miércoles, 26 de septiembre de 2012

Casa De-Formación (12): Una cita con Jorge

Hunks of Piura

A la hora de dormir, los cuatro formandos suben la escalera de caracol en fila india.

Darwin es el primero en llegar a su dormitorio. Siente que pisa un pedazo de papel. Lo levanta, lo abre. “Mi puerta esta abierta. Q nadies los bea”.

Segundos después ingresa Pedro. Darwin duda si compartir el hallazgo, pero casi mecánicamente lo termina haciendo.

Pedro no se sorprende.

-          Es Jorge.

 

Pedro espera a que Darwin salga del baño. Sabe que Jonatan está en su cuarto y Manuel irá a la ducha.

Darwin regresa. Está nervioso.

Al sentir el ruido de la ducha, apaga la luz, toma de la mano a su compañero de dormitorio y gira sigilosamente la manija de su puerta.

El patio está vacío. Enfrente, hay una luz tenue que se ve a través de la ventanita de la habitación de Jorge.

Avanzan. Darwin mira a los dos lados mientras siente que el corazón se le quiere salir por la boca.

Con la misma cautela, Pedro gira la perilla de su meta. Entra con su tembloroso acompañante, cierra y asegura.

Jorge está acostado sobre su cama, audífonos en el oído, ojos cerrados. Viste un bóxer blanco. Sobre su abdomen descansa un pequeño reproductor de MP4.

Pedro lo topa en el hombro. El musculoso reacciona, hace una seña de guardar silencio con el índice izquierdo, se arrima, y, sin hablar, invita a los dos adolescentes a acompañarlo en su cama.

Pedro, primero, y Darwin, luego, se acuestan.

Jorge se quita los audífonos y el reproductor, y los deja en su mesa de noche.

Se escucha que alguien sale del baño y que cierra la puerta de otro cuarto.

 

Todo el espacio sólo está iluminado por una lámpara de mesa, ni tan fuerte como para llamar la atención, ni tan débil para no ver cada forma explícita.

-          Traten de hablar bajito. Pónganse cómodos.

Eso significa para Pedro, despojarse de su camiseta y su short, y quedarse en hilo dental, esta vez, rojo.

-          ¿Otra vez? ¿Cuántos de esos tienes?

-           Como tres.

Darwin, quien sólo viste bibidí y short, comienza a excitarse.

Pedro se acomoda justo sobre el dorso de Jorge, quien luce impávido.

-          Está bonito.

-           ¿Te gusta?

-           Sí. Se parece a uno que tengo.

-           ¿En serio?

-           Sí. ¿Te lo enseño?

-           A ver.

Jorge se levanta de la cama, va a la cómoda, abre un cajón, se saca el bóxer, y se coloca la prendita de color negro, cuya tira más angosta se hunde entre sus dos poderosas nalgas. Gira y comienza a hacer poses de físico-culturismo para un Pedro que lo contempla entusiasmado, y un Darwin que no cree lo que está sucediendo, mientras su pene bajo el short roza las nalgas del otro chico.

-          A la mierda.

-           ¿Te gusta?

-           No sé. Ya te dije que si mis viejos me descubren uno de esos, me lo queman.

Jorge regresa a la cama, y se acuesta de lado como los otros dos, pero dándoles la cara. Pedro no sabe qué hacer con sus manos.

-          ¿Lo puedo tocar?

-           Claro. Con confianza.

Entonces, su mano comienza a acariciar la tela, a probar la elasticidad de la tira, a pasar sobre el paquete aprisionado. Se queda ahí. Jorge le deja hacer sin incomodarse en absoluto.

-          Darwin, ponte cómodo.

-           Es queeee… no tengo nada debajo.

-           Normal. Te podemos acompañar, ¿no Pedro?

Jorge se quita el hilo. Pedro lo imita y se da media vuelta. Mira a Darwin, y toma un extremo de la camiseta. La corre desnudando su cintura.

El aún vestido rechaza amablemente la ayuda, y se la quita  por sí mismo.

Ahora son tres en igualdad de condiciones.

Pedro lo toma por la cintura. Lo acerca. Lo acaricia mientras siente la erección sobre la suya, y la de Jorge sobre su trasero.

Darwin corresponde las caricias, y alterna sus brazos con los de su anfitrión, explorando el dorso del delgado chico que a quedado en medio del emparedado.

Jorge comienza a besar el cuello de Pedro, quien gime muy despacio, y toma la cabeza de Darwin, atrayéndola a la suya. Un beso en los labios es sólo cuestión de centímetros… y se concreta. Tras probar una boca tímida e inexperta, ahora hunde su lengua en otra llena de maestría.

Las pelvis de los del extremo no han dejado de masturbar sus penes y humedecer el cuerpo de Pedro con fluido transparente.

Nuevamente Pedro gira para besar a Darwin, quien siente la mano de Jorge sobre su cadera. La caricia es bien recibida.

-          Estoy arrecho.

-           Sí. Yo también… pedro, ¿por qué no nos las chupas?

El aludido sale cuidadosamente del medio y se desliza por los torsos hasta llegar a las pubis de ambos. Toma ambos falos con sus manos. Los masajea. Mentalmente echa a suertes cuál será el primero que se meterá en la boca.

