jueves, 10 de enero de 2013

El Vigilante (11): agarrando vuelo

Hunks of Piura

En la ducha de la empresa de vigilancia, bajo el agua, Marcos pensaba y repensaba. ¿Hizo bien en tener ese estrecho gesto con el joven Javier? ¿No se malinterpretaría? Pero, ¿qué mierda? Era una persona que necesitaba una mano amiga… ¿Acaso él no era el que con tres palabras consolaba a sus compañeros en el cuartel? Claro que con ninguno de ellos se fue a la cama, pero ¿no es de cristianos dar consuelo a los afligidos?

Su ensimismamiento se cortó de gholpe cuando escuchó a Rutilio, afuera en los vestidores, con otro pata. Oyó unos chasquidos raros. Corrió un poquito su cortina, y vio cómo él y el otro pata se besaban apasionadamente en la boca y el cuello, jadeando, como queriéndose devorar. El otro chico era un poco delgado aunque tan alto como Rutilio, de unos lindos y carnosos labios, piel morena, pelo zambito. Ambos estaban desnudos.

El fortachón blanco comenzó a besarle el pecho, las dos tetillas, el abdomen, y ya de rodillas, a lamer y embocar la gruesa pinga que aún siendo flácida, prometía ser una gran mmanguera cuando creciera.

Marcos sintió cómo su pija se enduraba, especialmente cuando Rutilio aferró al otro chico por las nalgas, que no eran grandes aunque sí formadas, y comenzó a darle una mamada feroz. El pata gemía y jadeaba. Marcos aferró la cortina con una mano y con la otra comenzó a pajearse.

Rutilio sacó un condón de unas toallas, se puso saliva en el ano, y se colocó en cuatro sobre la banca del bestidor. El moreno comenzó a metérsela. Rutilio jadeó fuertemente. Era evidente que esa verga en su ano le dolía. Además, el pata no pudo meterla toda, pero comenzó a bombearla.

-          así, mierda. Dale. Ábreme el culo.

-          La mano de Marcos seguía acariciando sus 17 centímetros, mientras el agua no cesaba de correr.

-           Más rápido, mierda. Vente al toque. Me duele. Carajo.

-          El moreno aumentó su velocidad de bombeo, y cambió su cara a una expresión de máxima excitación. Jadeó fuertemente y dejó de mover sus caderas. Luego sacó su pene flácido. En la punta del condón se veía el blanco de su semen.

-          Marcos corrió la cortina, terminó de pajearse y botó su leche sobre las mayólicas, que el agua se llevó al drenaje.

-          Cuando cerró la llave, se secó y abrió la cortina, Rutilio estaba obstaculizando la entrada, calato y algo armado.

-           Te gustó lo que viste, ¿cierto, arrecho de mierda?

-           No vi nada.

-           Si quieres lo repito, pero contigo. Esa pinguita debe hacer maravillas en el culo de cualquiera. ¿O… quieres la mía?

-           Ya, Rutilio. No jodas.

-           Mira, huevón: gracias a mi estás trabajando aquí, gracias a mi fuiste a esa fábrica, gracias a mí puedes cambiar tu vida si te conviertes en el marido del hijo del dueño… entonces, ¿no merezco algo a cambio?

-          Marcos lo miró con rabia.

-           A mí me recomendó mi primo.

-           Tu primo me chupa los huevos, causa. Si yo digo que sí, entras; si no, ¡chau! ¿O quieres que ese moreno te reemplace?

-          Marcos lo miró de arriba abajo, no pensó en nada y dio marcha adelante. Empujó a Rutilio y fue a su casillero a sacar su ropa y vestirse. Salió sin despedirse.

-          Desde la ducha del extremo, el moreno se asomó.

-           Puta, huevón, la cagaste. Muy mandado, mierda.

-           Tú tranquilo. Preocúpate por conservar tu chamba. Ya me encargaré de él.

 

Marcos le cortó la palabra a Rutilio, y la incomodidad era evidente. El jefe llamó a cada quien por separado.

-          Marcos, ¿pasa algo con Rutilio?

-           No, jefe. Todo bien.

-           Vamos, Marcos. Conozco a ese chico. A veces es medio tronado. Cuéntame, a confianza.

-           No, jefe. No pasa nada.

-          Distinta fue la figura cuando llamó a Rutilio.

-           Oye, so mierda, ¿qué pasa con Marcos?

-           ¿Marcos? Nada. Sólo que ese pata, no sé. Creo que le entra a tu nota, y como no me lo tiro, anda así todo amargado.

-           Mira, Rutilio: tienes como año y medio trabajando aquí y sé cómo es la cosa. ¿No sérá que tú te lo quieres tirar y él no afloja?

-           No, jefe. Te ju… perdón, le juro que no. Es más, se le está insinuando al hijo de don Javier.

-           ¿Y por qué no lo has informado?

-           Porque, porque, porque…. ¡no quiero que digan que soy mal compañero, pues!

-           No jodas a Marcos, ¿quieres?

-           Bueno, jefe, si me botas, sabes que otras empresas me pagarían más.

-          Rutilio se aproximó desafiante.

-           Además, nadie te va a cachar como yo… ¿o Marcos ya te hizo el favor?

-           Fuera de aquí. ¡Fuera!

 

Si la enemistad de Marcos y Rutilio crecía, la que estaba naciendo era la de Marcos y Javier. Aunque el vigilante sólo le decía “buenos días”, “buenas tardes”, ambos ya cruzaban saludos. Aparte que Javier no dejaba de llegar temprano a la fábrica sólo para ver a Marcos, y cada que podía lo divisaba a lo lejos.

-          Joven, su papá dice que es el ejecutivo más puntual de la fábrica.

-           ¿eso dijo, Sandro?

-           Sí. ¿Se hizo amigho de Marcos?

-           No hemos hablado desde esa vez.

-           Parece que se ha peleado con su compañero. No se hablan. Así oí.

-           Marcos es carismático. El otro, no. Es evidente que son celos profesionales… hablaré con mi viejo a ver si Marcos puede ser mi seguridad personal. En ese expediente que te dieron dice que maneja armas, carros… ¿No estamos desperdiciando ese talento?

-           ¿Cree que su padre acepte?

-           Estoy haciendo méritos.

 

Marcos seguía yendo a las ocho a entrenar. Ese día se cruzó en una máquina con un tipo de unos 30 años, pero de cabello blanco nieve, corto y parado.

-          Disculpa, ¿acabaste?

-           Me falta una serie. ¿La vas a usar?

-           Sí. Te espero.

-          Cuando terminó de hacer su rutina, el tipo se acercó a Danilo, el instructor.

-           Oye, ¿y ese cholo power?

-           Ah. Es Marcos. Alumno nuevo. ¿Por qué?

-           Está bien fuerte.

-           Tranquilo, Armando. Ese campeón quiere ir a concurso.

-           Bueno, parece que todo lo tiene en su sitio. Mi peluquería puede ser su sponsor, si no tiene, digo.

-           Sería de hablarle. No creo que se niegue.

-           Y… ¿cómo será tirando?

-           ¡Tranquiiiilo, Armandito! No sé. Quién sabe.

-           Ay, mi Dani. Lástima que no seas pasivo. Debe ser un semental. Chau, chau.

-          Danilo despedía al excéntrico alumno, y sonreía celebrando su mentira, y saboreando una verdad que él conocía y que hizo que su gran verga se armara, por lo que tuvo que sentarse en el escritorio para disimular su empalmamiento.

 

Una noche, como a las ocho y media, alguien tocó a la puerta de la casa de Lidia y Ricardo. Como nunca, él atendió.

-          Disculpe, ¿aquí vive Marcos?

-           ¿De parte?

-           Soy Javier, su jefe en la fábrica. ¿Puedo hablar con él?

-           Uy, hace quince minutos se fue al gimnasio.

-          Ricardo, con un ojo en el distinguido joven y otro en el auto deportivo afuera de su casa, le dio indicaciones para llegar. Javier agradeció cordialmente, y se retiró. Ricardo cerró su puerta.

-           Este primo…. ¡carajo! Está agarrando vuelo.

 

Javier llegó al gimnasio, y antes de entrar, divisó a Marcos en plena rutina de bíceps. Iba a proseguir cuando…

-          Bienvenido a Power House. Soy…

-           ¿Leo? ¿Tú trabajas aquí?

 

(CONTINUARÁ….)

 

Escrito por Hunkk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.

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