jueves, 31 de enero de 2013

El Vigilante (14): Siluetas familiares

Hunks of Piura

La peluquería de armando, Hair Cut spa, un nombre impresionante para un pequeño local, era un espacio, por lo menos limpio y ordenado. Estaba en el centro de la ciudad, y tenía una interesante clientela.

Armando trabajaba con otro muchacho y una chica de unos 28 años.

Cuando Marcos  llegó, Silvano, el otro peluquero, le dio la atención de cliente, más por la apariencia que por otra cosa, pues su físico le había llenado el ojo.

-          Busco a Armando.

-           Increíble. Ahora sus agarres lo vienen a ver al negocio.

-          Marcos no respondió. En pocos minutos, armando salió, muy alegre. La razón de la llamada era simple: ofrecerle empleo.

-           Necesito que te quedes a dormir aquí en el local por las noches. Lo que quiero es que se vea que alguien se queda aquí. Tú sabes. Así ahuyentamos a los rateros.

-           ¿¿Sólo dormir?

-           Sí. Y si escuchas algo raro, llamas a Serenazgo y me llamas a mí.

-          Armando cogió un pedazo de papel y escribió una cifra. Se la alcanzó a Marcos, explicándole que ésa sería su paga mensual, poco menos  de la mitad de lo que iba a ganar como vigilante de la fábrica, mucho menos de lo que le iba a pagar Javier.

-           Es que yo ayudo a mi primo en el mercado.

-           Mira, Marcos, desconozco las pagas allí, pero no creo que llegue a esto; además, sé que te quieres presentar al Mister Bodybuilder del próximo año, así que puedo ser tu sponsor.

-          Marcos lo miró fijamente, con asombro.

-           ¿Mi sponsor?

-           Claro. Yo converso con Danilo, que me haga un presupuesto mensual, y lo cubro todo. A cambio, sales con mi marca, y serías la imagen del spa por todo un año. Tú sabes. Me falta más clientela masculina, y creo que tienes la estampa perfecta.

-          Marcos comenzó a entusiasmarse.

-           ¿Cuándo comienzo?

-           Hoy, si quieres.

-           Tengo que hablar con mi primo. ¿Cómo te aviso?

-          Armando le dio una tarjeta del salón, y le indicó que esperaba su llamada.

 

Cuando Marcos se lo contó a Ricardo, hubo un sentimiento encontrado. Tranquilidad, pues tenía otro empleo; lo opuesto, porque se quedaba sin una mano que le era útil.

-          ¿En qué peluquería dices?

-           El pata se llama armando. Va al gym.

-          Ricardo no reaccionó.

-           Tú ve, primo, lo que mejor te conviene. Pero, si puedes, me ayudas.

 

El plan que Marcos se trazó era simple: ir a la peluquería a las 10 de la noche, quedarse allí hasta que llegara su reemplazo a las 6, desayunar y alcanzar a Ricardo en el mercado, entrenar con él a media mañana, almorzar, y descanssar toda la tarde, cenar y regresar a su nueva chamba. Iba a ser algo matador, pero necesario.

Dicho sea de paso, justo esa semana, Ricardo le avisó a Lidia que iba a comenzar a trabajar casi desde medianoche, debido a que estaban llegando nuevas mercancías (“fruta de estación”).

 

La primera noche, Silvano le encargó todo y le dio indicaciones, especialmente si oía ruidos extraños.

Cuando todo quedó cerrado, fue al cuarto donde pasaría la noche: una cama, una mesa, un televisor con DVD, unos posters de chicos semi-desnudos en poses sugestivas y a punto de revelar sus paquetes, un teléfono fijo al costado. Marcos encendió la tele, dio una ronda, se echó, y se quedó dormido.

A mitad de madrugada se levantó, más por ir al baño que por algún ruido. Al salir, vio el salón sólo con sus enseres, e iluminado por tenues luces de neón, situadas detrás de los zócalos, en colores vivos. Tan a oscuras no estaba. Regresó a la cama y durmió hasta que a las seis, despertó. Armando lo relevó. Siguió el plan del día, sin novedades.

 

Era la quinta noche de su primera semana –sábado para más señas-, cuando lo llamaron al fijo. Era armando, advirtiéndole que iría como a la medianoche, “a hacer unas cosas”. Le exigió que no saliera del cuarto, y que guardara silencio absoluto. Marcos se asustó, pero quedó dormido. Si algo apreciaba de esta chamba, era que descansaba más de lo normal.

A eso de la una, oyó que la puerta se abría. Estaba acostado en ropa interior, por lo que de inmediato se puso un jean, y sus botas de campaña. Con mucho cuidado, se acercó a la puerta y la entreabrió despacio.

Cuando tuvo vista al fondo del salón, vio tres siluetas masculinas, muy juntas. La del medio parecía besar a una de ellas, y luego darse la vuelta para besar a la otra. Entonces, el del medio comenzó a quitar el polo a uno de los hombres, luego al otro. Tiró los polos sobre uno de los asientos. Por las siluetas, Marcos dedujo que los otros dos acompañantes eran fornidos, pero, como miraba a sobresaltos, no pudo identificar quiénes eran.

