué?”, se extraña el nadador.

“Bien musculado… tienes un cuerpo perfecto”.

“Tú… igual”.

Tras salir del club donde ambos han entrenado, llegan a un edificio cercano. Suben a un tercer piso. Entran a un departamento.

“Perdona el desorden”, Julián pone el parche.

“Descuida”.

Sin que se lo pidan, Santos camina hacia el mueble y la mesa y comienza a ordenar un poco.

“Oye, deja ahí”, sonríe Julián. “No tienes que…”

“Mientras preparas el desayuno, yo ordeno esto”.

Santos sonríe. Ambos se miran. Electricidad.

Al diablo con el orden, los dos ingresan al único dormitorio besándose apasionadamente en la boca, y vuelven a quitarse toda la ropa. Se echan a la cama y comienzan a revolcarse.

Como Julián queda bajo el cuerpo de Santos, aprovecha para acariciarle toda la espalda y terminar en sus dos grandes y velludas nalgas.

“¿te gusta mi culo, majo?”, sonríe el europeo.

“Me encanta”.

“Me gusta el tuyo también”.

Las pingas de ambos están duras y apretadas una contra la otra. La de Santos lubrica mucho.

“Yo solo hago de activo”, avisa Julián.

“Esas son gilipolleces. No importa quién folle, botemos la lefa”.

“¿Qué?”, se extraña Julián.

“Hagamos el amor”.

Sin esperar más, el nadador gira sobre su amante y y lo pone boca abajo, recorre su bien formada espalda hasta llegar a sus prominentes nalgas cubiertas de vellitos rubios. Hace levantar el culo y le separa los cachetes: el ano es rosadito y cerradito. Sin pensarlo más, le aproxima su boca y comienza a darle tal beso negro que Santos araña las cobijas.

“Cómete bien mi culo, macho”, le repite.

Julián no solo estimula el ano, que parece no dilatarse sino que le besa las nalgas, y regresa por la espalda hasta tocar el cuello del otro chico con sus labios. La pinga gruesa y dura de Julián está en medio de los dos glúteos.

“Ponte condón”, pide Santos.

“No tengo”, dice Julián bien arrecho. “Confía en mí”.

“¿Qué vas a hacer, cabrón?”.

“Hacernos el amor”, replica Julián más arrecho aún.

Mueve su pinga contra el culo de Santos sin penetrarlo, y lo hace con mucha energía, sin dejar de besarle el cuello. Ambos jadean.

“Qué rica polla”, suspira Santos.

“¿te gusta?”

“Me encanta”.

El semen de Juliánn se dispara entre su pubis y las dos nalgas de Santos. Se mueve un poco más hasta que se detiene.

“Creo que tendremos que ducharnos de nuevo”, sonríe el nadador.

“Creo que sí”, responde el otro chico. “Y… creo que tendré que poner tu cobija en la lavadora”.

“¿Por qué?”

“Me corrí en ella”.

Julián sonríe:

“A la mierda”.

El duchazo es un torneo de guerra de espadas y luego una lucha cuerpo a cuerpo que termina en una nueva vaciada mutua.

“Ojalá te vuelva a ver”, pide Julián a Santos dándose un beso en la boca.

“Ojalá”, le replica el otro chico.

Yaa eso de las once, Julián llega al aeropuerto con una mochila mediana, protegiendo su cabeza con una gorra y su cara con lentes oscuros… a pesar de que en Lima es un día nublado.

Al pasar a sala de embarque, sorpresa: al otro lado está esperando… Santos.  

Y para terminar, te dejamos con una porno gay.    

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