jueves, 17 de enero de 2013

El Vigilante (12): La oferta de Javier

Hunks of Piura

Danilo palideció y comenzó a sudar frío.

-          ¿q-q-qué haces aquí?

-           Así que… aquí trabajas, Leo.

-           No me llames así, por favor. ¿Cómo me ubicaste?

-           No vengo a verte. Busco a Marcos. Ahí está. ¿Puedo hablarle, no?

-           Cla-cla-claro. Pasa.

-          Javier fue hasta donde Marcos estaba entrenando, cruzó unas pocas palabras y en un minuto estaba de vuelta con Danilo.

-           ¿Un sitio decente para cenar por acá?

-           ¿Por acá? Difícil.

-           Bueno, cuidate, Le…., perdón… Dany.

-          Danilo volteó a ver a Marcos, respiró profundo y fue a monitorear a otros alumnos.

-          A las diez, Javier estaba esperando dentro de su deportivo en la puerta del gimnasio. Vio a varios chicos, algunos de cuerpos atractivos, salir, pero nada de Marcos. Vio su Omega: las diez y cinco. Bajó el volumen del reggae de su equipo de sonido, y bajó la ventana. Corría algo de fresco. Volvió a revisar su reloj: diez y diez. Apagó la música, bajó, aseguró el carro (temiendo que alguien lo dejara sin algo), sacó la máscara del equipo, y entró al gimnasio otra vez. Casi se choca con Marcos. Tenía el cabello húmedo, signo inequívoco de que acababa de tomar un baño, además olía a jabón aún. Javier vio a Danilo y se despidió sonriendo cachosamente.

-          Ya en el carro, Javier jaló a Marcos hasta su casa. Durante el camino fueron hablando de varias cosas, hasta que, justo antes de llegar, el joven ejecutivo carraspeó y entró en materia. Marcos estaba extasiado viendo los controles digitales del vehículo.

-           Marcos, quiero proponerte algo, que creo que te puede convenir.

-          Marcos lo miró y en un segundo, sintió muchas cosas: ¿trabajo¡ ¿sexo? ¿el sponsorship que minutos antes Danilo le sugirió al salir de la ducha?

-           Mira, sé que acabas de entrar a trabajar, y que eres muy bueno en tu rama. También no es ningún secreto que te llevas mal con el otro conchasumadre que hace turno contigo. Entonces, me gustaría que renuncies.

-          Ahora sí que el joven estaba desconcertado. Javier volteó a verlo, y entendió que se había malexpresado. Se estacionaron frente a la casa de Ricardo.

-           No. No te quiero dejar desempleado. Quiero que trabajes para mí, como mi seguridad personal. Soy el que heredará la fábrica, has demostrado ser de confianza, y creo que estás hecho para cosas de más vuelo. Obviamente, puedo arreglar con la empresa para que te paguen lo que has chambeado y comenzarás a chambear conmigo.

-          Marcos ahora sí que no entendía ni papa.

-           Mira, no debes responder ahora. Acaba tu quincena. Eso sí, te ofrezco más de lo que vas a ganar cuidando la puerta, más beneficios, lógico. Serías empleado directo de la fábrica, no de una service. Además…

-           Acepto.

-           ¿en serio? ¿No lo quieres pensar?

-           Cumplo mi quincena, y empiezo.

-           Y… ¿por qué aceptas?

-           Quiero ser campeón de físicoculturismo.

-           Entiendo… Mira, te ayudaré con eso también. Puedo, no sé, auspiciarte lo de los suplementos, e incluso que entrenes en un gimnasio… más…. Decente.

-          Cuando Marcos entró a casa, casi empuja a Ricardo que estaba espiando por la ventana.

-           ¿Y, primo?

-           Me ofreció chamba.

-           ¿Y qué le dijiste?

-           Que ya.

-           ¡Bienn!

-          Ricardo abrazó a Marcos, como si se tratara del campeonato que tanto quería lograr.

 

Para el resto de días, la estrategia de Marcos era simple: no llamar la atención. Las cosas seguían normales. Javier llegaba a las ocho, saludaba, sandro veía las incidencias a las nueve, Marcos salía a las cinco. A Rutilio, tanta normalidad le olía rara, especialmente porque al salir, el jueves de esa semana, vio el expediente de Marcos sobre el escritorio del jefe, en la empresa de vigilancia.

-          ¿Qué pasa con Marcos?

-           ¿Con… Marcos? Nada. Nada. Estoy… viendo lo del seguro. Tú sabes. Hay que inscribirlo.

-          Rutilio ideó una estratagema.

-           ¿Sabe, jefe? Me puse a pensar. Creo que soy muy violento cuando tengo sexo.

-           ¿Qué?

-           Sí. Todo el mundo se queja que soy violento cuando cacho, y nadie quiere estar conmigo. Así que he decidido cambiar. Pero no sé si estaré haciendo lo correcto.

-           ¿Cómo así?

-          Rutilio se acercó al jefe, lo tomó de los hombros y comenzó a besarlo en la boca con pasión, pero más pausadamente, como saboreando los labios, sintiendo cada parte del cuerpo. Lo estrechó.

-           Vaya, Tilio. Eso está mejor.

-           ¿Sí?

-           Pero, vamos a otro sitio mejor.

-          Fueron al departamento del jefe. Allí, los dos se desnudaron y tomaron por asalto la king-size. Rutilio siguió besando suavemente y acariciando poco a poco la piel suave de su jefe, lo puso encima de su cuerpo, y dejó que él tomara la iniciativa de besarle todo su gran y firme físico, hasta llegar a sus 22 centímetros de pinga. El jefe comenzó a chupársela, saboreando cada centímetro. Ya no había la exigencia de que se atragantara con ella. Mientras el jefe le masturbaba su cipote, embocó cada testículo. Regresó a besarle en la boca. El propio jefe sacó condón y lubricante de su mesa de noche, se lo puso y se sentó encima de la verga, haciéndola entrar a su culo poco a poco, poco a poco, poco a poco. De hecho, no pudo tragársela toda, pero ya no sentía la exigencia ni la violencia de los coitos anteriores. Era evidente que Rutilio había cambiado radicalmente su método de cachar.

-          El propio jefe se puso boca arriba y levantó las piernas, ofreciéndole el ano al mmusculoso, quien lo penetró gentilmente. Ambos jadeaban, se besaban, se manoseaban… incluso Rutilio masturbó al jefe mientras lo tenía enchufado.

-          A las dos horas, el semen de Rutilio llenaba el condón, mientras gemía su orgasmo. Se acostó sobre el jefe.

-           ¿qué tal?

-           Mil veces mejor, Tilio. Mil veces mejor.

-           Voy a amistarme con Marcos. A lo mejor atraca un trío. ¿qué dices?

-           Ehhh…. Claro, claro… puede ser.

-          Era evidente que la maniobra había fracasado, lo que aumentó la sospecha de que algo pasaba con su compañero y nadie se lo quería decir.

 

Para enrarecer más el ambiente, el viernes, Javier salió dos horas antes de las cinco. Casi no le habló a Rutilio, quien, contra su costumbre, llamó a sandro para ver qué pasaba. Nada de respuesta.

Marcos siguió con su rutina. Luego del trabajo, fue a cenar, y salió a entrenar. A la salida, lo esperaba Javier en su auto. En un gesto inusual, le cedió las llaves y el volante e hizo que probara el behículo de vuelta a casa. La destreza del vigilante como conductor era sobresaliente.

-          Todo está arreglado, Marcos. El lunes comienzas a trabajar para mí. Ya me dijeron en la empresa que mañana te liquidarán.

-           Gracias, joven.

-           Oye, cuando estemos solos, dime Javier, ¿sí? Quiero ser… tu amigo.

-          Marcos sonrió y bajó la mirada sonrojado. Al bajar, reflexionó y concluyó que no fue tan malo dejarlo todo atrás. En sólo medio mes, su vida estaba dando un giro enorme.

 

La tarde siguiente, tal como se lo dijo Javier, lo liquidaron, pagándole sus dos únicas semanas en la empresa. Cuando salió, Javier lo estaba esperando. Lo llamó.

-          Vamos a celebrar.

-           Yo… no bebo.

-           Pero sí comes, y comes bien.

-          Marcos sonrió.