Sin soltar el de Jorge, comienza por el de Darwin, quien se excita aún más, al punto de dar un gemido hondo, que libera con temor a despertar a toda la casa. El otro masturbado entiende que la cosa va en aumento, y decide acallar el sonido de la lubricidad con un beso profundo.

Pedro alterna los dos penes erectos, comparando lo salado de ambos fluidos, lubricando con la saliva aquél que no está siendo chupado, dando pequeños mordiscos para garantizar que la sangre no abandone la dureza de los cuerpos cavernosos, acariciando con su lengua las bases y los escrotos, regresando a la conquista de los miembros.

Por su parte, las bocas de Jorge y Darwin no cesan de tener una erótica riña, mientras sus brazos se acarician las velludas anatomías.

De pronto, el físico-culturista cesa el beso, se contorsiona al lado opuesto, abre el cajoncito de su mesa de noche y saca un condón.

-          Darwin, ¿sabes usar uno de estos?

-           No… sé… creo que… sí.

-           ¿Se la quieres meter a Pedro?

-           Síiii…

Jorge hace que Pedro se concentre en su pinga, abre la cubierta de color plateado y, tras sacar el látex, se lo pone a Darwin. se las ingenia para hacer un breve sesenta y nueve con Pedro, sólo para humedecer el ojo del culo. Se pone de pie, siempre ofreciendo su verga al felador, quien queda en cuatro, dejando ante Pedro el hoyo por donde mete su pene de modo algo brusco, lo que al pasivo le produce algo de dolor y le obliga a detener la pelvis de su cachero con la mano, sin dejar de chupársela al del cuerpo de súper-héroe.

Jorge parece interpretar la incomodidad.

-          Despacio huevón. Le vas a sacar sangre.

-           OK. Per… perdóname. ¡Ah!

Darwin consigue meter sus dieciséis centímetros en el culo de Pedro, y el adulto se da maña para que sus dieciocho y medio puedan ir hasta la garganta.

Frente a sus ojos, y con la ténue luz del dormitorio, un adolescente comienza el baile pélvico, que choca rítmicamente con las nalgas de un insaciable chupa-pingas, y que acaba, apenas un par de minutos después, con el gesto evidente del orgasmo.

-          Agarra el condón de la base y sácalo despacio. Que no se salga de tu miembro.

El procedimiento se cumple con éxito, y el pene flácido aparece cubierto de la bolsa donde el líquido blanco está en una considerable cantidad al fondo  de la misma.

Jorge quita su verga de la boca del penetrado y va al puesto que ocupaba Pedro: el ano aún está dilatado.

-          En mi mesa de noche hay papel higiénico. Envuélvelo. Sácame un condón.

Darwin sigue las instrucciones, y entrega otro paquetito plateado a Jorge.

-          Pedrito, ¿quieres que te la meta?

-           ¿Tú quieres?

-           Sí. Pero, ¿qué dices tú?

-           Sí Coquito. Sí.

el sobrenombre le produce una inexplicable sensación. Abre el nuevo forro, se lo pone, le coloca saliva, y da otro escupitajo al orto del jovencito. Poco a poco va metiendo uno… dos… tres… cuatro… cinco… seis…diez… doce… catorce. Pedro experimenta un espasmo.

-          Darwin, bésalo.

Nuevamente los adolescentes juntan sus labios. Quince… dieciséis… diecisiete… por fin, entró todo.

A diferencia de su predecesor, este hombre comienza muy despacio, y va incrementando de a pocos la velocidad. Se deleita viendo la penetración. “Está cerradito todavía… aprieta rico”. Jala su almohada y hace que Pedro quede boca arriba; pone el gran cojín bajo su trasero, le levanta las piernas y repite la penetración  de menos a más, mientras los dos chicos siguen besándose y acariciándose .

La danza de Jorge toma unos seis a siete minutos más, cuando siente que su leche se acerca al glande. Saca el miembro, le quita el preserbativo, y comienza a masturbarse sobre el pecho de Pedro.

En un minuto más, puede ver cómo su semen forma líneas blancas brillantes sobre el cuerpo del muchacho, aunque algunas ráfagas impactan en el cabello de quien vuelve a sentir que la sangre regresa a su verga.

Jorge jadea mientras una gotita blanca se niega a saltar desde su uretra.

-          suficiente por hoy.

 

Con mucha cautela, Pedro regresa a su dormitorio, abre la puerta, y luego simula ir al baño. Se limpia, se da un micro-duchazo y regresa. Para esto, Darwin ya está adentro, a salvo. Es el siguiente. Igual, entra por medio minuto a la ducha y sale.

Ambos cierran la puerta, y pueden escuchar nuevamente que alguien usa el baño.

-          ¿Te gustó?

-           Sí. Estuvo super nice.

-           ¿Quieres hacerlo otra vez?

-           ¿Otra vez?

-           Sigo arrecho.

-           Es que… eres brusco.

-           Te juro que lo hago despacito.

-           Pero, no tenemos condón.

-           Jorge me dio uno.

Los dos chicos se vuelven a desnudar, repiten las caricias de una hora antes. Pedro vuelve a recibir a Darwin repitiendo la pose de piernas al hombro, aunque no puede disfrutar tanto como quiere porque le arde.

Darwin eyacula cinco minutos después.

Ambos se quedan dormidos en la misma cama.

Así amanecen.

 

Escrito por N-Ass. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com, o deja tu comentario aquí.

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