Nunca el cobertizo posterior de la casa de la parcela anduvo tan concurrido, especialmente por los “ingenieros”, y así lo hizo notar David a Jano, mientras supervisaban el cambio del cableado telefónico.
- Si pancho y Nando han pasado por el costado del mini-gym, unas cien veces, ha sido poquito.
- ¿Y tú, David, no sientes curiosidad por el mini-gym?
- ¡Hombre! Las planchas y las ranas siguen siendo efectivas.
Jano sonrió sin ánimo. Se ensimismó por un segundo, y siguió trabajando.
En el almuerzo, el mini-gym fue el tema más importante de conversación, al punto que Jano tuvo que terciar.
- Bien, muchachos, organícense, porque no quiero disputas por el momento en que lo van a utilizar. Además, compórtense, qué dirán los técnicos aquí presentes.
Eran dos varones. El primero, joven, como de unos 25 años, de cabello lacio grueso, peinado con raya en medio, trigueño, alto y de contextura normal. El segundo era delgado, un poco mayor, como a finales de los 30 –rozando los 40- y un poco más alto que el anterior, además de tener el cabello corto y zambo. Al escuchar a Jano, ambos sonrieron.
- Con advertencia y todo, el almuerzo fue un debate completo por los turnos, hasta que al final decidieron que a las cinco de la mañana lo usaría Pancho; a las cuatro de la tarde, Nando; a las cinco, Raúl; y luego quedaba libre para quien quisiera practicar, además de las mañanas. Aunque, camino a su dormitorio, Nando terminó convenciendo a Raúl para permutar los turnos.
- - es que mi rutina es más completa, pata. Además, ¿quién trajo el aparato?
Raúl accedió de mala gana, aunque siempre terminaba cediendo a la opinión de Nando. Pancho los quedó mirando, algo incómodo.
Para las tres de la tarde, ya había Internet en la parcela. El ‘click’ de honor lo hicieron Jano y David. También había un teléfono más moderno en la oficina, otro en la sala y otro en el cuarto de Jano.
Este era el último lugar de trabajo de los técnicos, donde no demoraron más que poner el aparato, conectar, probar y dar por verificado el procedimiento.
El delgado y mayor se dirigió a Jano:
- Terminado, ingeniero, y funcionando. ¡Uf! Aquí sí que hace calor.
- Aquí hay baño. Si desean tomen una ducha.
Los dos técnicos se miraron sorprendidos por la invitación.
- No, no queremos incomodar. Lo que sí le agradeceríamos es agüita.
- Vengan a la cocina.
Jano les invitó limonada helada, especialidad de Jerry. Luego, Jano y el técnico mayor se fueron a la oficina a ver lo de los honorarios. El más joven se quedó con el cocinero, y lo miraba de reojo, hasta que sus miradas coincidieron.
- ¿Cómo te llamas?
- Leandro.
- Yo soy Jerry. Trabajo aquí.
- Tu cara me es familiar. ¿Tú no trabajabas por el Bajo Chira?
- Hasta hace casi medio año. ¿Meviste por allá?
- Bueno. No sé si te acuerdas. Era la fiesta de un santo de por allá.
Jerry abrió los ojos mucho más, y por fin hizo memoria; pero cuando iba a recordar todo lo que había pasado, llegó el otro técnico y le ordenó salir, pues regresaban a casa.
Jerry se quedó con la palabra en la boca.
- Mira, pues. Es que con uniforme, es decir, sin uniforme… se ve distinto.
Ante la mirada de Wilfredo y Gabo, Pancho, Raúl y Nando terminaron de montar el mini-gym y hacer pruebas. Eran tres niños crecidos y de carnes firmes comportándose como cuando se tiene juguete nuevo. Pancho vestiía un short de lycra debajo del que evidentemente no había nada; Raúl fue con su bermuda blanca; Nando exhibía su musculatura cubierto apenas por un boxer negro con ribetes celestes y pretina blanca.
Mientras tanto, Jano conducía de nuevo a Piura, con los dos técnicos a bordo. El joven iba en el asiento trasero y su colega mayor en el del copiloto.
- ¿Cansado, maestro?.
- Le hubiera aceptado el baño, ingeniero.
- Se puede resolver aún. Aunque no lo crea, yo también quiero un baño.
Jano miró de forma insinuante al técnico a su derecha, y éste al que iba atrás. Luego el copiloto regresó a ver a Jano.
- ¿Qué idea tiene?
En la casa de la parcela, y ajeno al jolgorio del mini-gym, David seguía sentado en la computadora, hasta que alguien en la puerta lo asustó.
- Disculpa, David. No era mi intención.
- Descuida, Jerry. Estaba trabajando en la lap-top.
- ¿Cierto que ya hay Internet?
- Sí.
- Ojalá algún día pueda ver mi correo, o mi Messenger.
- ¿Por qué no lo ves ahora mismo?
Jerry intuyó que vería algo más que mensajes de correo o chat.
En una ciudad antes de llegar a Piura, pero algo desviada de la ruta hacia el norte, la camioneta de Jano llegaba a un hotel en la orilla del río Piura.
- Una habitación para los tres. Sólo queremos bañarnos y descansar.
En minutos, Jano y los dos técnicos estaban en una simple con baño privado y televisor. El técnico más joven accionó el control remoto: en la pantalla, dos hombres penetraban a una chica al mismo tiempo, gimiendo. Los dos técnicos se miraron de nuevo, y luego a Jano, quien, para entonces, ya estaba bajándose el pantalón.
