- Joyful, joyful…
En el jardín, el Reverendo Rafael está cumpliendo, a medias, uno de sus deseos.
- Joyful, joyful… ¿qué más sigue?
Atascado en el mismo verso, rasguea una guitarra. De cuando en cuando, repitiendo las mismas palabras, mueve las clavijas porque percibe cierto desafinamiento.
- Joyful, joyful…
- Si no pasas de allí, te hago aprender Rosal Viviente en inglés.
- ¡Reverendo Alexander!
El joven se levanta de la banquita de cemento, deja la guitarra a un lado… y se inclina para dar un abrazo a su nuevo superior. Y es que el Reverendo Alexander apenas supera el metro 62, pero con ese cuerpo de gimnasta olímpico, con el color del barro crudo y húmedo de su natal Simbilá, estrecha cariñosamente, por varios segundos, al frustrado ¿trovador?
- ¿Todo bien, hijo?
- Perfecto. Bueno, sería mejor si hiciera menos calor.
- No te preocupes. En la casa, todos somos hombres, así que, si quieres, anda calato… pero eso sí, ponte la guitarra encima de las bolas, si no, tendremos que cambiar la denominación a Casa Nudista de Formación.
Rafael quiere entender lo intrincado de la broma, pero tiene igual suerte que con el instrumento musical. Tras el abrazo, ambos se sientan en la banquita.
- El Reverendo Roberto me dijo que ya llegaron los cuatro formandos.
- Sí. Manuel, de Santo Domingo; Darwin, de Sechura; y Jon y Pedro de acá, de Piura.
- Lo felicito. El año pasado no nos fue bien, ¿verdad?
- Memo, Luis y Sandro. Todos se desanimaron.
- La Congregación no quedó contenta por ello.
- Sí. Lo sé. Por eso pedí un formador más joven. Y creo que eres el indicado.
- ¿En serio? Se lo agradezco. Ojalá que haya buena madera.
- Espero que sí. Ya me advirtieron que si obtenemos los mismos resultados que los últimos tres años, cerrarán esta misión.
- Haremos lo imposible para que eso no suceda. Incluso cantar como Whoopi Goldberg. Lo que no entiendo es que he visto esa película como cien veces, y no me he memorizado la canción.
- Que yo recuerde, Whoppi Goldberg no cantó en esa película, sino el coro.
- Cierto… ¿no?
- No creo que sea necesario llegar a esos extremos. Te lo prometo.
- Así será.
El Reverendo Alexander coloca su mano derecha sobre la izquierda del Reverendo Rafael, y la palmea tres veces, mientras lo mira a los ojos. El atardecer comienza a ahogar sus tonos rojizos, y los vira al negro de la noche.
En la cocina, Jorge arregla su mochila. El Reverendo Roberto calienta ahua para la cena de bienvenida. Entonces, el musculoso ayudante rodea la mesa hasta quedar detrás de él.
- ¿Ya vio a los nuevos chicos?
- Sí. Esos son todos los que pudimos llamar.
- Voy a hablar con el Reverendo Alex.
- ¿Para qué?
- Creo que me mudaré acá. Arriba, al cuartito que está desocupado. En vez de que se empolve, que me lo den a mi.
- Pero… es para algún formando.
- Si viene alguno, me voy. Pero, mientras tanto, creo que le soy más útil al Reverendo Alex aquí que en la calle.
El Reverendo Roberto se voltea a verlo. Jorge ha entrecerrado sus ojos.,
- No se preocupe. Me lo agradecerá después.
La escalera de caracol comienza a temblar y a hacer ruido, cuando cuatro voces se aproximan desde arriba. Jorge voltea la cara hacia el patio interior.
- Ya bajan los angelitos. Bueno, es hora de que este diablito se retire. Hasta mañana.
Jorge toma su mochila, guiña al Reverendo Roberto y sale por la puerta de servicio.
