jueves, 3 de enero de 2013

El Vigilante (10): Un abrazo

Hunks of Piura

Había pasado una semana desde que Marcos dejó el pueblo, el campo, y se mudó a casa de Ricardo y Lidia, en la ciudad. Era su primer fin de semana de descanso de su trabajo, así que eEl resto del sábado, se dedicó a dormir.

En la medida de lo posible evitaba a Lidia, especialmente cuando estaba junto a su primo, para impedir que las miradas de la chica delataran cualquier cosa. Francamente, pensó que lo mejor era, cuando tuviera algunos ahorros, mudarse a un cuarto cerca del gimnasio, que esa tarde, antes de llegar, ya había visto.

De todos modos, para no caer majadero, esa noche se puso a ver televisión en compañía de sus primos.

-          ¿Y qué tal tu primera semana?

-           Bien.

Mientras el resto se prendía a los realities sabatinos, ellos vivieron momentos de sobresalto con una película de suspenso, no tanto por la trama, sino por que el láser del DVD se trababa de vez en cuando.

Casi a medianoche, la película terminó, y Marcos se fue a dormir. Mientras ganaba sueño, escuchaba a lo lejos, gemidos y jadeos.

Cuando quedó inconsciente, soñó que cachaba a Lichi. El catequista estaba boca abajo, y él estaba subido encima, metiéndole pinga de una manera feroz. No pudo reconocer el espacio, pero parecía un cuarto viejo, con altas ventanas y cortinas ondeantes. Decidió cambiar de pose, y al ponerlo boca arriba, quien le abría las piernas y recibía sus 17 centímetros era Danilo, su instructor, que le pellizcaba las tetillas y le acariciaba los glúteos. Al ver hacia la ventana, identificó al joven Javier, quien parecía esperar turno, pero, mientras tanto, era sodomizado por Rutilio, su compañero. Cuando bajó la vista, era Lidia quien se le abría de piernas y recibiía su falo en su húmeda chucha.

Sintió que la puerta se abría, y al voltearse… despertó.

Estaba solo en el cuarto, peleando con sus sábanas, desnudo, erecto. Había amanecido el domingo.

 

Tras ayudar a hacer el desayuno, como era costumbre, junto con Ricardo y Lidia, se hizo limpieza general de la casa: una sala, una cocina, dos cuartos, el baño y un pequeño patio trasero con un jardín lleno de coloridas flores.

Todavía tuvo tiempo para ir a las once a entrenar un rato al gimnasio. Danilo también estaba limpiando a fondo.

-          Tarde, campeón.

-           Disculpa.

-          Danilo sonrió. Esa mañana, Marcos hizo algo más suave, como para reafirmar el cuerpo. Terminó poco después de mediodía, otra vez, sudando a chorros. Danilo se lo hizo notar.

-           Si quieres báñate acá, como la vez pasada.

-          Marcos vio la puerta de la ducha, y recordó cómo terminó follando a su instructor. Aún recordaba el extraño sueño de la madrugada, y sintió que la sangre se le acumulaba en la paloma.

-           Otro día. Quiero almorzar.

-          Danilo sonrió, y lo despidió cordialmente.

-           Te mueves bien, campeón. Vas a llegar lejos.

-          Marcos no entendía qué quería decir eso, o prefirió no darle importancia.

 

Ricardo, Lidia y él salieron a comer juntos a un restaurante de la Panamericana. Degustaron cebiche, comieron una parihuela y brindaron varias cervezas, en especial Ricardo y Lidia. Marcos, apenas, si probó un par de vasos.

Algo picados, regresaron a casa. Marcos se metió a su cuarto, se desnudó y se echó a dormir. Estaba comenzando a agarrar sueño, cuando tocaron a su puerta. Buscó una toalla y se la puso. Era Ricardo, sonriente y desnudo totalmente, con la verga semi-erecta.

-          Lidia quiere que “juguemos” un rato. Ven.

-          Marcos se quedó de una pieza.

-           ¡Ven, huevón!

-          Lidia estaba sentada en el sofá de la sala, totalmente calata, con la mirada caliente clavada en ambos y su mano acariciándose la vulva. Ricardo se sentó junto a ella, la besó en la boca y le comenzó a acariciar las tetas. Se volteó, e hizo un gesto al calato y anonadado Marcos para que lo ayudara.

-          Marcos y Ricardo la flanqueaban besándole el cuello, manoseándole los pechos. Ella paseaba su mano por las perfectas anatomías de ambos machos. Las dos vergas estaban erectas, y usó cada mano para corrérsela a cada varón.

-          Ricardo besó en la boca a su mujer, y luego le hizo el ademán a Marcos para que lo hiciera. El huésped no lo podía creer. Cerró sus ojos y probó los labios de la insaciable mujer, quien alternó esa boca con la de su marido, mientras no cesaba de masturbarlos. La mano de su marido también manipulaba el clítoris como si fuera una campanilla

-          Lidia se abrió de piernas y recibió a Ricardo, quien estaba arrodillado sobre el tapete del suelo. Marcos vio la escena de sexo en vivo y se dejó ir, se puso justo detrás de la acción y comenzó a besar la espalda de su primo, recorriéndola toda hasta sus redondas nalgas, como queriendo hacer un beso negro, pero el bombeo del coito se lo impidió. Se volvió a incorporar  e hizo que su verga se masajeara con la raja del gran culo de Ricardo, mientras éste se movía. Nadie protestó. Lidia gemía, gemía y rugía levemente

-          Minutos después, el primo cedió su  lugar, y Marcos tuvo frente a sí el cuerpo de la chica que se le insinuó en silencio toda esa semana. Le metió la pinga y comenzó a moverse. También sintió cómo la boca de Ricardo le recorría toda la espalda hasta transformarse en lamidos en las nalgas. Luego, sobre ellas, sintió cómo la verga de Ricardo, bien lubricada, podía en cualquier momento entrar más allá de lo debido

-          Lidia gemía y pedía más. Sí que era insaciable.

