12AGO2012
10:00
Desperté en lo que parece ser una choza de palma. Hace algo de calor afuera, no mucho. Lo puedo soportar.
Me duele todo el cuerpo y siento la cabeza como si un gran mazo me hubiera golpeado. Huele a hierbas medicinales, aunque también percibo algunas aromáticas.
Estoy totalmente desnudo sobre una camilla tendida en el suelo. Sobre mi cuerpo hay algunas heridas: en mi brazo, mi pecho, una de mis piernas.
Hay una vasija con agua. Intento tomar un poco, pero la riego en el suelo. Es como si las fuerzas me hubieran abandonado.
Parece que el ruido alertó a un muchacho, que entra con una túnica color beige, con diseños geométricos pintados en negro.
“Despertó”, me dice. No respondo. “Soy Tomás. ¿Puede oírme, sinchi?”
La palabra sinchi me hace recordar los comandos policiales preparados para las condiciones más adversas de la selva. A lo mejor lo soy: sobreviví.
El chico me da agua. “siga descansando. Está débil”.
14AGO2012
17:00
Tomás entra al cuarto. Ya puedo sentarme sobre mi camilla, aunque sigo sintiendo dolor.
“Tranquilo, sinchi. Aguante”, me dice Tomás. El chico parece tener unos 24 años, y por la fisonomía y su vestimenta, se trata de un habitante de una tribu selvática.
“¿Dónde estoy?”, pregunto.
“Está seguro. Lejos del campo de batalla”, me responde el muchacho.
Algo de memoria regresa a mi cabeza. Estaba combatiendo a una columna de subversivos, cuando de pronto detecté la emboscada. Advertí a mi general, y ordenó replegarnos. Entonces, sentí una explosión. Luego más nada.
“¿Dónde están mis compañeros”, inquiero.
“No sé. Te encontramos solo”.
“¿Y mi uniforme?”
“Quedó destrozado todo, pero tranquilo, sinchi, aquí sólo entran hombres”.
18:30
Esa noche ya puedo comer algo. Tomás me trae una pasta de yuca. No tiene sabor, pero me la tengo que comer. No me puedo devilitar.
18AGO2012
11:00
Por fin me puedo levantar. Tomás me lleva a otro cuarto donde hay un recipiente con agua. Con mucho cuidado, él me baña frotándome con un trapo, procurando no tocar mis heridas. Aunque las cosas que le echa parece estar haciendo efecto, temo que se me infecten. Por otro lado, el contacto de otro cuerpo me produce paz.
“¿Dónde aprendiste primeros auxilios?”, le pregunto.
“En Quillabamba. Soy promotor de salud”, me responde.
Trato de ocultar mi sorpresa. Luego que me descubrieran teniendo sexo con el hijo de aquella autoridad, sin consulta previa, me ordenaron venir a combatir narcoterroristas en estas selvas.
“¿Tienes alguna radio?”
“Sí. De aquí la vemos”.
Mi esperanza es comunicarme con mi comando.
Me coloca un trapo alrededor de la cintura, y me lleva hasta lo que parece ser un consultorio, a juzgar por las paredes llenas de afiches sobre campañas de salud. Todos están casi descoloridos, tirando a naranja y azul.
“aquí está”, me dice Tomás.
Me alcanza un radio-receptor a transistores. Definitivamente, esto no me permitirá comunicarme. De todos modos decido prenderla. Tras ir girando el dial con cuidado, logro captar una radio noticiosa. Quizás no debí hacerlo: mi comando ha cancelado la búsqueda de mi grupo.
Me pregunto si tal fue mi falta, que me mandaron… a morir.
4SET2012
7:00
Mis heridas ya no son tan grandes, por lo que puedo salir fuera de la choza. La selva me rodea, con todos sus sonidos. Ya estoy probando algo de carne y pescado.
“¿Dónde la consigues, Tomás?”
“La cazo”.
“Quiero cazar también”.
“No, sinchi. Sigues débil”.
17SET2012
19:00
Mis heridas ya casi han cicatrizado. He perdido un poco mi contextura atlética, y diría que he adelgazado un poco, pero me he dado el lujo de salir a cazar algo… bueno, una pava de monte. Peor es nada.
Tomás prepara un rico estofado.
“¿Cómo te sientes, sinchi?”
“Mejor. Gracias por tus cuidados…”
“Extrañas tu pueblo, ¿no?”
“Sí… pero parece que me olvidaron”.
Tomás me da su mano, y aprieta la mía.
“Tienes mucho pelo en la cara”, me dice, y luego sonríe.
17OCT2012
20:00
Tomás ya me presentó con su pueblo, conocí al apu, o jefe, que me recibió muy bien. Era una fiesta importante, porque me dieron masato, un licor de yuca.
Tomás y yo regresamos bien mareados a su choza.
Debido a la caza, y algo de pesca, además de una rutina de ejercicios que me impuse, he recuperado algo de mi forma física, sin llegar a mis medidas de antes.
Al entrar a mi cuarto, me quito mi ropa y me quedo desnudo.
“estás volviendo a tu cuerpo de sinchi otra vez”, me dice Tomás, viéndome de pies a cabeza.
“¿Te parece?”
“Hasta la tienes parada”, me replica.
Me miro, y, en efecto, mi pene está erecto. Mis 18 centímetros de carne llenos de sangre no se habían levantado en meses, desde que desperté aquel día. Sonrío.
“Es más grande que la mía”, celebra Tomás.
Se quita la ropa, también tiene una erección, no tan pequeña. Quizás unos 16 centímetros.
“¡Puedo tocártela, sinchi?”
No me niego. Tomás llega y comienza a masturbarme. La excitación crece en mí. Entonces, el chico se arrodilla y comienza a chupármela muy suavemente. Su boca acaricia cálidamente mi miembro, y luego mis testículos. ¡extrañaba esa sensación!
“espera, sinchi”.
Regresa con un condón.
“Póntelo, sinchi. Métemela por el culo”.
No me sorprendí. Me coloqué el preservativo, él se puso en cuatro sobre mi camilla, me arrodillé, y comencé a penetrarlo por su estrecho ano. Lo hice despacio, y cuando logré introducirla toda, comencé a bombearlo.
“Así, sinchi. Cáchame rico. Ahhh”.
No recuerdo cuánto duré. El hecho es que, cuando eyaculé, derramé gran cantidad de semen.
Volvimos a hacerlo dos o tres veces esa noche. Nos quedamos dormidos.
8:00
Un día, Tomás me encontró viendo hacia el sur.
“Quieres volver a tu casa, ¿no?”
Él y yo prácticamente habíamos comenzado una especie de relación de pareja. Me sentía mal por su pregunta.
“Tranquilo, sinchi. sé que no perteneces a mi mundo. Debes regresar”.
“¿seguro? ¿Cómo?”
“Te ayudaré”.
16:00
Tras hacer el amor de nuevo, esta vez, en plena selva, desnudos y sin importarnos nada, comenzamos la caminata.
14:00
Llegamos a un camino con huellas recientes de vehículos.
Una moto lineal aparece.
“¡Pedro!”
Tomás se le acerca, habla, llega a un acuerdo. No sé si es el cansancio, pero veo que le va tocando progresivamente la pierna hasta llegar a su entrepierna.
Entonces, regresa.
“Pedro te llevará, sinchi. quiero que sepas que aquí tienes un hogar”.
“Gracias… ¿A dónde me llevará?”
“quillabamba. De ahí a tu casa”.
Nos abrazamos. Voy hasta la moto, y me pongo detrás de Pedro, quien le da arranque a la moto.
Volteo de cuando en cuando para ver el sitio donde ya no está Tomás. Miro hacia adelante.
Mis sentimientos se confunden, a medida que mi pecho choca con la amplia espalda de mi conductor.
Derramo algunas lágrimas…
(CONTINUARÁ…)
Escrito por SOT. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario