domingo, 11 de agosto de 2013

Cuaderno de Obra (5)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

Tras ducharse, luego de levantarse a correr bien temprano, Renzo sale a la sala, donde su nuevo jefe mira un partido de fútbol americano, mientras desayuna.

-           Buenos días. La clave. Es “danamireya”. En minúsculas. El nombre de mi hija.

-           OK… ¿le gusta el fútbol americano?

-           Bueno, me cuesta eso de las yardas y los touch-down, pero trato.

-          Renzo se fija en el mariscal de campo: un gringo simpático y fornido. Recuerda a una de sus exparejas, un compañero de clases cuando se fue de intercambio a Berkeley. Tras desayunar, regresa a su dormittorio, prende su lap-top y espera a que su chico se conecte en Facebook. Lo logra media hora después.

 

Tito está limpiando la sala de la casa. Ni siquiera su tía Irene tiene la paciencia de dejar todo reluciente.

- ¿Sobrino? ¿Cómo te fue ayer con Vinicio?

- Ah, tío. Bien, todo bien. Gracias. Me dio el trabajo. Sólo me dijo que esperara que comience.

- ¡Bien, sobrino! ¿Te dijo algo, te preguntó algo?

- No, no, no… no…

- ¿Todo está bien?

- Sí, sí… ¿por qué?

- Demoraste como dos horas. Pensé que te había hecho alguna prueba.

Tito siente cómo se ruboriza.

-          N-n-no… nada, tío. Me quedé viendo cómo jugaban mis patas.

-          Juan sonríe, se retira. Tito reanuda la limpieza. Minutos más tarde, Miguel.

-           Primo, necesito cortarme el pelo.

-           ¿Has ido donde Orlando?

-           Quiero ir, pero…

-          Miguel se acerca en tono confidencial.

-           … ando aguja.

-          Tito lo mira, duda.

-           Termino en media hora y vamos.

 

En el local del Sindicato, Vinicio revisa unos papeles, cuando entra Ezequiel.

-          ¿Irás a la Convención en Lima?

-           Sí. Quieren que llevemos una delegada, un delegado de juventudes y dos agremiados.

-           No tenemos Secretario de Juventudes.

-           Ya pondremos a alguien. Quizás el sobrino de Juan. Tiene cierta inteligencia. Si lo formamos, podría ser un buen dirigente.

-           ¿Hablas de Tito, el chico que vino ayer? Pero ese huevón se la pasa todo el día o en la cancha, peloteando, o en el gimnasio. Además, tiene su famita.

-           ¿Qué famita?

-           Dicen que… dicen que es mostacero.

-           ¿Ah, sí? ¿Y te jode eso?

-           ¿A mí? ¡No! Hablo del prestigio del Sindicato.

-           Destierra esas ideas neoliberalistas. Recuerda donde estuviste hace dos años.

-           Tú sabes que fue un error. Jamás maté a nadie.

-           Ahí está tu respuesta, compañero.

 

Poco después de mediodía, la peluquería de Orlando está vacía. Tito y Miguel llegan, ambos en polo pegado y short.

-          Hola, chicos. ¿Tan rápido Tito? Hace dos semanas que te corté.

-           Es para mi primo Miguel.

-          Orlando prepara al nervioso cliente, mientras Tito se sienta a un costado, y comienza a sobarse la entrepierna de modo evidente, tanto que un bulto se forma en esa área y resalta bajo la tela. Orlando, de reojo, verifica que sus ojos no lo engañan.

-          Termina el corte. Pasa la escobilla a Miguel.

-           Tengo pelitos como mierda.

-           Orlando tiene una ducha acá. Si no se incomoda, te la puede prestar. ¿Cierto?

-          El peluquero duda un poco, mira el reloj en la pared de su negocio, luego la calle.

-           Mira, Miguel, anda por el pasadizo: es la última puerta de la derecha.

-          Miguel se pone en marcha, y Tito lo acompaña.

-           ¿Y tú, chiquillo, a dónde vas?

-           Tranquilo, Orlandito. Quiero ver que no se pierda.

-          El chico da una sonrisa pícara. Ya solo, Orlando entiende que algo va a pasar. Se asoma en la puerta de la calle. El sol golpea la calzada de arena, inclemente. No hay mucha gente afuera. Cierra la puerta con sigilo. La atranca.

-          Entonces, va a su dormitorio y se pone cómodo: un polo, una bermuda y sandalias.

-          Al asomarse al pasadizo, no ve a Tito, aunque escucha el agua de la ducha. Avanza. Cuando llega a la última puerta de la derecha, la encuentra abierta de par en par, y adentro, Tito (con la verga al palo) y Miguel, desnudos, mojados, llenos de espuma, compartiendo el espacio.

-           Orlandito, ¿vienes con nosotros? Queremos aprender a lavarnos el pelo.

-          El peluquero no sabe si está soñando, pero se saca su ropa. Cuando tiene su bermuda a mitad de muslos, siente que tocan la puerta con fuerza. Hace un gesto de incomodidad, y se vuelve a vestir.

-           Ya vengo, chicos.

-          Al atender, se queda de una pieza: es Juan, padre de Miguel.

-           Orlando, ¿puedes pasarle la voz a mi hijo?

 

(CONTINUARÁ…)

 

©  2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com, o comenta a continuación.

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