Ya a bordo del auto, nota que Evandro no está tomando la ruta acostumbrada y que más bien baja por Armendáriz hasta el circuito de la Costa Verde.
“¿Qué haces,
pana?”
“Tomo otro
camino”.
Pero en lugar
de seguir por la pista, a la altura de Makaha, Evandro toma el estacionamiento
y detiene el auto.
“¿qué hacemos
aquí, pana?”
“Osmar, algo
no está funcionando bien entre ambos desde anoche que fuimos donde Gibrán”.
Osmar sonríe:
“Me sonó a
reclamo de pareja y tú y yo…”
“Carajo, Os,
sí somos pareja. Pareja de amigos, pero pareja al fin. Pareja de compañeros, de
vecinos, entrenamos en el mismo lugar. Mira, si me porté mal contigo y te saqué
de libreto, hermano, de todo corazón perdóname”.
“Evan… no es
eso, yo sé que estábamos… actuando”.
“¿Entonces?
¿Por qué has reaccionado tan huevonamente?”
“No lo sé….
Puede ser que no sirvo para… que no funciono… que yo….”
“Claro que
estábamos actuando, Os. ¿Crees que sentía algo por Gibrán? No jodas. Era un
cliente que pagó porque le meta la pinga al culo, nada más”.
“Eso lo tengo
claro, evan. El problema no eres tú, soy yo”.
“¿Y cuál es
el problema contigo?”
“Pues… que
una cosa es bailar como stripper e
interactuar con la gente, pero otra es que… no soy gay… ni siquiera bisexual….
Que por más que trato de reaccionar…”
Osmar baja la
cabeza.
“era eso, entonces.
Putamadre, siento como si te hubiera violado, huevón”.
“No digas
eso… tú… no sabías”.
“Igual,
perdóname. No va a repetirse. Te lo juro por lo más sagrado que no volverá a
repetirse”.
Un vehículo
de Serenazgo se aproxima y suena su sirena. Evandro pone el auto en marcha y
acelera tan rápido como puede. Al llegar a la residencial y tomar el ascensor,
súbitamente abraza fuerte a Osmar:
“Perdóname,
¿sí?”
El instructor
se aferra tanto como puede a Evandro:
“Ya,
olvídalo. Te quiero mucho, hermano. Te quiero mucho”.
Permanecen
así hasta que la puerta se abre en el piso ocho, donde queda el departamento de
Evandro. Osmar siente una rara mezcla de alivio e inquietud, como que falta
decir o hacer algo más.
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