viernes, 14 de enero de 2022

La hermandad de la luna 8.2

Adán llega a casa de Tito y no halla a nadie, así que ingresa al gimnasio. Está lleno. Sin duda, la aparición de Owen parece ser una bendición para el negocio. Aunque algo le opaca el entusiasmo: Frank está al fondo entrenando piernas con furia. Adán reingresa al domicilio y se queda largo rato sentado sobre el sofá, pensando. Aparentemente capeó a elga; pero, ¿qué pasará ahora con el más joven? Tras largos minutos, Tito y Flor llegan. Se saludan afectuosamente. Flor entra a dejar su mochila y Tito se queda en la sala.

“¿Edú te dio la carpeta?”

“Sí, pero García dice que solo le da pistas, que no puede presentarlo ante la otra fiscal aún. ¿Qué pasó con Frank, que no entendí tu mensaje?”

Adán mira que Flor no esté cerca:

“Se la cachó bien a elga”, le dice en voz baja.

“Excelente”, celebra Tito muy discretamente.

“Pero siente que traicionó a tu hija”.

Tito se incomoda un poco:

“Ahora no tengo tiempo para resolverlo; hablaré con él mañana”.

“Primo”, lo retiene Adán. “Creo que se nos pasó la mano involucrándolo”.

Tito sigue incómodo y se para.

“Mañana veré eso; mas bien te necesito: Juan conversó con Flor sobre lo del otro día”.

Tito entra a su cuarto para alistarse a salir otra vez, hacia la finca, a cubrir su turno de vigilancia nocturna. Adán permanece sentado sobre el sofá sin poder manejar el cargo de conciencia, así que tras calentar la cena, se pone su ropa de entrenamiento: el enterizo que solo le cubre el abdomen, la espalda baja, la pelvis y parte de los muslos. Entra al gimnasio, va directo donde Frank, quien parece haber terminado su rutina.

“No quiero hablar ahora”, le alcanza a decir y lo deja en medio del salón, en medio de la multitud, hasta que una mano palmea su hombro.

“Darle tiempo”, le aconseja Owen. “Una oportunidad aparecerá”.

Mira un video aquí 

Frank abre la ducha ya en la casa de Tito y deja que el agua le refresque la culpa más que el sudor. Si bien cuando inició la relación con Flor quedaron claros que solo sería por el tiempo que él estuviera en Santa Cruz, un sentimiento más fuerte que una amistad, luego que una amistad con privilegios, luego que una relación estable aunque temporal, ha comenzado a desarrollarse. Pensó que lo del trabajo en La Luna podía ser una buena oportunidad para sentar raíces, pero el anuncio de Elga, y más aún lo que había pasado esa tarde con elga, lo están cuestionando seriamente. Por otro lado, está la emergencia con Flor y la palabra empeñada a Tito. De pronto, la cortina se abre y su chica ingresa totalmente desnuda.

“¿Me permites?”, sonríe ella y comienza a jabonarle el cuerpo.

“¿Tu papá?”

“Ya se fue al trabajo, y ya sabes que mi tío ha comenzado a entrenar”.

La chica lo besa sin dejar de pasarle el jabón, y la imagen de elga regresa vívidamente, cuando esa tarde en las duchas de la finca estaba haciendo exactamente lo mismo.

“No está bien esto”, reacciona.

“¿Qué?”, se extraña Flor.

“Quiero decir… no tenemos protección ahorita, y ya sabes lo que acordam…”

Flor sonríe:

“Tranquilo, querido, solo te baño. Déjate mimar”.

El caso es que Frank, en ese momento, no se cree merecedor de tanta atención. Aún así, Flor continúa bañándolo, estimulándolo, aprovechando que le jabona las piernas para tomar su pene y chuparlo mientras acaricia sus redondas nalgas. No es elga, de eso está más que seguro, pero tampoco cree que es digno de Flor. Lo mejor será entrar en personaje. Es cuando recién la sangre fluye a su miembro.

“Así chúpamela”, la anima con su mejor voz de galán. “Así, mamita”. Jadea profundo, cierra los ojos y le acaricia la cabeza. “Así… es toda tuya”.

Y el chico cumple su guion hasta que su esperma llena la boca de Flor.

Mira otro video aquí. 

“Una cosa es ser stripper y otra distinta es ser escort”, dice Carlos en la caseta de vigilancia mientras Tito marca su asistencia para el turno de esa noche.

“A nosotros no se nos hizo tanta bola”.

“Es que Manolo nos entrenó para comer hasta con seis cubiertos y servilleta de tela, a mantener una conversación discreta, a que la otra persona se sienta respetada e importante; hay una gran diferencia entre los chicos de ahora y nosotros”.

Ambos caminan a la casa grande.

“¿Aparte de los años?”, bromea Tito.

“Al menos sabes que quiere a Flor, pero pienso igual que Adán: no debimos involucrar a Frank en esto porque no es su lucha, no la ha sufrido como nosotros, no ha visto cómo esto pasó de ser monte a finca agrícola”.