- ¿qué dicen? ¿Compartimos la ducha?
En la parcela, y sin dejar de discutir, Nando, Raúl y Pancho compartían, la ducha, con el recurrente tema de la musculación, rutinas, dietas, y referentes del culturismo nacional y mundial. Wilfredo aprovechó el pánico para tirar con Jano, nuevamente, aunque esta vez usando condón.
Sin mucho esfuerzo, Jerry y David se escabulleron en el cuarto del segundo, se despojaron de toda su ropa, abrieron la lap-top, y se echaron boca abajo, desnudos, a ver una película porno gay recién descargada.
En la ducha del hotel, Jano y los dos técnicos acariciaban sus recios cuerpos bajo la lluvia fresca. Allí el chico pudo ver que el más viejo, aunque delgado, tenía músculos marcados, un poco más que Wilfredo, mientras que el más joven era atlético aunque sin mucha definición muscular.
El técnico mayor acariciaba con una mano la espalda y trasero de Jano, mientras lo besaba en la boca, y con la otra, recorría desde la nuca hasta el medio de las nalgas del técnico más joven, a quien besó después. Las tres pingas convergían en un mismo punto: la de 18 de Jano, rosada y venuda; la trigueña y también venuda, de unos 19 centímetros del técnico mayor; y, la de 15 y trigueña, pero gruesita del técnico más joven, que, por cierto, competía en firmeza y redondez de culo con Jano,–nada despreciable y sexy sin ser crecido, como el de Pancho o Nando.
Por su parte esos dos no cesaban de debatir, con Raúl tratando de mediar en la discusión, sin éxito. Tanto era el apasionamiento que los tres permanecían aún desnudos en su cuarto, entretanto que en el del costado, Wilfredo eyaculaba sobre el pecho de su sobrino, y en el cuarto de Dabid, Jerry se encaramaba sobre la espalda del administrador para besarla desde la nuca hasta el medio de las nalgas; luego, regresó hasta el cuello para hacer el mismo trayecto, esta vez, besándola, a lo que David respondió retorciéndose y gruñendo por las placenteras cosquillas que sentía, especialmente cuando le hicieron el beso negro, mientras dos chicos blancos musculosos hacían un bareback en la pantalla de la lap-top.
En el cuarto del hotel, el técnico mayor le metía su pene a Jano, y éste a su vez al técnico joven. Claro que antes, y vía el intercomunicador, el dueño de la parcela debió ordenar una tira de preservativos. Jano movía su culo de tal manera que se la corría al técnico mayor y le daba un masaje prostático al menor. Los tres gemían confundiendo sus exhalaciones con las de la película en el televisor.
Igual pasaba con Jerry y David. Sin dejar de ver el monitor, el administrador se había puesto en cuatro, dando al cocinero toda la maniobrabilidad necesaria para perforarle el culo, de manera casi violenta, dándole una agridulce sensación de placer. De vez en cuando Jerry nalgueaba a David, con cierto escándalo, tanto como el de sus caderas al chocar con las nalgas lampiñas del piurano clasemediero.
En el cuarto del hotel, el técnico joven estaba sentado sobre la pinga de Jano, la que tenía dentro de su ano al mismo tiempo que la del técnico mayor. Con el orto extremamente dilatado, ese muchacho comenzó a quejarse de dolor, mientras Jano intentaba darle placer masturbándolo, hasta que consiguió que eyaculara, pero tal acción comprimió tanto el ano del técnico, que las dos pingas fueron expulsadas de inmediato. Sin importarle nada, el técnico, se acostó sobre el cuerpo de Nando manchando sus vientres con semen. El técnico mayor comenzó a corrérsela, hasta que se quedó mirando un hilo rojo en la entrepierna de su colega más joven:
- estás sangrando, huevón.
En la parcela, tras un piernas al hombro, Jerry y David se masturbaron mutuamente y eyacularon con diferencia de un minuto a favor del cocinero. El abdomen y el pecho del administrador estaban inundados del blanco fluído. Mientras las daban, ambos gruñeron con cierta fuerza.
- ¿Te gustó?
- De la puta madre, Jerry. De la puta madre.
En el cuarto del hotel, el técnico joven, se masturbó por segunda vez viendo cómo su colega mayor penetraba a un inquieto Jano que se mecía en la pose de perrito, gimiendo excitado, hasta que recibió sobre su espalda el semen del otro hombre. A su vez, él se incorporó, y gimiendo fuerte, se la corrió hasta disparar su leche sobre el suelo. El técnico joven volvió a mancharse su torso con su propio semen.
Los tres regresaron a la ducha para lavarse, y casi dos horas después de pedir la habitación, retomaron el camino a Piura. Jano, aunque satisfecho, iba aturdido por una sensación inexplicable de nostalgia.
En la parcela, aunque Jerry se escabulló por la puerta principal y se fue, David no pudo disimular su bochorno al llegar a la cocina y ver las miradas de Wilfredo, Gabo, Pancho, Raúl y Nando encima de él. Se sentía desnudo, avergonzado. Todos estaban en silencio, terminando la cena.
Nando, sonriendo, rompió el hielo:
- No lo olvides: esta es la parcela de Jano.
(CONTINUARÁ…)
©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares y situaciones es pura coin
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