Ya hacía calor cuando Marcos despertó. Vio el relojito de su mesa de noche: mediodía. Estaba con la misma ropa con que llegó esa madrugada. Oyó que llamaban a su puerta.
- Primo, soy yo. Abre la puerta, por favor. Lidia salió.
- Marcos se levantó. Abrió la puerta. Ricardo notó el semblante triste del muchacho, y sólo atinó a abrazarlo. Marcos, contra lo que le enseñaron, rompió a llorar. Ricardo intuyó que algo no sólo salió mal, sino que había dejado a su primo totalmente vulnerable. Acarició su corto cabello. Esperó a que terminara de desahogarse. Ricardo juzgó que las palabras sobraban en ese momento, y lo mantuvo abrazado por casi una hora.
A la mañana siguiente, Lidia salió a atender la puerta de su casa. Era un joven bien vestido. En la calle, un auto deportivo estaba estacionado.
- Soy Javier. ¿está… Marcos?
- No está, joven.
- ah, ¿a qué hora regresará?
- Ya no vive aquí. Se fue hoy temprano.
A Javier, la noticia lo remeció.
- ¿Cómo se llama su pueblo? ¿sabe cómo llegar?
- No sé, joven. Y me disculpa, pero estoy ocupadita.
- Por favor, si lo ve alguna vez, entréguele esto.
Javier dio a Lidia un sobre lacrado, algo abultado. Ella lo recibió, lo despidió secamente, y casi le cerró la puerta en las narices. Javier se quedó unos minutos en su carro para comprobar si le mentían, pero entendió que la espera sería peor que su presencia non-grata. Antes de arrancar, llamó a Leo –danilo, mas bien. Cada vez que lo llamaba, el instructor le cortaba.
Fue al gimnasio, y entró súbitamente. Danilo lo bloqueó.
- ¿Dónde está Marcos?
- No está aquí. No ha venido.
- ¿Por qué no me respondes? ¿Ni siquiera por lo que hice por ti…?
- Oe, mira, so rechuchatumare, serás todo lo platudo que quieras, pero acá no eres nadie, ¿entendiste?
- Calla, putto de mierda.
- Danilo dio un empellón a Javier, quien cayó sobre unas colchonetas. Todos los que estaban allí, básicamente cuatro patas fortachones, quedaron mirándolo. Javier se lebantó, vio la atractiva desventaja, salió en silencio. Arrancó su carro ruidosamente.
A eso de las tres de la tarde, Ricardo se acercó a la fábrica donde Marcos trabajaba, preguntando por el joven Javier. Rutilio lo recibió hoscamente, negándolo. Ricardo, lejos de amilanarse, lo enfrentó.
- Mira, so hijo de puta, aquí te vengo a dejar la mierda que tu jefe llevó a mi casa.
Justo sandro bajaba y fue corriendo a calmar los ánimos. Reconoció el sobre que Ricardo había tirado en el suelo. Iba a recogerlo, pero Rutilio lo pisó, sintiendo que algo se quebraba bajo su bota. Todos quienes estaban cerca se quedaron mirándolo, lo que contuvo una de sus típicas reacciones matonescas.
Ricardo salió de ahí, regresó a su camión y se largó.
- Rutilio, deja de pisarlo. Es del joven Javier.
- Rutilio no escuchó la orden, se agachó a recoger el sobre y lo abrió.
- ¡No hagas eso!
- Es mi trabajo, carajo.
- Al descubrir el contenido, halló un celular sencillo destrozado con su cargador… y iun cheque a nombre de Marcos por el equivalente de su sueldo por todo un año. El anexo de su caseta de vigilancia comenzó a sonar.
El cuerpo atlético de Ricardo era fruto de jornadas matutinas de entrenamiento, tras haber trabajado desde primeras horas de la madrugada transportando alimentos para el mercado de la ciudad, en su camión. Por la tarde y la noche, descansaba en casa. Aunque bebía de vez en cuando, no fumaba, y tenía una líbido muy activa.
Esa tarde, Marcos se hallaba descansando en su cuarto, totalmente desnudo. Toda la mañana la distribuyó en ayudar en la casa, ir a entrenar con Ricardo, salir a cobrar el cheque de la empresa de seguridad, y caminar un poco. , pero solo.
Cuando Ricardo regresó de la fábrica, no halló a Lidia, por lo que fue directo al cuarto de Marcos. Entró sin llamar a la puerta, y se encontró con aquel espectáculo al desnudo. Aspiró profundamente antes de hablar, evitando excitarse.
- Primo, estuve pensando en algo. A veces me falta alguien que me ayude a chequear el camión, y el pata que trabaja conmigo se quita.
- Marcos seguía abrazado a su almohada, boca abajo, lo que hacía que se le marcara su redondo y lampiño culo. Ricardo cerró la puerta, y cambió de tono.
- Me acuerdo cuando en la casa de tu vieja, entré a tu cuarto, y te encontré así calato. Estabas con las piernas abiertas. Se te veían los huevos. ¿Te acuerdas de mi broma?
- Marcos no respondió.
- De pronto, el ensimismado huésped sintió el peso desnudo de Ricardo sobre su espalda. No hizo esfuerzo por zafarse.
- Ya olvida a ese huevón. Trabaja conmigo mejor. Di que sí.
- Como intentando estimularlo, Ricardo movió su cadera, haciendo frotar su pene flácido en la raja del culo de Marcos.
- ¿Sí, primito? ¡Ya pues!
- La verga de Ricardo comenzó a enhrosarse. Marcos comenzó a excitarse al sentir los labios de su primo rozando su nuca. Se relajó.
- Ricardo no cesó de mover su cadera contra el culo de Marcos, mientras le besaba el cuello y la parte superior de la espalda. Marcos comenzó a acariciarle las nalgas, de forma tímida, mientras sentía que su culo se humedecía por la secreción del pene de su familiar.
- Ricardo se levantó un poco e hizo girar a su primo. Ahora, ambos estaban frente a frente. El anfitrión estaba echado sobre Marcos, quien abrió sus piernas para sentir mejor cómo ambas vergas duras se rozaban. No importó la diferencia de tamaños. La grande de Ricardo superaba los 17 centímetros de Marcos.
- Los dos se besaron profundamente en la boca.
- Los dos cuerpos de gimnasio se abrazaban, se revolcaban, sudaban.
- Cuando Marcos se acostó sobre Ricardo, comenzó a mover su pelvis con tal fuerza, que su excitación creció estratosféricamente.
- Los dos se vinieron casi al mismo tiempo, por lo que era complicado diferenciar cuál semen era de quien, amenazando con pegar sus vientres.
- ¿Cuántos años tenías cuando pasó esa broma? ¿16?
- Sí. Iba en quinto.
- Yo tenía 30 o 31.
- ¿Por qué estás con Lidia?
- No sé. Creo que… la verdad no sé. ¿Te jode eso?
- No. Es tu vida.
- Marcos se acostó a un lado. Ricardo se levantó, sin vestirse, e iba a salir del cuarto, sin decir más nada.
- Ricardo, sí.
- ¿aceptas? Pero no ganarás como en la empresa.
- Ya veré.
- Ricardo sonrió, regresó a acostarse sobre Marcos y volverlo a besar en la boca. Luego, se puso de pie y salió.
Esa noche, Marcos fue al gimnasio, pues Danilo lo había mandado a llamar.
- Oe, no sé si oí bien, pero ¿me pareció que ya no tienes chamba?
- Marcos no respondió, y lo miró extrañado.
- Mira, campeón. Yo tengo un negocito eventual. No sé si has oído de los escort.
- Ante la mirada de extrañeza de Marcos, Danilo comenzó a detallarle todo. Marcos recordó que, cuando servía en el ejército, había algunos muchachos que aprovechaban su descanso dominical para hacer eso, y eran bien cotizados.
- Como te dije, sabes moverte; además, es una manera de que encontremos un sponsor para que concurses. ¿qué dices?
- Yo te aviso.
- Marcos se fue, y llamó la atención de armando, el peluquero de cabello blanco, corto, que también era alumno del gimnasio.
- ¿Y qué dice? ¿Le entra a tu Business?
- Veremos. Quien sabe, a lo mejor ahora que patea latas, se anima.
- Ay, Danicito. Creo que no sirve para escort.
Al llegar a casa de Ricardo, vio a sandro en la esquina. Su rostro estaba desencajado. Marcos intentó pasar como si no lo hubiera visto, pero sandro lo atajó.
- No quiero saber nada de La fábrica.
- Entiendo, Marcos, pero estoy aquí… por el joven Javier.
- No quiero nada de él.
- Su papá mandó a buscarte, porque quiere hablar contigo.
- Yo no quiero.
- Marcos, tienes que ir. Él está destrozado. Tú no eres así.
- Para mí, ellos ya murieron.
- Sandro se echó a llorar. Eso le dio mala espina a Marcos.
- ¿qué pasó?
- El joven Javier… iba en su carro… parece que borracho… se mató.
- Marcos se detuvo, suspiró hondamente.
- Que descanse en paz.
- Sandro se quedó en la esquina llorando. Alguien pasó silbándolo. Marcos siguió el camino a casa de Ricardo.
(CONTINUARÁ)
Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertaiment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario