Hay una solución para Pedro, y todo está en que ame dos gruesos penes.
Cruzando el
puente Cáceres, en Castilla, una camioneta se estaciona frente a una casa de
dos pisos. Tres personas bajan. Los relojes marcan la una de la madrugada. Es
domingo ya. Eliezer abre la puerta.
“Adelante”, dice
a los dos que le siguen.
Ya adentro, con
la luz prendida, se aprecia una sala apenas amoblada con sillas y un par de
sofás que no hacen juego.
“¿Hacen fiestas
acá o qué?”, bromea Alberto.
“No de las
usuales”, sonríe Eliezer. “¿Un whisky, una cervecita?”
“No, gracias.
Estoy bien. ¿Tú, Pedro?”
El muchacho niega
con la cabeza. Eliezer sonríe, se le acerca y lo abraza fuerte, palmeándole su
redondo culo bajo el jean apretado:
“A los años,
ssobrino”.
“¿Realmente son
familia?”, no resiste la curiosidad Alberto.
“No”, explica
Eliezer. “Su padre y yo hemos jugado en el mismo equipo; entonces, a los hijos
les decimos sobrinos y ellos nos dicen tíos; ¿cierto, Pedrito?”.
El joven al fin
sonríe más relajado. Alberto se le acerca y también palmea el culo sobre la
mano de Eliezer.
“Pues, sí que es
una bendición de sobrino”, comenta el sacerdote, quien sonríe, acerca su cara y
besa a Pedro en la boca. El chico le corresponde. Cuando acaba, el Padre le
hace una seña. Pedro comprende y él mismo aproxima su cara a la de Eliezer. Lo
besa en la boca. Entonces, Alberto intenta hacer un trío de labios. Lo
consigue. Bajo los pantalones, los tres tienen la verga durísima.
en el dormitorio
que ocupa el moreno, los tres varones se abrazan y besan al mismo tiempo que
van quitándose toda la ropa hasta quedar completamente desnudos. Suben al lecho.
Ya echados, es un laberinto saber quién acaricia o besa a quién. Lo único
seguro es que las pingas de los tres están bien al palo y que la de Alberto va
dejando un rastro brillante por su piel y la de sus compañeros sexuales
conforme su líquido preseminal emana del glande con mucha profusión.
Rato después, el
ssobrino es flanqueado por el sacerdote y su tío. Les mama los penes
tan profundo como puede. Los dos varones jadean. Están muy excitados. El
travieso Pedro hace el juego de acercar ambos falos erectos, masturbarlos un
poco y juntarlos glande con glande. Como el pene de Alberto lubrica en
cantidad, ambas cabezas se deslizan fácilmente. Alberto y Eliezer jadean
entrecortadamente.
“Mierda, hace
cosquilla”, susurra el primero.
“Rico”, responde
el segundo, igual, susurrando.
A continuación, Alberto
y pedro lamen y chupan al mismo tiempo el enorme cipote de Eliezer, quien mira
la escena cómodamente acostado sobre la cama. Es delicioso ver los labios y las
lenguas de esos dos atléticos hombres compitiendo por proporcionar más placer.
Y lo logran. De hecho, Pedro, al mismo tiempo, acaricia las enormes bolas de su
tío quien se excita más alucinando en cuál ano va a enterrar su colosal
masculinidad.
Para
decidirlo, pone a Pedro y Alberto en cuatro y comienza a lamer y chupar el culo
de ambos, tanto el rosadito y terso de su sobrino como el rodeado de vellitos del
cura. Toma su pene y lo golpea en las nalgas de ambos y entre ellas. El aporreo
excita a los tres por igual. Comienza a puntear el ano de Pedro, mete un poquito
la cabezota de su pene. Pedro se queja. Luego, prueba con el ano de Alberto.
Tras puntearlo, mete un poco el enorme glande. Se hunde con más facilidad en
tanto Alberto gime. Ya sabe qué hará.
Pedro, aún en
cuatro, recibe a pelo el pene de Alberto, quien comienza a mecerse poco a poco.
La penetración es relativamente fácil gracias a la lubricación natural de su
miembro. Para el baile pélvico. Eliezer, con su pene forrado en un condón, unta
una generosa cantidad de lubricante al esfínter de Alberto y comienza a empujar
poco a poco. Aunque toma trabajo enterrar sus casi 23 centímetros, lo logra.
Ya adaptado a
la presión, Alberto comienza a moverse de tal manera que su pene baile dentro
del ano de Pedro y el de Eliezer es estrechamente masajeado dentro del suyo.
Los tres lo disfrutan al máximo. El cura es un maestro en esto del sexo en
grupo, piensa Eliezer. Su deseo es que el placer sea eterno. Pero, no lo es.
Casi tres cuartos de hora después, su semen se dispara dentro del condón aún en
el culo de Alberto. Gime muy excitado. Alberto entiende que es hora de preñar
el culo de su monaguillo. Se concentra y eyacula.
Ya relajados,
los tres duermen en la misma cama: Pedro al medio de Eliezer y Alberto. Los
tres siguen desnudos, pero cubiertos por una abrigadora cobija. El reloj marca
las dos y cuarto de la madrugada.
“Sí, sobrino”,
dice Eliezer. “Había conversado con Julio pero no sabía que el Padre y tú… ya
andan en un proyecto”.
“Pero tampoco
quiero darle la contra a mi viejo, tío”.
Eliezer se
toma unos segundos:
“La vaina es
que tu tío Pelu ya se emocionó con la idea”.
“Yo sé que el
criado no puede servir a dos amos”, interviene Alberto. “Pero, me parece que en
esta ocasión se podría exceptuar la regla”.
Pedro y
eliezer ponen su mirada en el sacerdote.
“¿Y cómo sería
eso?”
“Integración
de proyectos… Creo que tú ya sabes en qué consiste el proyecto ASS, ¿cierto?”
“A grandes
rasgos”.
“Trabajemos
juntos”, insta Alberto a Eliezer mientras abre las nalgas de Pedro, quien le está
dando la espalda a su tío.
“Lo hablamos
en el desayuno, ¿te parece?”, propone el moreno.
Alberto
sonríe.
Eliezer apaga la luz,y se mete a la cama. Al abrazar a Pedro, se encuentra con los brazos de Alberto, quien también lo abraza. Al mismo tiempo, Eliezer encaja su pene flácido entre las nalgas de su sobrino. La enorme erección se produce casi de inmediato.
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