-          Lo que restaba de la tarde conversaron, mejor dicho Javier le explicó lo de su nuevo trabajo, pues Marcos no salía de sus respuestas lacónicas, y fueron a comer a un exclusivo lugar en el centro de Piura. Según Javier, era para que se vaya acostumbrando al mundo que él solía frecuentar. Pero algo más: cuando se encontraban con las amistades del ejecutivo, Marcos no era el empleado, sino su amigo. Una que otra de esas amistades se lo quedaba mirando, como devorándolo con los ojos. Marcos no perdía detalle de ellos, como tampoco del ambiente que lo rodeaba. Era un comando, y tenía que estar alerta siempre.

-          Cuando terminaron de cenar, fueron al departamento de Javier. Aquí se sintió más cómodo.

-           Brindaremos. Acéptame una, una sola copa de vino.

-          Marcos asintió sonriendo. Probó el dulce licor, frío, agradable. Javier se sentó a su costado, y poco a poco fue sabiendo de su vida, su pueblo, su pasión, su servicio militar, su objetivo con el físico culturismo. Javier también halló la oportunidad de decir todo lo que pensaba, lo que quería, lo que sentía.

-          Marcos aceptó una, y otras cuatro copas de vino.

-          Eran casi las diez de la noche, y, cosa rara, ninguno de los dos quería salir de ahí.

-           Joven, gracias por todo. No merezco tanto.

-           Gracias a ti, Marcos. Te mereces eso y más.

-          Sin más qué decir, ambos se miraron, y acercaron lentamente sus rostros, hasta que sus labios se sellaron románticamente. Las caricias llegaron después, y con ellas, el afán de explorar qué había más allá de la ropa.

-          Eran las once, y ambos ya estaban completamente desvestidos sobre la cama de Javier, explorándose, besándose, sintiendo ambos pechos jjuntos y latiendo fuertemente. ¿Se estaban enamorando, o era que de pronto un roto encontró a su descosido?

-          Javier encima de Marcos, Marcos encima de Javier, Javier al costado de Marcos, Marcos dentro de Javier. Suavemente, románticamente, Marcos penetró a Javier, sin dejar de acariciarlo ni besarle la espalda.

-          Javier no sentía aquélla sensación de hacer el amor en ¿meses? ¿quizás años?

-          Volvió a darle la cara y esa fue la oportunidad para que ambos, casi al simultáneo, experimentaran el orgasmo.

-          Tras bañarse juntos, Javier se acurrucó en el pecho de Marcos.

-           Oye, ¿por qué no vienes a vivir acá conmigo?

-          Marcos no supo qué responder.

-           ¿O ya tienes familia?

-           No. Soy soltero.

-           ¿Y ese chico, donde vives?

-           Mi primo Ricardo. Él sí está casado.

-           Vente a vivir aquí. No te faltará nada. Además, trabajaremos juntos.

-          Javier volvió a besarlo y volvieron a hacer el amor, hasta que ambos se vinieron, se bañaron juntos y se quedaron dormidos.

-          Como a las tres de la mañana, un golpe en la puerta del dormitorio los despertó.

-           ¡Así que para esto querías contratarlo, carajo!

-          Era don Javier.

-           ¿qué mierda haces acá!

-           Protegiéndote, hijo. Y tú, guachimán de mierda, sal de aquí, ¡sal de aquí o te meto preso, carajo!

-           ¡No le hables así! ¡ésta es mi casa, mierda!

-          Marcos no supo qué hacer, hasta que encontró una razón poderosa para salir de ahí: don Javier le apuntó con una pistola. De inmediato, su hijo se interpuso y se puso el cañón en su pecho.

-           Me matas a mí primero. Vete, Marcos.

-          El muchacho fue hasta la sala, cogió su ropa, se vistió casi a la volada y bajó el edificio. El conserje le abrió la puerta, medio sonriendo.

-          A las cuatro de la mañana, llegó a casa de Ricardo, quien estaba a punto de salir en su camión hacia el mercado.

-           ¿qué pasó?

-          Marcos no le dijo nada, se metió a su cuarto, se acostó y comenzó a llorar.

 

(CONTINUARÁ….)

 

Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.

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