jueves, 27 de septiembre de 2012

La Parcela (20): Cada quien con cada cual

Hunks of Piura

Esa tarde, Jano tenía un nuevo ocupante en su cuarto. Hizo un espacio para que acomodara sus cosas. Mientras Jano estaba ausente, Nando se acostaba sobre la cómoda cama, satisfecho.

-          De aquí no me para nadie.

 

En su antiguo cuarto, Pancho y Raúl acomodaron el lugar para iniciar algo más que una relación de camaradería.

-           Fidelidad, comunicación, paciencia, espontaneidad. Eso espero de ti, Raúl.

-           Creo que espero lo mismo. Me siento raro.

-           ¿Es la primera vez?

-           Sí. ¿Y tú?

-           No. Segunda. Las anteriores fueron un fracaso, pero prefiero no hablar de eso.

-           Te quiero, Pancho. Me siento feliz a tu lado.

-          El moreno musculoso sonrió tiernamente.

-           Eso es una buena señal. Yo también te quiero.

-          Ambos se despojaron de su ropa interior, se acostaron en su lecho, pusieron los condones al alcance de sus manos e hicieron el amor apasionada y románticamente.

-          Los dos se acariciaron y besaron en la boca. Pancho fue girando lentamente hasta darle la espalda a Raúl, quien la recorrió lamiéndola, hasta llegar al ojo del culo. Lo lamió intentando que su lengua ingresara a ese rincón que muchos consideran prohibido. Pancho lo ayudaba separando sus nalgas, y jadeando profundamente, mientras sentía la electricidad recorriendo su cuerpo. Raúl regresó hasta tocar su cuello, mientras encajaba y masajeaba su pinga entre las grandes corvas de su enamorado.

-          Raúl se bajó de la espalda de su chico, y, sin decir nada, giró. Pancho abrió su boca, y fue llenando de besos la espalda, hasta llegar a las nalgas. Coqueteó con el ano de Raúl, hasta que lo tomó por asalto. Hizo que levantara el culo, lo que le permitió lamer los huevos y la dura pinga. El propio Pancho se las ingenió para que Raúl se la chupara a la vez que él lo hizo.

-          Raúl tomó uno de los condones, lo abrió y se lo colocó a Pancho, se puso algo de saliva en su culo y se sentó sobre los 19 centímetros del moreno, comenzando a cabalgar. Pancho lo tomó de las caderas, y lo acarició tanto como pudo. Giró e hizo que Raúl quedara bajo su cuerpo. Ahora le tocaba a él mover su cadera con fuerza. Justo antes de sentir el orgasmo, sacó su pene, tomó el otro condón e imitó la maniobra de su amante. Imitó la pose inicial de Raúl y lo cabalgóhundiendo los 18 centímetros de carne, entre sus nalgas. Raúl no sabía dónde posar sus manos, hasta que optó por ayudar a que Pancho se masturbara.

-          Los dos no cesaron de besarse en la boca, de jadear, de lanzarse expresiones de cariño.

-           Me vengo, Raúl.

-           Dame toda tu leche.

-          Ráfagas de semen espeso cayeron sobre su torso, mientras que el esperma del hombre más delgado, pero atlético, terminó adentro del condón que todavía estaba dentro del ano de Pancho.

-          Los dos se acostaron de lado, y se besaron profundamente, mientras sus cuerpos sudaban copiosamente.

-          Gabo los espiaba por la rendija de la puerta.

 

El lunes siguiente, y con las primeras lluvias, Pancho y Raúl se encontraron con nuevo mobiliario en su cuarto: dos camas.

-          Parece que son más cómodas que las del hotel, ¿no?

-           Sí, parece. Pero, ¿quién las trajo?

-          Alguien carraspeó a sus espaldas: Nando entraba altivo.

-           Bueno, muchachos, ahora sí podrán descansar con tranquilidad.

-           Bueno, con una cama era suficiente, ¿no?

-           Bueno, Pancho. El día que Raúl te bote de la cama, te acordarás de mi. Jajajaja.

-          Los tres se rieron. Raúl se acercó a abrazar a Pancho, y lo besó cómodamente en la boca.

-           Gracias, Nando. Gracias por todo.

-           ¿Para qué están los amigos? ¡ahora a trabajar!

 

A media mañana, José llegó hasta la oficina de David. El administrador no pudo ocultar la buena impresión que le causó este nuevo fortachón, quien leía detenidamente las condiciones de su contrato.

De hecho, José llegó vistiendo un polo alicrado amarillo pálido, un ceñido jean negro, y zapatillas. Los hombros, la espalda, los pectorales, el abdomen, los muslos, el culo… casi nada quedaba a la imaginación.

- ¡Vaya que Jano tiene buenos gustos!

- ¿Perdón?

- Disculpa, pero, te diré la verdad. Tienes un cuerpo bravazo.

- Gracias… Aunque, según sé, me contratan para capataz.

- Eh… claro, claro. Sólo era un comentario.

José firmó donde le correspondía.

-          Vendré a trabajar desde mañana. Y me gustaría que eso quedara claro. Vengo a chambear porque Jano me necesita… porque la parcela lo necesita.

-           Descuida. Así será.

 

Apenas José salió, se topó con Wilfredo, quien lo invitó a la cocina para conversar mejor. Jerry, quien estaba haciendo el almuerzo, no pudo evitar ponerle los ojos encima. José lo ignoró, o fingió hacerlo.

Jerry no pudo evitar desnudarlo con la mirada, sentir cómo se ponía de pie desde la mesa y lo iba a buscar a la cocina, para quitarle lentamente la ropa, besarlo, hacer que le dé la espalda, dejar que le arrrime la verga y que se la meta a su ano que, hacía semanas, necesitaba pinga. Jerry despertó de su sueño, cuando un cucharón cayó al suelo.

En la mesa, Wilfredo puso a José al corriente de todo en ese lugar, desde el retorno de Jano, las cosas que se lograron, y quiénes serían sus compañeros de trabajo.

Toda la conversación estuvo amenizada por una limonada fría, especialidad de Jerry, quien no perdió sílaba ni segundo de la charla.

-          Oiga, don Wilo, y… ¿cierto que Jano anda enamorado?

-           ¡Mierda! Pero esa no te la conté yo.

-           Me lo dijo el propio Jano, pero no me dijo de quién.

-           Ah. Es qieeee… no sé por dónde comenzar.

-           Debe ser alguna chica rica de la ciudad.

-           Esteeeee… No es chica, sino chico… Tampoco es rico…

-           ¿Entonces?

-           Es el joven Fernando, el ingeniero Fernando, otro de los capataces.

-           Ya veo. ¿Y qué tal es?

-           Buena gente. Chambero. Medio pavo real, pero buena gente.

-           ¿Otro de los capataces, dijiste? Trabaja aquí, entonces.

-           Sí… ¿por qué?

-          José volteó a ver a Jerry, quien de inmediato, bajó su mirada.

-           Por nada, don Wilo. Por nada.

-          Los dos amigos se despidieron.

 

Aprovechando que nadie transitaba por el pasillo principal y que Jano estaba fuera, Nando  se escabulló a la sala y tomó el teléfono.

-          ¿Alo¡ ¿Primo? ¿Mi vieja?... Ah, chucha… nada, todo bien. De hecho, todo está saliendo mejor de lo que esperábamos. Será cuestión de semanas para que poco a poco, esta parcela regrese a quien realmente la merece.

-          Nando comenzó a reírse y a dar vueltas con el auricular, cuando se quedó en una pieza. Wilfredo estaba parado en la entrada de la sala, mirándolo fija y seriamente.

 

Apenas José salía del portón de la parcela, cuando Jano ingresaba. El claxon de la camioneta lo detuvo.

-          ¿Firmaste contrato?

-           Sí. Comienzo mañana.

-           Oye, José. Si deseas, puedes mudarte esta misma tarde. En el cuarto de Pancho y Raúl hay una cama que puedes ocupar.

-           Puede ser… ¿y dónde duerme Fernando?

-           Parece que la Internet de la parcela funciona. Nando duerme conmigo. Él es mi pareja.

-           Sí. Wilo me lo dijo.

-           Bueno. Te esperamos.

-           Vendré. Pero te prometo solemnemente, y sabes que cumplo mi palabra, que tú serás el jefe y yo seré el subordinado.

-           No es necesario que hagas eso. Somos amigos…

-           Precisamente por eso. Por el cariño que te sigo teniendo, me comportaré como tu capataz. Pero si ese Fernando, o Nando, se malea, se las verá conmigo.

-           No será necesario. Ambos se llevarán muy bien. Él es de toda mi confianza. Igual que tú. Igual que todos aquí.

-           Nos vemos más tarde, Jano.

-          El joven dueño de la parcela ve cómo el moreno fornido se aleja hasta tomar un auto. Aún se queda varios minutos pensando en esa declaración de lealtad. ¿Está obrando correctamente?

 

Gabo estaba en la cocina tomando agua, cuando Nando pasó muy cerca de él.

-          Anda al  almacén de semilla, en cinco minutos.

-          Aunque extrañado, Gabo esperó impacientemente el término del plazo. Al finalizar, se percató de que nadie lo viera. Estaba muy nervioso. Al fin llegó a la puerta, giró la perilla. Nando estaba desnudo sobre una mesa, sobándose su aún flácida verga.

-           Atranca la puerta. ¿La quieres en tu culo?

-           Pero, ¿y Jano?…

-           Ven. No te preocupes por él. Vamos a hacerlo al toque.

-          Gabo comenzó a desnudarse.

-           Oye Gabito, ¿te acuerdas que hace tiempo me ibas a contar algo de un chibolo de acá del pueblo?

-           Ah. Sí.

-          Gabo fue desarrollando una historia de la que el fortachón blanco no perdió ni una sílaba.

-          Tras ello, Nando sacó un condón, y se la metió a Gabo, fuertemente.

-           ¡Auuu! ¡Me duele!

-           Tranquilo. Yo sé que te gusta que te destrocen el culo.

-          Nando bombeó el ano del chiquillo rápidamente por cinco minutos.

-           ¡Ya, Nando! ¡Me duele!

-          El musculoso retiró su miembro, se sacó el condón, y se puso su ropa.

-           Mi pinga está a tu servicio, si me sigues contando historias como esas.

-          Nando le guiñó un ojo.

-          Gabo, aún desnudo, dentro del almacén, comenzó a sentir algo extraño, en el alma.

 

(CONTINUARÁ…)

 

Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.

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