lunes, 23 de julio de 2012

Fantasías: Mi instructor de natación

Era lunes, otra vez, y como siempre, desperté desganado, aborreciendo la idea de tener que asistir a la universidad, hacer mis deberes y acudir a mis clases de natación.
A pesar de ello, mis tardes siempre se tornan entretenidas, ya que pasar de dos a tres horas en el agua me relaja increíblemente.
Salí de clases, almorcé y me disponía a ir a casa a descansar para luego ir a nadar, cuando repentinamente sonó mi celular. Era un compañero que me informaba que tengo que presentar mi parte correspondiente en un trabajo grupal mañana por la mañana, y no el fin de semana tal y como se había previsto.
-Bueno, no queda de otra- me dije a mí mismo. Pasé 4 horas frente a la computadora redactando el maldito texto, que por momentos me ponía de mal humor, y más aún porque no me inspiraba realizarlo. Era una materia que no me agradaba en lo absoluto.
Así, dieron las 6 de la tarde.
Ya en la ducha, miré el agua recorrer cada centímetro de mi cuerpo. Los resultados del gym saltaban a la vista, y ello me excitaba. Mi espalda ancha, hombros redondeados y una cintura que había demandado un gran esfuerzo eran el preámbulo a unos glúteos redondos, firmes y grandes, piernas marcadas por practicar atletismo, y entre ellas mi miembro semi erecto que delataba mis ganas de tener sexo.
-Es tarde para ir a la piscina- pensé mientras limpiaba el espejo del baño, empañado por el vapor de la ducha –aunque si descanso un poco lograré cumplir con la agenda del día-

Como lo mencioné, terminaba mis días absolutamente relajado porque pasaba largas horas en la escuela de natación, conversando con algunos compañeros o con mi instructor y nadando obviamente.
Mi instructor era un tipo de aproximadamente 27 años, de cabello negro, ojos verdes y de un cuerpo que no podía pasar desapercibido. Siempre había llamado mi atención, desde el primer día que inicié mis clases. Su perfecta espalda, sus pectorales marcados y sus grandes brazos despertaban en mí el deseo, la excitación, por lo que tenía que regresar al agua para disimular mi erección cada vez que mi mente viajaba de manera veloz, y mis pensamientos me traicionaban al mirarlo en bañador y apreciar su enorme bulto.

Llegué aproximadamente a las 8 y 30 de la noche a la escuela, dejé mi tarjeta en recepción y pasé al área de la piscina.
-Nadarás sólo hora y media Sebastián- me dijo amablemente con una sonrisa la recepcionista.
-Si pues, eso me pasa por dormilón jaja- respondí amablemente.
Llegué al baño, abrí mi casillero, me desnudé, busqué en mi maletín mi bañador y me vestí.
Luego, fui hacia el espejo para poder colocarme la gorra cuando de pronto apareció Marco, mi instructor, llevando una toalla a la cintura.
-Flaco, ¿estas son horas de llegar?- me dijo sonriente a través del espejo mientras pasaba detrás mío dirigiéndose al lavador que se hallaba al lado.
-Me quedé dormido, ¿no hay gente verdad?- le respondí.
-No, si has podido ver, está vacío, y yo ya me iba pero por tu culpa me tendré que quedar hasta que cierren- añadió con tono de broma.
Sólo atiné a sonreír.
-Sólo espero que valga la pena- me dijo mientras pasaba por detrás rozando su pecho en mi espalda y con una sonrisa pícara.
No podía creer lo que estaba pasando, ¿eran ideas mías o estaba coqueteando?

