lunes, 26 de agosto de 2013

Cuaderno de Obra (11)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

Renzo y Gustavo se conocieron en un sauna del centro de Lima. El joven ingeniero civil había ido con un amigo, y tras tomar el baño de vapor fue a la sala de videos, donde lo vio rrecostado viendo al techo. Era obvio que le llamaba la atención su trigueña musculatura.

Gustavo se dio cuenta que lo observaba.

-          ¿Aburrido como yo?

-           Algo. No me hallo acá.

-          Los dos chicos se pusieron a conversar de todo, y cuando se dieron cuenta, eran casi las cinco de la mañana.

-           Te jalo a tu casa. Tengo mi carrito en un estacionamiento acá cerca.

-           No hace falta, Renzo. Vivo acá en Breña. Puedo ir caminando.

-          Intercambiaron fonos y correos. El resto de la semana se la pasaron mensajeándose, hasta que salieron a una discoteca de ambiente, y luego recibieron la mañana haciendo el amor en un hotel en Lince.

-          El praghmatismo de Gustavo se combinaba con compulsión al orden de Renzo. Por eso, al chico le llamó la atención que le propusiera vivir juntos, como pareja.

-           ¿Renzo?

-          El muchacho despierta de sus recuerdos. Es Dora, la hermana de Gustavo.

-           ¿Cómo sigue?

-           Igual. Gracias por venir. Me dijo su jefe de mi hermano que tuviste que regresar de Piura.

-           Eso es lo de menos. Tavo me necesita.

-           Claro… Escucha, Renzo, mira lo conversamos con mis papás y nosotros nos encargaremos de cuidar a Gustavo. Ahora, él necesita estar… más cerca a su familia, ¿entiendes?

-           ¿Qué quieres decir, Dora?

-           Sé que tú y el son pareja, pero creo que éste es un mal momento para que mis papás se enteren de lo de ustedes.

-           Pero, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?

-           Renzo, por favor. Es decisión familiar. Yo respeté mucho que ustedes fueran a vivir juntos, pero las cosas han cambiado. Gustavo nos necesita a nosotros, su familia. Por favor.

-          Renzo no entiende por qué el afán de desplazarlo. Claro que su relación se mantenía oculta –excepto para gente muy cercana a ambos-, pero no le cabía en la cabeza por qué le pedían salirse de escena.

-           Renzo, yo misma te prometo que conforme pase algo, te lo informo, ¿de acuerdo?

 

A esa misma hora, en la oficina del Sindicato, Ezequiel y Vinicio revisan unos papeles, cuando llega Tito.

- ¡Muchacho! ¿Y ese honor?

 Don Vinicio, estuve pensando bien en la oportunidad de ir a Lima, y…

-          ¿Y? ¿Qué decidiste?

-           No iré, don Vinicio. Le agradezco mucho la oportunidad.

-           Pero…

-           Sí, sé lo que dirá. También lo pensé. No… no trabajaré en la obra.

 

Al anochecer, Renato y Renzo llegan al departamento que el segundo tiene con Gustavo.

-          ¿arreglaste qué harás con él?

-           Llamé a la casera. Le dije que era probable que lo desocupe a fin de mes.

-           Pero, ¿y si… Gustavo despierta?

-           Renato, está en coma profundo. Tú eres abogado. ¿Qué posibilidades hay que despierte? Y si lo hace, su familia se lo llevará a su casa.

-          Renzo rompe en llanto. Renato se acerca a consolarlo.

-           Mira. Si quieres, hagamos algo. Déjamelo a mí. Si Gustavo se recupera y quiere mantenerlo, normal; si no, bueno. Del papeleo me encargo yo.

-          Renzo llora por largo rato. Sabe que esa no será una noche fácil de pasar en el departamento. Por otro lado, es evidente que la familia está dispuesta a poner una barrera.

-           Renato, regresaré a Piura. Es sólo por tres meses. Regresaré y me quedaré aquí.

-           Claro. Como quieras.

-           Sólo prométeme algo: cuando Gustavo despierte, dile que lo amo más que nunca, que no me deje.

 

Al día siguiente, día de la colocación de la primera piedra, el barrio se engalana.

Varios dirigentes vecinales, entre ellos Juan, y del Sindicato están bajo un raído toldo esperando a las autoridades y a los ingenieros. Varios niños juegan en el pampón donde quedará la escuela.

Al fin, con hora y media de retraso, la actividad comienza.

Más por curiosidad que por otra cosa, Tito y Miguel acuden al pequeño tumulto. Se ponen a palomillear con otros patas, y se burlan de los discursos del alcalde, de Vinicio, de Juan y de Eduardo.

Cuando todo acaba, Tito va por ahí, delegado para conseguir un par de cervezas heladas para la patota.

Se distrae cuando Juan le pasa la voz a lo lejos, tanto que se estrella contra otra persona.

-          Discul… ¡hola!

-           ¡Hola!

Es un muchacho con un semblante apagado, pero atractivo. Es Renzo.

 

Antes que el alcalde se vaya, Vinicio logra alcanzarlo. Como siempre, va con Ezequiel.

-          Señor alcalde, no se olvide que el Sindicato siempre le estará agradecido por defender nuestras reivindicaciones.

-           Claro, Vinicio. El ingeniero Jáuregui prometió respetarlas.

-           Claro… ¿cuándo puedo visitarlo? Quisiera… coordinar algo, y…. llevarle unos… regalos.

-          El alcalde entiende la figura.

-           Te llamo a tu celular. Puede ser mañana por la noche.

 

Unos metros tras el toldo, la cabeza de Renzo está con sol y nubarrones.

-          Qué… coincidencia. Otra vez.

-           Sí… ¡Me llamo Tito!

-           Yo soy Renzo. Mucho gusto.

-          Ambos se estrechan la mano.

-           Disculpa, ¿Renzo? ¿Te pasa algo?

-           Problemas. No viene al caso.

-           Ah. Espero que… se resuelvan.

-          De pronto, Tito siente que es inoportuno, y que debe dejar solo al chico, aunque, por otro lado, siente la necesidad de darle apoyo.

-           Mira, Renzo, sé que apenas nos conocemos. Pero si puedo…

-          El foráneo siente una rara electricidad al oír esas palabras. Entonces, un rayo de sol penetra entre los nubarrones de su cabeza. Una sonrisa asoma tímidamente por su apagado rostro.

-           Gracias… ¿Tito? Gracias, de verdad. Bueno, nos vemos.

-           Claro… Nos… vemos.

-           Ah, Tito. Desde mañana trabajaré aquí en la obra. Preguntas por el Ingeniero Renzo. Me hará bien conversar con… alguien… contigo.

-           Claro.

-          Cuando Renzo se aleja, Tito siente que ha tomado una decisión equivocada.

 

Al atardecer, Tito regresa a casa, algo picado por las cervezas que ha tomado esa tarde, cuando alguien le pasa la voz. Es Orlando, el peluquero.

-          ¿Qué hay, pata?

-           Has estado chupando, Titín. Mmmmm. Oye, me debes.

-           ¿Qué te debo?

-           El corte de pelo de tu primo. Me lo iba a cobrar, pero llegó Juan, ¿recuerdas? ¿Me lo vas a pagar o no?

 

 (CONTINUARÁ)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

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