Pedro, Darwin, Jonatan y Manuel entran a la cocina. Los tres primeros no paran de conversar, y el chico de la sierra los mira sonriente. Todos saludan al Reverendo convertido en cocinero, quien abre la alacena y saca fideos, carne molida, tomates: y luego, de la refrigeradora, queso, naranjas y una gran jarra de agua.
- A ver cómo nos organizamos. La primera tarea comunitaria será hacer la cena. Repártanse trabajos. Ahí están las cosas.
Dicho y hecho. Los cuatro tomaron por asalto la cocina y cuarenta dedos se mueven al mando del Reverendo.
Los otros dos, que están en el jardín, ingresan y se sorprenden de ver tal movimiento.
El Reverendo Alexander da tres palmadas en la espalda al Reverendo Rafael, como quien demostrando que hubo éxito en la selección.
En media hora, la cena está lista. Antes de comer, el Reverendo Alexander pide la palabra. Cuando todo está quieto, pasea su mirada sobre los cuatro formandos.
- Bien, chicos. Ya están aquí. Tendremos jornadas de estudio, meditación y trabajo en comunidad; pero también habrá momentos de diversión y distracción. Por lo pronto, ahí afuera está el mini-gimnasio para que lo aprovechen, y también cultiven su salud corporal. Del mismo modo como debemos fortalecer lo físico, trabajaremos en reforzar el alma y su vocación. Bienvenidos.
Tras una breve acción de gracias, invita a todos a sentarse y comienza la ronda de presentación por el mismo. Como la mesa es redonda, a continuación habla Darwin, y luego Jonatan (quien agradece al Reverendo Alexander todo lo que hizo por él), el Reverendo Roberto, Manuel, Pedro, y finalmente el Reverendo Rafael. Por cierto, no es casualidad que estos dos se sienten juntos, aunque sólo uno de ellos lo hace a propósito… y es que el religioso tiene cierta belleza que es imposible que se le ignore.
Lo miran a hurtadillas. Todos sin excepción.
La cena está llena de risas, chistes, tomaduras de pelo…
Cuando terminan, y, tras unas indicaciones del Reverendo Rafael, los cuatro formandos lavan los platos. Los religiosos los dejan solos, no sin la previa advertencia de no quedarse hasta tarde.
No ha sido un día fácil para Rafael. Va al dormitorio, se lava los dientes. Busca su ropa de dormir, se la pone y se echa a la cama. No soporta más tiempo despierto.
De pronto, se levanta fastidiado. Está sudando. Se desnuda, va a tomarse una ducha, se seca y, así, sin ropa, se echa a la cama, quedándose profundamente inconsciente en poco tiempo. Lo último que repara es que está solo.
En el cuarto contiguo, los Reverendos Roberto y Alexander se reúnen. Repasan las cuentas del día, revisan planes para la semana. Aunque ya abrió su ventana, el Reverendo Superior se quita su camiseta, y su escultural torso está al descubierto. Sobre su abdomen plano, una hilerita de vellos rodean al ombligo. Otra vez, al Reverendo Roberto se le van los ojos… algo que el otro advierte de inmediato.
- Vas a tener que controlarte.
- Disculpa.
- …Tenemos buen material este año. Ojalá no metamos la pata.
- Creo que ya aprendimos cómo no hacerlo, ¿no?
Espero que sí… le veo más potencial a Jon y a Manuel.
- ¿Y los otros dos?
- Hay que pulirlos.
- Pedro parece muy evidente.
- Sí, lo he notado. pero no lo veo como problema. Debemos convertir la amenaza en oportunidad. Nada más. Fuera de eso, ya no está César como formador, así que la probabilidad de deserciones se reduce. Rafael es otra cosa.
- ¿Tú crees eso?
- Se sintió cómodo junto a Pedro durante la cena. César ya lo hubieradesanimado la primera noche, como pasó con Sandro.
- Rafael parece deportista. Es lo opuesto a César.
- Sí, lo es. Esa es una de las razones que me animaron a solicitarlo.
- Entiendo. Ojalá no te equivoques, si no, nos iremos de aquí.
- Con la ayuda del Supremo, eso no pasará.
- En la azotea, Jonatan rescata una especie de sofá de metal tejido con cable de plástico. La coloca en el patio junto a los dormitorios, y aprovechando el viento fresco y la luz de un potente foco, se echa a continuar Juan salvador Gaviota. Se escucha que alguien se baña.
- Estaba concentrado, cuando aparece Darwin.
- Jon, ¿podemos hablar?
- Sí. Dime –
Jonatan se incorpora, cierra el libro y golpea sobre los cables a su costado, invitando a que Darwin se siente.
- Esteeee… quiero que me digas algo, pero sin vacilarme, ¿ok?
- Claro. – Jonatan presiente que no será una conversación fácil.
- Esta tarde, cuando me estaba bañando… ¿tú abriste la puerta del baño?
- ¡¿Yo?!
- Digo, a la mejor querías entrar y estaba… ocupado.
- ¡No! ¡Para nada! ¿A qué hora te bañaste?
- Luego que saliste.
- No. Regresé a mi cuarto y me puse a conversar con Manuel.
- ¿Seguro?
- Claro… ¿Por… qué?
- Es que… me estaba enjabonando y cerré los ojos. Cuando me enjuagué, la puerta del baño estaba entreabierta.
- Je, je… ¿y no habrá sido… Pedrito?
Darwin se abochorna, y comienza a sudar frío.
- No te pendejees conmigo.
- Carajo (mierda, una lisura)… no huevón. ¿Para qué te voy a abrirr… la puerta del baño?
En ese momento, Pedro sale con una breve toalla anudada a la cintura. Sus nalguitas se marcan bajo la tela humedecida. Los mira y se les acerca.
- Hola chicos. ¿Charlando?
- Sí. –Jonatan siente que es un buen momento para salir de escena. – Me voy a dormir. Que duerman… rico.
- Gracias Joncito. – El coqueto Pedro lo sigue con la mirada hasta que el físico de modelo de Jonatan desaparece tras la puerta que se cierra frente a él.
Sonriente, regresa a mirar a Darwin y le hace un ademán con los labios: el chico le gusta.
Darwin se levanta, serio y silencioso. Se mete al dormitorio donde él y Pedro compartirán la noche. Ya solo, el piurano entiende que algo anda mal. Un buho pasa volando sobre la azotea.
Poco después de las once de la noche, Roberto entra a su dormitorio procurando no hacer ruido. Va al escritorio, toma la lap-top y la prende. Teclea lo más despacio posible para no despertar a Rafael, quien duerme completamente desnudo en la cama del lado.
Roberto apenas logra ver los hombros y la cabeza con el resplandor de la pantalla. Rafael respira profundamente, signo inequívoco de que Morfeo se lo ha arrebatado por completo. Parece que está durmiendo de costado.
Roberto gira poco a poco la computadora para que la tenue luz del monitor le permita descubrir algo más.
Efectivamente, Rafael está dormido de costado. Identifica el pecho, el marcado abdomen, las caderas, las piernas.
Por largo rato, deja la lap-top girada para contemplarlo, y regodearse mil y una veces con ese espectáculo indescriptible: el grueso y largo pene de Rafael está erecto… y no es nada pequeño. El prepucio apenas deja salir al glande.
Roberto siente la necesidad de liberar al suyo, tan largo y grueso como el que está viendo. Está húmedo de lfluído pre-seminal.
En silencio, comienza a masturbarse.
Se quita la camiseta.
Continúa.
En un par de minutos, un chorro de leche espesa aterriza sobre su pecho y estómago.
Roberto contiene un gemido de placer, largo tiempo no experimentado.
Debe limpiarse. Deja la computadora a un lado, siempre iluminando a Rafael, quien, ahora, está durmiendo dándole la espalda y el trasero.
(CONTINUARÁ...)
©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia.
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