Los dos chicos sacaron el polo al del medio y comenzaron a acariciarlo. Uno de ellos lo hizo arrodillarse, lo que fue oportuno para desabrocharles y bajarles los pantalones. Ambos tenían buen rabo. Luego, el del medio le bajó a cada cual su ropa interior. Marcos pudo diferenciar dos grandes pingas que saltaban, las que comenzaron a ser mamadas por el pata arrodillado. De vez en cuando, las manos del chupavergas se perdían en los culos de sus amantes, quienes comenzaron a jadear. Chupaba una, luego la otra.

Marcos sintió que su verga se le paraba, por lo que la liberó, y comenzó a corrérsela.

“esperen que saco condones”, dijo el del medio. Era la voz de armando. Marcos lo vio venir en su dirección, y cerró la puerta súbitamente. Como un rayo, se metió en la cama. A lo lejos, oyó que Armando dijo “aquí están”, por lo que regresó a su puesto de vigía. Ya su pinga estaba dormida.

Cuando abrió la puerta de nuevo, notó que una de las siluetas se había sentado en una de las sillas, lo que hizo que Armando –si era él- se agachara a chuparle la pinga, y el otro comenzara a metérsela por el culo, hasta comenzar a bombear con rapidez y fuerza, tanto que hacía chasquear su cadera contra las nalgas del peluquero. A Marcos, se le volvió a armar su pistola, y volvió a tranquilizarla, dándole un rico masaje.

La escena continuó unos cinco minutos más. Entonces, la silueta que estaba sentada se lebantó y tomó el lugar del que estaba penetrando, el que, a su vez, pasó a sentarse para que se la chuparan. Tras conectársela, el segundo chico comenzó a culear con intensidad, repitiendo el mismo chasquido, y jadeando con fuerza.

“¡Las voy a dar!”, dijo el que penetraba. Marcos identificó la voz, pero dudó. Entonces, la silueta de pie alzó la cabeza y gruñó, a la vez que dejaba de mover su cadera. El peluquero dejó la mamada por un momento, y le señaló: “La puerta de la izquierda es baño. La de la derecha, ni la abras”. Marcos volvió a cerrar la puerta, hasta que sintió que alguien entraba al cuarto del costado. Su corazón palpitó a mil, y otra vez su verga se puso blandita.

Entreabrió la puerta otra vez, y vio que el peluquero estaba apoyado y agachado sobre la silla vacía, mientras la silueta sobrante volvía a follarle el culo. De nuevo los chasquidos de cadera; de nuevo, la verga de Marcos, dura como roca.

El vigilante nunca pensó que esto de ser mirón tenía su adrenalina.

El pata que había entrado al baño salió totalmente calato, vio la follada de los dos restantes, y se puso su ropa de nuevo. Entonces, el otro activo gimió con fuerza y dejó de moverse. Armando, qué duda cabía ahhora, también le señaló el baño. Y baño era lo que necesitaba Marcos, quien, sin darse cuenta, había eyaculado en su mano y sobre el suelo de su dormitorio. ¡Tenía que limpiar eso, ni bien se vaya esa gente!

Cerró la puerta con cuidado, y cuando iba a esperar que sonara en la pieza del costado… se abrió su puerta.

-          Per…

-          Los dos varones se quedaron sorprendidos, casi asustados. El que había entrado por error donde Marcos  le sonrió, le hizo un gesto de silencio con el dedo, y cerró la puerta. Entonces, ingresó a la otra pieza.

-          Unos cinco minutos después, sintió que alguien usaba el baño por tercera vez, y luego, al salir, abría con cuidado la puerta donde el vigilante seguía, con los pantalones por las rodillas, desconcertado.

-          Armando entró, y se quedó pasmado. Marcos sólo atinó a cubrirse sus genitales con sus manos.

-           ¿Has estado espiando?

-          Marcos, azorado, no supo qué decir. Armando sonrió.

-           Lo que viste, muere contigo. Te lo recompensaré, ¿OK?

-          Armando guiñó un ojo, y Marcos sólo pudo afirmar despacio con la cabeza.

 

Ese domingo por la mañana, Marcos fue a entrenar un poco al gimnasio, y le llamó la atención que Danilo, el instructor, estuviera inusualmente callado y distante.

Regresó a casa de Ricardo y Lidia para almorzar, quienes, para variar, no dejaban de acerse cariñitos.

-          ¿qué tal las nuevas cargas, mi cholo?

-           Pesadas, amorcito, pesadas. Ya sabes cómo es el mercado.

-          Tras almorzar, Marcos se fue a descansar, sin poderse quitar de la cabeza aquel espectáculo de las siluetas cachando, y del pata desnudo que entró por accidente a su cuarto.

-          Tocaron la puerta. Marcos abrió. Era Ricardo, quien entró, cerró la puerta, y le dio un beso en la boca.

-           Olvida lo que viste en la peluquería. Tú, tranquilo. Ya hablé con Armando.

 

(CONTINUARÁ)

 

Escrito por Hunk01. ©2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com

 

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