Me dirigí a la piscina, me acerqué a él y le dije:
-¿Qué hacemos hoy?-
-Libre, total, sólo tienes una hora- me dijo mientras me miraba en el agua.
Nadé unos 20 minutos, mientras él oía música en su iPod, distraído.
De pronto, vi a la recepcionista acercársele. Regresó rápidamente a su oficina y de pronto salió por la puerta de ingreso con rumbo a la calle.
-¿Qué pasó? ¿Todo está bien?- le pregunté a Marco mientras salía del agua.
No me oyó, era obvio, tenía los audífonos puestos.
Me acerqué, le toqué el hombro y le dije: ¿Todo bien?
-Sí, la flaca que tiene una reunión y me ha pedido de favor que cierre el local y que mañana pasa a recoger las llaves temprano- respondió.
-Uhmmmm, entiendo, ya me aburrí- añadí.
-Jajaja, flojo como siempre- me respondió mientras se ponía de pie.
En ese momento mi mirada sólo se dirigió a una parte de su cuerpo: su paquete, el tremendo bulto que tenía y que ahora se marcaba mucho más en su bañador.
Era notorio, estaba excitado, ¿la razón?, creo que ni él mismo lo sabía.
Entonces, él notó que su enorme bulto había captado mi atención, se agarró el paquete y lo frotó suavemente.
-¿Nos vamos?- me dijo.
-Claro, vamos a cambiarnos- le respondí.
Ya en los baños, noté que me miraba fijamente el trasero. De reojo, vi que su erección no disminuia, y él se hallaba recostado en los casilleros.
-Que buen culo tienes- me dijo, pero esta vez no reía, al contrario su tono de voz era distinto, nunca lo había escuchado así.
-Los resultados del gym- exclamé, volteando a mirarlo y guiñándole el ojo.
De pronto, sentí que se acercó, tomó una toalla y me empezó a secar la espalda.
-¿Qué haces?- le pregunté nervioso y extrañado.
-Evitando la demora- me dijo muy cerca al oído.
Era inevitable, ya la tenía dura con sólo sentirlo cerca. De pronto no sentí la toalla y sólo sentí su paquete rozando mi bañador entre mis nalgas.
Así transcurrió por lo menos un minuto, sin decir ni una sola palabra, como si ambos supiéramos que siempre habíamos estado esperando este momento.
Me di vuelta y mirándolo a los ojos le dije: -¿Sabes algo? Me gustas…
-Ya lo había notado- respondió –Relájate, que lo que pasa aquí, queda entre nos… Además, aún no termino mi hora de trabajo.
Nervioso, le dije: -Una de mis fantasías siempre ha sido hacerlo en el baño de un gimnasio…-
-¿Y de una escuela de natación no?- añadió mientras pasaba una de sus manos por mi pecho y la otra por su paquete.
-¿Podría ser mejor no crees?
Entonces no aguanté más, lo besé y me devolvió el beso. Acercó mi cuerpo al suyo, duro como una roca, mientras sus manos acariciaban mi trasero y abrían mis nalgas.
Una de mis manos agarraba su paquete mientras que la otra descubría el resto de su cuerpo y acariciaba su perfecta espalda. Nos separamos, me quité el bañador mientras él hacía lo mismo. Cuando regresé la mirada, estaba sentado en una de las bancas que había ahí dentro, frotándose su enorme palo, de unos 19 centímetros aproximadamente.
-Chúpamela- me dijo, con esa sonrisa pícara que me encantaba.
Obedecí, su pinga estaba dura, y mi lengua iba de arriba abajo una y otra vez.
Comencé a succionar, y ver su cara de placer me excitaba aún más.
-Que rico, sigue, sigue…- exclamaba mientras sujetaba mi cabello.
Se puso de pie, fue hacia su maletín y sacó un condón de uno de los bolsillos.
Ya de regreso, comenzó a besarme la espalda y el cuello mientras sobaba su pinga entre mis nalgas. El líquido pre seminal humedecía la entrada de mi ano, y yo sólo disfrutaba cada segundo.
Se acostó en la banca y me dijo: -Ven, sube, quiero follar ese rico culo que tienes- mientras se colocaba el condón que anteriormente había tomado
Me acomodé encima de él y poco a poco fue introduciendo esa deliciosa pinga que había tenido en mi boca escasos minutos atrás.
El dolor me invadía, pero poco a poco desaparecía dando lugar al placer.
Los gemidos llenaban el lugar, me tomaba por la cintura, y yo me movía suavemente.
Mi fantasía se estaba cumpliendo y era mejor de lo que la había imaginado.
De pronto me sujetó contra su pecho y empezó a bombear rápidamente. El sonido de mis nalgas contra sus muslos me recordaba una de las películas porno que había visto alguna vez en internet. Era una sensación increíble, no quería que se detuviera y por eso solo atinaba a gemir.
-¿Te gusta?- me preguntó al oído mientras seguía bombeando.
-Me encanta- respondí con voz suave.
-Ven, agáchate, ponte en cuatro- me dijo mientras me acomodaba encima de una toalla en el suelo.
Él se acopló y nuevamente empezó a penetrarme. Esta vez sentía su pinga más adentro, pero me encantaba el placer. Él gemía fuertemente y de vez en cuando decía: -Que rico culo tienes-
Bombeaba rápidamente y me lanzaba una que otra nalgada. Yo apretaba sus muslos contra los míos, evitando que se detuviera y reclamando más y más velocidad.
Sus manos recorrían  mi espalda y luego sujetaban mis hombros afirmándome contra él
Entonces, hizo que me acostara en la toalla y él también lo hizo. Podía sentir su cuerpo sobre el mío. Abrió un poco más mis piernas para introducir mejor su pinga, y esta vez empezó a moverse en círculos suavemente. El placer era indescriptible. Me mordía la oreja por ratos y su lengua pasaba por mi cuello.
De pronto, bombeó rápidamente y lanzó un gemido intenso.
-Me vengoooo- exclamó. Rápidamente sacó su pinga de mi culo, se quitó el condón, y derramó toda su leche entre mis nalgas.
Me sentí satisfecho. Él continuaba gimiendo mientras expulsaba la última gota de semen.
-¿Te gustó?- le pregunté mirándolo.
-Ten por seguro que no será la última vez- me respondió con una sonrisa, esa sonrisa que siempre me sedujo.

Nos dirigimos a las duchas con nuestros cuerpos aún calientes por la temperatura. Me besó y exclamó: -Debes venir siempre a esta hora, no vengas tan temprano, y así podré darte clase a ti solito jaja-
Solo sonreí. Después de todo, iba a obedecerlo.
Ya con el agua recorriendo nuestros cuerpos, su pinga empezó a ponerse dura nuevamente…
-¿Una más?- me dijo mientras se acercaba a mí, me besaba el cuello y la frotaba entre mis nalgas. Sus fuertes brazos se entrelazaban en mi pecho y podía sentir lo fuerte que era.
-No, esperen…-
No había terminado de decir la frase cuando sonó mi celular. Me hallaba en mi cama, en toalla, y la llamada de mi compañero interrumpió mi sueño húmedo. El muchacho sólo quería decirme que el trabajo que le había enviado estaba bien hecho.

Miré la hora en el reloj. Eran las 8 de la noche, me había quedado dormido, y mientras sonreía pensé:
-Es muy buena hora para ir a nadar-

Escrito por Sebastian para Hunks of Piura Entertainment. ©2012. Los nombres son ficticios.

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