domingo, 24 de abril de 2022

ASS (26): El verdadero secreto sexual del cura

Padre Alberto cacha de lo mejor con Miguel cuando recibe una noticia que podría joder sus planes.

 


Nada mejor para el Padre Alberto que terminar un domingo junto a Miguel, desnudándose mientras se besan en el dormitorio del AS. Ambos se echan sobre la cama, uno encima del otro.

“Entonces no te dio pena coger con Alejo frente a una cámara”, concluye el sacerdote.

“Si aún viviera en mi casa, creo que sí tendría un poco de roche; pero ya sabes que a ellos les importé una mierda”.

“Ya, cuate. ¿Hasta cuándo vas a seguirles teniendo ese resentimiento?”

Alberto besa otra vez en la boca a Miguel.

“ojalá a la gente le guste mi culo velludo”, comenta el artista.

“?Por qué no les podría gustar? Yo ya lo estaba extrañando… igual que tu verga”.

Ambos se dan un nuevo beso; entonces Miguel se incorpora un poco, gira respecto a la posición de Alberto y le coloca su pene en la boca mientras él se agacha a chupar el del cura.

La pose del 69 es perfecta no solo para que ambos se mamen mutuamente sus pingas, también para que se succionen sus bolas y, aprovechando la flexibilidad de ambos, a que se abran sus nalgas por igual y se practiquen el beso negro al mismo tiempo. Los penes erectos descansan cada  uno sobre la hendidura entre los pectorales del otro.

Giran sobre la cama. Ahora que el Padre Alberto está encima, aprovecha para incorporarse, avanzar hasta el culo velludo de Miguel, levantárselo más, golpear su pinga dura sobre el propio agujero y, en cuclillas, irla metiendo poco a poco. Miguel, desde su ángulo, puede ver las dos grandes nalgas del cura bien abiertas, el agujero del ano rodeado por una matita de vellos, cómo un pene grueso de 18 centímetros taladra sus entrañas, y cómo su cachero, para tener más estabilidad, se apoya en la cabecera de la cama y comienza a bombearlo. Él comienza a pajearse.

“Qué rico la metes, Betito”.

“¿Te gusta cómo te cojo, morrito?”

“Me encanta”, susurra Miguel.

Alberto saca su pene, gira, se pone ssaliva en todo el ojete y toma el falo erecto de Miguel, lo calibra y se sienta sobre él engulléndolo con su recto. Cuando lo consigue, comienza a rebotar mientras el otro chico mueve también su cadera. Ahora es el sacerdote quien se pajea.

“Dame verga, así, rico”.

“Adoro ese culazo que tienes”.

Alberto se vuelve a zafar, hace que Miguel gire sobre sí mismo y luego lo pone en cuatro patas. Vuelve a meter su pinga y no se ahorra el chasquido de su ingle al chocar con esos velludos glúteos. Luego le cede el turno a Miguel quien la tiene fácil porque las nalgas del cura son lampiñas y suenan más.

Como el Padre sabe que Miguel no dura mucho, repite el 69, pero ambos de costado sobre la cama. Cada uno toma el glande del pene del otro y lo asegura bien en su boca mientras masajea el resto del miembro. Alberto es el primero en saborear el semen del chico mientras Miguel espera más tiempo hasta que lo consigue.

“¿Qué tales están mis mecos?”, cachondea Alberto renunciando a vestirse de nuevo.

“Ricos y nutritivos, y hasta deben venir benditos”, ríe Miguel.

“Ven acá, pendejo”. El cura atrae su cabeza a la del más joven y lo vuelve a besar en la boca. Justo entonces suena el celular del cura. Se levanta de la cama, mira la pantalla y hace un gesto de silencio a Miguel.

“Bueno, ¡Padre Provincial?”

“Padre Alberto”, le responde otro hombre por el aparato. “Te estuve llamando a la casa parroquial pero nada”.

“Ehh… estaba… duchándome, Padre Provincial. ¿En qué puedo servir?”

“Pues, te llamo para informarte que el próximo domingo, junto con el Padre David, estoy enviando a un novicio para que te ayude en tu apostolado”.

Alberto se queda frío:

“¿Qué… dice… Padre Provincial?”

A la mañana siguiente, el sacerdote se trata de tranquilizar con un whisky en el minidepartamento que Flavio alquila cerca del Puente Cáceres, en Castilla. El modelo viste una pijama de franela y babuchas, se sienta al costado y pone su gruesa mano en el ancho muslo del visitante.

“¿En serio crees que lo hacen para joderte, Beto?”

“Me las ingenié para que por dos años no me mandaran a nadie y evitar… bueno… tú sabes. Pero si viene, solo basta un error insignificante para que todo se vaya a la chingada”.

Flavio acaricia la cabeza de Alberto, se le acerca y lo besa en la boca.

“Necesitas relajarte. Vamos”.

“No sé si tenga ganas, Flavio”.

“Pero yo sí… hace semanas que no cachamos”.

Flavio vuelve a besar a Alberto en la boca. Logra que éste deje su vaso de escocés en una mesita de centro y sin mucho esfuerzo se lo lleva al dormitorio. Allí, ambos se siguen besando y desnudando por completo hasta acostarse en la cama. El modelo se queda bajo el sacerdote, abierto de piernas, rozando su pene cabezón erecto contra el largo falo del visitante. Flavio abre más sus piernas hasta levantarlas y hacer que el pene de Alberto resbale hasta la propia entrada de su ano.

“Me encanta cómo lubrican Alejo y tú, pero más me encanta cómo me cachan”.

“Lástima que ese recluta no está aquí, ¿no?”

“No importa, Beto. Alejo y tú son solo el inicio”.

Mientras ambos se besan en la boca, el pene de Alberto va ingresando dentro del ano de Flavio hasta que los testículos del sacerdote chocan contra las nalgas del modelo. Ambos comienzan a moverse y el placer comienza a elevarse. Definitivamente, el culo de Flavio es insaciable. Tiempo después, Alberto cacha al modelo en perrito. Ambos gimen y jadean fuerte, sin miedo. Estando en el último piso del edificio, nadie los escucha.

Luego Alberto se acuesta a lo ancho de la cama. Flavio se sienta encima de su pinga, dándole la espalda, se la mete por el culo y comienza a rebotar. Entonces, el celular del muchacho suena: él reconoce el tono.

“Ya llegó”, se detiene, se saca el pene erecto con mucho cuidado, se limpia la raja del culo con un pedazo de papel higiénico, se pone su pijama y sus babuchas.

Alberto se queda calato sobre la cama dudando si vestirse o no. Mejor opta por quedarse así, en pelotas. Cinco minutos después, escucha que se abre la puerta y que dos personas entran conversando. Luego un poco de silencio, algo que parecen ser unos besos y luego unos pasos que se aproximan.

“Qué hubo, Beto”, escucha en la puerta.

Al voltear la cara, Enrique entra luciendo su glorioso cuerpo musculoso al desnudo…

Y para terminar,te dejamos con una porno. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario