miércoles, 25 de julio de 2012

Casa de-Formación (3): ¿Te gusta mi paloma?

Manuel por fin se siente fresco. Sale del baño con la toalla anudada por la cintura, recorre el patiecito de la azotea y se mete al dormitorio.
Jonatan está en la cama del costado leyendo Juan Salvador Gaviota.
-         ¿Listo?
-          Pucha. Ya.
-          Éste es uno de los pocos lugares donde hay agua todo el día.
-          ¿En tu casa no había agua?
Jonatan se incorpora sobre el colchón y pone la almohada como respaldo.
-         No. Teníamos que esperar a la cisterna. Además, aunque hubiera llegado al caño, no teníamos para pagar el recibo.
-          En Santo Domingo, nos cortaban el agua por las noches. Bueno, a esa hora nadie la usa, porque todos se van a dormir temprano.
-          Acá no. Dependiendo de la hora en que trabajes, siempre necesitas agua. Dicen que puedes vivir treinta días sin comer, pero no más de tres días sin beber.

Manuel comienza a buscar su ropa, sin quitarse la toalla. Ubica calzoncillo, pantalón y camiseta.  Tras darle la espalda a Jonatan, se sienta para comenzar a vestirse.
Su compañero de cuarto, quien se había puesto un polo con una paloma de la paz estampada en azul y una bermuda celeste con flores de hojas anchas en blanco y azul marino, lo quedó mirando de arriba abajo.
-         ¿Qué pasa?
-          ¿Hay gimnasio en Santo Domingo?
-          No. ¿Por qué?
-          Discúlpame, pero tienes bonito cuerpo.
Manuel baja la mirada y enrojece. Jonatan se percata.
-         Perdóname. No te quise ofender. Lo que pasa es que yo entreno… bueno, hasta ayer entrenaba, y es normal calificar los físicos de la gente.
-          No te preocupes… ¿Tú eres deportista?
-          Sí. Y como todo el año pasado estuve chambeando, me di tiempo para ir al gym. ¿Se nota, no? – Jonatan comprime sus brazos para mostrar su desarrollo muscular. Manuel siente que sus mejillas comienzan a calentarse más.
-          Sí… ¿en qué chambeaste?
-          De todo un poco. En una tienda… como delivery de chifa… hasta aparecí en un desfile de ropa en una disco.
-          ¿Pero, no sólo desfilan las mujeres?
-          No. Ya no. El caso es que pagaban miserias, pero logré ahorrar y comprar lo que necesitábamos en casa.
-          ¿Y tus papás?
-          Mi viejo era maquinista, pero se accidentó, y estuvo todo el año en la casa, sin nada qué hacer. Mi vieja se puso a trabajar. Mis otros dos hermanos también quisieron hacer lo mismo, pero ella no los dejó porque estaban estudiando superior. Entonces, como ya había acabado el colegio, le dije: vieja, yo te ayudo. No quiso… pero igual, conseguí esas chambitas.
-          ¿Y cómo llegaste aquí?
-          Una vez, el Reverendo Alex llegó a la tienda. Yo lo atendí. Me dijo que era uno de los empleados más listos y educados que había conocido. La dueña me quería botar, pero el Reverendo la convenció de que no, y hasta me subió el sueldo.
-          ¡qué suerte!
-          Yo ya lo conocía de vista porque había asistido a las jornadas vocacionales cuando estaba en el colegio, con el Reverendo Roberto… pero no me llamaba mucho la atención. Entonces, vi cómo la gente sufre, y recordé lo que nos decían en las charlas: luchar por los oprimidos para que el mundo sea más justo. Hablé con el Reverendo Alex y vine a unos retiros aquí…
Jonatan calla. Su mirada ahora se pierde en la pared crema frente a sí.
-         ¿Y… qué pasó?
-          Nada. Mi viejo se recuperó , con el Reverendo Alex le conseguimos chamba, y hablé con mi vieja para venir acá. Al inicio se palteó, pero luego me dijo que ya, que tengo vocación para esto… ¿Sabías que en el colegio me la pasaba defendiendo a los lornas, los mariconcitos? Me llegué a bronquear por ellos.
-          ¡Ala! ¿Y qué te decían?
-          Los que les pegaba, nada, porque quedaban bien abollados. Los profes me miraban con miedo. Una vez, le rompí la boca a un huebón que quiso violar a un chibolito. Me llevaron a Dirección. Me dijeron: te vamos a expulsar. Yo les dije: ya, pero, este, este, y este se van conmigo, porque hasta un profesor sabía de eso y no hacía ni mierda.
-          ¿Y qué pasó?
-          Me mandaron tres días a mi casa. Al abusador lo botaron. Me quiso buscar bronca, pero le volví a sacar su mierda. Sus viejos tuviron que llevárselo  a otra parte.
-          Pacífico no eras.
-          Ja, ja, ja. Sólo reacciono cuando veo que las cosas no son justas… Además, los dos Reverendos dicen que tengo voz de mando, y que soy elo… elo… aysh, mierda, ¿cómo es esa palabra?... Bueno, el caso es que tengo buen floro.
-          ¿Como los políticos?
-          ¡Soy mejor que los políticos.
Con toda la charla, Manuel sigue sólo cubierto por la toalla. De pronto, se oyen dos voces nuevas en el patio. Jonatan sale a ver. Manuel aprovecha para ponerse su ropa.

- ¡Hola John!
- ¡Hola Darwin!
- ¡qué bueno que se conocen! – El Reverendo Roberto abre la puerta del otro cuarto.
- ¡Claro, estuviste en la jornada del año pasado!
- Síi, pero no te vi de nuevo.
- Aquí estoy… bueno, estaré al costado.
- Ja, ja. Ah, él es Pedro.
Jonatan estrecha la mano suave de un chico delgado, cuya mirada transmite más que gusto.
-         Un placer. – dice este delicado nuevo amigo, con voz queda y engolada.
-          El placer es mío.
-         Ambos no se quitan la mirada.
-         Bien, Pedro, Darwin, éste será su cuarto. – El Reverendo Roberto interrumpe la ceremonia de presentación.

Este dormitorio  tiene una ventana que da al tendedero de la casa, en una parte no ocupada de la azotea, donde también hay cajas y un lavatorio bajo un pequeño techado. A pesar del panorama esfresco y ventilado, sin decoraciones sobre la pared blanca… y cortinas del mismo color.
-         Vigilaremos que la ropa esté seca, ja, ja, ja.
-          No importa… ¡Guaaauuuu! ¡qué rica está la cama! – Pedro se echa y hace rebotar su trasero sobre su nuevo lecho.
-          Bien. Ahora que todos están instalados, descansen, conózcanse. Nos veremos en hora y media para hacer la cena y tener nuestra primera reunión.
Los tres chicos asintieron al Reverendo Roberto.
Con mucho ademán, Pedro comienza a desempacar, mientras Darwin se desajusta la correa de su pantalón y se tira a la cama. Sin que lo inviten, Jonatan entra y abre la cortina para ver el sol ocultarse tras el muro de la lavandería-depósito de cajas. Darwin contempla cómo la luz amarilla se refleja sobre la camiseta del amigo que acaba de reencontrar, donde destacan los pectorales que deforman la estilizada paloma con el ramo de olivo en el pico.
-         Has sacado más cuerpo.
-          ¿Se nota?
-          Sí, huevón. Estás bien. ¿Has visto el mini-gym abajo?
-          Sí. Ya le tiré lente. Entrenarás conmigo.
-          Pue’eeee ser.
Ambos no se dan cuenta que Pedro se queda completamente desnudo, ha puesto sumaleta en el suelo, y se ha agachado dándoles la espalda, en un perfecto ángulo recto.
-         Ay,  ¿dónde puse mi toalla?
Las nalgas de Pedro, al igual que toda su parte posterior son lampiñas y trigueñas claras. Desde el ángulo de Jonatan, es posible ver el ano. Parece que no está pito, piensa.
-         Aquí está… ¿No se van a bañar?
-          Yo ya lo hice, - responde Jonatan, esbozando una media sonrisa.
-          Yo iré después de ti, - continúa Darwin – Ya me duché en Sechura.
-          Bueno. – el exhibicionista no tiene más remedio que salir.

-          ¿De dónde es ese chico?
-          De acá, de Piura… ¿Está por huevo, no?
-          Parece que sí…
-          ¿No se te ha armado?
-          No. Para nada.

Jonatan sale del dormitorio, sin ningún gesto en su cara. Darwin espera unos segundos y comienza a desvestirse. Tiene contextura normal, piel trigueña prieta con la marca contrastante de haberse expuesto al sol sólo cubierto por un speedo.  Los vellos le cubren todo el físico y dan la impresión de que siempre estuviera  subido de peso.  Al quedar desnudo, se da cuenta que su miembro está duro y húmedo: dieciséis centímetros que no tienen acción desde hace medio año. Una gotita transparente asoma en la uretra.
Se cubre con la toalla y se va al baño.

La puerta no tiene seguro.
Al entrar, Pedro está enjabonado. Todo el pequeño espacio  tiene un aroma increíble, rico.
-         ¿Llegas justo a tiempo para compartir este regalito. – Le muestra el prisma rosado lleno de espuma.
Darwin junta la puerta, se quita la toalla, y su pinga salta señalando al chico en la ducha. Entra a la bañera, donde Pedro lo recibe con un abrazo y un cálido beso francés. Darwin lo estrecha y comienza a enjabonarse con el cuerpo de ese  adolescente seductor. Le acaricia la espalda hasta llegar a las nalgas… son firmes. Las masajea, y poco a poco, lubrica con el jabón el ojo del culo para comenzar a meterle el dedo. Entra fácil. Casi todo.
Sin dejar de besarlo, Pedro termina de cubrirlo con la aromática espuma, hasta ocultar los vellos por debajo de una blanca y resbalosa película. La anatomía de Darwin es firme… pero más firmme y duro aún es el penne que sigue babeando su salada secreción.
Pedro lo masturba un poco, y a continuación se arrodilla.
Tiene mucho vello aquí abajo, especialmente en los huevos, que no son grandes, pero es por donde comienza a usar la boca como masajeador… primero la lengua, luego logra que los dos testículos vayan al compartimiento caliente que antes probó los labios de Darwin, quien sólo atina a jadear casi de forma imperceptible.
Pedro vuelve a masturbar el pene de su amante, y ahora  se lo mete en la boca desde la cabeza hasta la base. Lo que sigue es, usando la saliva como lubricante, sacarlo y meterlo. La saliva y el líquido pre-seminal son una misma cosa allí adentro.
Darwin cierra los ojos, y sólo siente el cosquilleo in-crescendo. No quiere pensar en nada más. El orgasmo está cerca.
Cuando no lo puede contener, ahoga su gemido para que nadie lo oiga, ni siquiera Pedro, mientras dispara su pegajoso líquido blanco.
Al abrir los ojos, ve el rostro del delgado y lampiño felador lleno de semen. Una sonrisa se dibuja en la cara de ese muchacho, mientras él no puede cerrar la boca.
De pronto, dirige la mirada a la puerta.
-         ¡Mierda!
Está entreabierta…
(CONTINUARÁ...)

©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares y situaciones  son pura coincidencia.

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