Sí la vio, Carlos; la vaina es que él estaba muy chibolo aún”.

“¿Y qué fue de la carpeta?”

“Sí hay caso, pero ese fiscal necesita más datos”.

En la cocina, Elga corta fruta en trozos para hacerse una ensalada cuando llegan los dos peones. Se saludan cordial y respetuosamente. Ella luce algo seria, hasta diríase apagada.

“Tito, ¿podemos hablar tú y yo después de cenar?”

El gladiador y el capataz se miran.

“Claro”, le responde con cierto temor.

Tras comer casi en silencio, muy aburridos, Elga lo acompaña en la primera ronda nocturna. La primera luna llena de la semana comienza a levantarse amarillenta por el este, pero aún así cada uno va con su linterna, y en el caso de ella, la instrucción expresa de refugiarse a las espaldas de él si apareciera algún peligro. La jefa también deberá entender que no habrá contacto visual pero sí toda la atención auditiva del caso.

“Sabes que Manolo te tuvo mucho cariño. En realidad los quiso mucho a los tres, pero a ti te tuvo un cariño muy especial”.

“¿Y a Christian no?”, inquiere Tito.

Hablo de la finca. Christian no ha estado tan ligado acá como ustedes que la levantaron con Manolo desde el inicio… Pero no quiero hablar de él sino de ustedes, del espíritu de familia que han logrado, de cómo a mí me acogieron como parte de su familia cuando la mía me botó de la casa. A pesar del trabajo que teníamos, ustedes siempre me respetaron y hasta me defendieron. ¿Recuerdas ese show cuando ese tipo se subió al escenario?”

Tito ríe:

“Me bajó la tanga y me quedé calato delante de toda esa gente”.

“Pero así, sin tanga, le diste una tunda que no volvió por vuelto”, ríe Elga también.

“Y si te gusta que nos tratemos como familia, ¿por qué no retrocedes en la idea de vender La Luna?”

Elga suspira:

“Ya comprometí mi palabra”.

“Zona de mangos, sin novedad”, Tito avisa por la radio.

“Zona de mangos sin novedad, enterado”, le responde Carlos por el aparato.

“¿Comprometiste tu palabra con Christian?”

“¿Cuál es la fijación con Christian, Tito?”

“Como llegaste con él, pensé que te habías comprometido con él”.

“Más que con Christian, con el comprador”.

“¿Cruz Dorada?”

“¿Cómo sabes que es Cruz Dorada?”

“Acá vinieron hasta tres veces y no han asomado la nariz desde que Manolo los corrió a balazos. Él nunca quiso vender, por eso nos extrañó tu decisión. Incluso, sospechamos que Cruz Dorada lo mandó a matar”.

“El martes, luego que Chris me avisó, yo misma fui a la oficina de ellos y los encaré: lo negaron todo”.

“¿Y les creíste?”

“Me dijeron que una cosa era la discrepancia, pero otra era ensuciar el nombre de la empresa con un crimen. Además lo mataron en la ruta a La Santita. ¿Qué tiene que hacer Cruz Dorada en la playa?”

Tito no sabe si reír o molestarse, así que mejor opta por preguntar:

“¿Dices que Christian te avisó?”

“Sí. Creo que por la mañana vinieron acá, ¿no? Luego regresaron y estuvieron todo el día revisando unos papeles. Los escuché discutir, aunque de un tiempo a esta parte solían discutir muy seguido, pero ya sabes cómo arreglaban sus diferencias”.

“¿Dices que trabajaron todo el día?”

“Como hasta las seis, luego salieron y no regresaron hasta las diez. Seguro fueron a la casa de playa o algún hotel, ya sabes, para arreglarse. Yo estuve en la casa de playa desde el martes en la tarde y hallé algunos condones usados”.

“¿Ya no volvieron a salir el lunes?”

“Al menos Christian no. Manuel sí salió disparado como a las once. Me dijo que lo habían llamado por un asunto que estaba siguiendo… Ya no regresó”. Elga solloza.

“¿Christian no fue con él?”

“¡eso es lo que yo le reclamé después! Christian se quedó en casa, metido en el cuarto de visitas”, la mujer continúa sollozando.

Tito se detiene para confortarla mediante un abrazo.

“¿Y qué hacía él ahí?”

“Vivía con nosotros. No sé que lío había pasado con su familia, pero hace cuatro meses vive con nosotros. Yo bajé a su cuarto… hicimos el amor… nos quedamos dormidos… desperté como a las tres y no quise subir pensando que Manolo…” Elga llora amargamente.

“¿Entonces quién fue?”, murmura Tito. Súbitamente, una pequeña nube luminosa celeste se compacta en un punto de luz que brilla por unos segundos y luego se desvanece.

“¿Tito? ¿Tito? ¿Están bien?”, consulta Carlos por el radio.

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1 comentario:

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