-          Luego, Ricardo se acostó boca arriba sobre el sofá masturbándose. Lidia quiso ayudarlo. Entonces, él le hizo un ademán para que se le acostara encima. Ella comprendió, empujó suavemente a Marcos, y lo montó, volviendo a recibir en su vagina húmeda, el gran miembro de su marido. Ricardo comenzó a abrir las nalgas de la chica y miró a Marcos. ¿Estaba seguro de lo que pedía? Ricardo hizo un gesto de insistencia. Marcos no necesitó más palabras, se paró y comenzó a penetrarla por el culo, aprovechando que la lubricación natural de la mujer aún tenía su palo húmedo. Lidia gemía profundamente. Marcos fue metiéndole su pinga poco a poco, hasta que ella lo tomó por una de las nalgas como forzándolo a enchufársela de golpe.

-          Los tres disfrutaron, sudor compartido, por varios minutos más, hasta que Ricardo mencionó que las iba a dar. Lidia se levantó y se recostó boca arriba en su sofá. Su marido se arrodilló a su costado y proyectó su pinga hacia sus labios. En segundos, la leche se los cubría, además del cuello y pechos. Marcos también se masturbó y terminó de colorear de blanco, aquella piel trigueña entre las dos tetas de la mujer.

-          Cuando ella se fue al baño a lavarse, Ricardo sonrió, mmiró a su primo, lo abrazó fuertemente, y lo besó en los labios. Sintió cómo los dos penes, ahora flácidos, estaban húmedos.

-           Bien, huevón. Así se hace.

-          El resto del día, Marcos no salió de su cuarto, hasta la mañana del lunes.

 

La segunda semana de trabajo comenzó sin incidencias. Como siempre, Marcos y Rutilio relevaban turno a las ocho. Minutos después llegaba Javier, sólo que ahora Marcos, a lo lejos, le correspondía el saludo, y el resto de la mañana era atender a las visitas y los trabajadores que entraban a pie, algunos de los cuales le recordaron la derrota del sábado, y hasta le crearon una chapa: Paolón, por Paolo Guerrero.

A las nueve, llegaba sandro. Pero apenas se demoraba un minuto, igual soportando las insinuaciones de Rutilio.

A eso de las once, el pata de cuerpo de muñequito de acción se acercó a Marcos:

- ¿Así que Paolón? Jajajaja. ¿sabes como le dicen a sandro en el barrio? Laca… La Cachera, pues. Jajajaja.

Marcos sonreía para salir del compromiso. Rutilio se molestó por esa respuesta, pero se las tragó.

 

A mediodía, mientras Javier chateaba con sus amigos (su tema era el nuevo vigilante que lo tenía impresionado), entró de golpe su padre.

- ¡¿Me puedes explicar qué es esto?!

- Los-los informes que pediste.

Don Javier tiró los papeles sobre el escritorio.

-          Son una porquería completa. No te pagué la universidad más cara del Perú para que me hagas una porquería.

-           Disculpa, viejo, pero no te voy a aguantar esto.

-           ¿Y qué crees que harás?

-           Lo mismo que hizo mi vieja.

-          Javier dejó su silla y salió de su oficina. Caminó sin rumbo por la fábrica, hasta que llegó a un espacio algo aislado, se sentó en el suelo, puso sus manos sobre sus rodillas, se cubrió la cara y lloró amargamente.

-           Joven, no puede estar ahí.

-          Al levantar su cabeza, vio a Marcos aproximársele y arrodillarse.

-           Ésta es zona de descarga. Puede tener un acciden…

-          Marcos se conmovió por el rostro lloroso de Javier, se acercó, arrodilló y puso su gruesa mano en el hombro de uno de sus jefes.

-           Se cree perfecto. Siempre ha sido su estúpido defecto: él cree que es perfecto, que nunca se eqivoca. Por eso mi vieja lo dejó, porque se concentró tanto en esta huevada de negocio, y se olvidó de nosotros, Marcos.

-          Javier volvió a acurrucar su rostro para llorar.

-          Marcos se aproximó más y… lo abrazó.

-           No se rinda.

-           ¿qué, Marcos?

-           Debe seguir luchando.

-          Javier dejó de llorar, vio la cara  de Marcos, y sintió como si le prendieran la luz de su vida. El vigilante continuaba abrazándolo.

-           Tienes razón, Marcos. Tienes razón.

-          Javier, por fin, sonrió.

-           Salga de aquí. Es peligroso.

-          Javier se levantó, miró a Marcos, le agradeció, fue al baño de los vigilantes a lavarse la cara, y regresó a su oficina, con un aire distinto.

-          Al reingresar, sandro le dio alcance.

-           Su papá lo estaba buscando.

-           Tranquilo, sandro. Reharemos el informe. Ayúdame, por favor.

-           Claro… ¿Le pasó algo?

-           Me abrazó, sandro. ¡Me abrazó!

 

(CONTINUARÁ…)

 

Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.

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