Tras un show porno, Alejo se lleva una inesperada sorpresa.
Cuando la noche
del viernes acaba y comienza la madrugada del sábado, un grupo de cinco chicos
se bañan desnudos en la piscina de la casa de enrique. El agua está temperada,
así que si bien en el resto de la ciudad corre viento frío, adentro del agua,
la cosa se mantiene de tibia a fresca. Alguno sale al bar que allí se dispuso y
en el que enrique está desplegando su otro talento: bartending.
“en un momento
tengo listo tu trago”.
Enrique lo
prepara y lo sirve. El chico, delgado, se apoya en la mesa viendo la única
prenda que el bartender está luciendo esa noche: un bóxer rojo opaco de
adelante pero transparente de las nalgas. Y enrique tiene un generoso par de
nalgas. Sorpresivamente, entra Alejo vestido de la misma manera y de frente se
para frente a Enrique:
“Oe, ¿por qué me
quitaste mi chamba?”, le reclama.
“¿De qué chamba
me hablas? ¿Acaso tú llegaste a tiempo para dedicarte a tu… chamba?”
Para sorpresa de
todos, Alejo da empellones a enrique y lo lleva hasta el otro lado de la
piscina. Los ocupantes quedan desconcertados. Los dos patas vestidos con la
misma sexy lencería se agarran a pelear allí delante de todos, y en una
maniobra de Alejo, ambos caen a la piscina. Enrique trata de llegar al borde
pero su oponente trata de halarlo al agua, y en el forcejeo, le termina
quitando el bóxer. Al quedarse oficialmente desnudo, enrique da media vuelta e
inicia la lucha dentro del agua. Los otros invitados se acercan a separarlos.
Ambos púgiles se dejan controlar (y de paso manosear) por los otros bañistas.
“¿Sabes cómo
resolvemos esto?”, ddesafía Enrique. “Con un duelo”.
“Acepto el
duelo”, responde Alejo.
Ambos salen de la
piscina pidiendo antes que el resto no intervenga y que se mantenga tranquilo
porque será el jurado.
“Pero yo ya estoy
encuerado y tú no”, observa Enrique.
“No me paltea
ccalatearme”, responde Alejo, y en el acto se saca el bóxer.
Ambos se juntan e
inician combate cuerpo a cuerpo; pero ante los ojos de los otros cinco en la
piscina, algo raro pasa con esa lucha, porque poco a poco, las bocas de ambos
contrincantes se buscan hasta besarse profundamente. Tras algún rato, al
separar sus cuerpos, sus vergas, cada uno bien dotado con 18 centímetros, están
bien al palo. Encima tienen hermosos culos. Allí mismo comienzan una guerra de
espadas.
La concurrencia
entiende, entonces, que todo es un montaje, pero un montaje erótico. Alejo hace
una llave y Enrique gira dándole la espalda, lo que permite rrestregar su pene
erecto entre las nalgas del anfitrión.
“Te he vencido”,
le dice.
“Tienes razón…
acepto la derrota”.
“Ponte de
rodillas”.
Enrique se hinca
ante Alejo y comienza a chuparle el pene y lamerle las bolas. Debajo del agua,
algunas erecciones entre los concurrentes comienzan a manifestarse. Alguno
aprovecha y toca el miembro del compañero y comienza a pajearlo.
En el borde, tras
mamarla por buen rato, enrique se voltea y Alejo se agacha para inclinarse,
abrirle las nalgas y aplicarle un buen beso negro. Enrique gime y jadea
extasiado. Bajo el agua, ya no hay mucha inhibición: es evidente que al menos
dos parejas de patas se están pajeando.
Aprovechando la
postura de enrique, Alejo escupe entre las nalgas y comienza a meter su pene erecto. Cuando
logra introducirlo todo, comienza a mecerse vigorosamente. Ambos machos siguen
gimiendo y jadeando. Adentro del agua, una de las parejas se anima también a
practicar sexo anal mientras los otros cuatro miran, se pajean, o se besan.
Tras veinte
minutos de espectáculo, Alejo saca su pene, lo pajea y dispara su semen en la
nalga de enrique más visible ante su público. A su vez, Enrique se pone de pie
frente a Alejo, se la pajea también y le eyacula entre los dos grandes y lampiños
pectorales. Por fin, ambos se ponen de pie, se besan en la boca nuevamente y
hacen una venia al respetable que aplaude:
“Feliz aniversario”,
saludan a los dos que están en pleno coito aún en la piscina.
Alejo y enrique
van a ducharse al segundo piso de la residencia.
“Solo espero que
ese pasivo esté limpio de la panza, si no, mañana tendré que cambiar el agua”,
reclama el dueño de casa. “Por cierto, cabrón, tu idea de la performance
estuvo cañón”.
“Como que ya
salíamos de lo mismo del baile y del calateo, ¿no?”
“¿Te quedas a
pasar la noche?”
“No, enrique. Me
prestaron la moto y tengo que devolverla”.
“Con tu
exclusividad deberías pensar en comprarte una moto”, sonríe el anfitrión.
Enrique baja
rápidamente a la piscina vistiendo un bóxer blanco convencional.
“Si desean, tengo
un cuarto”, avisa a la pareja de enamorados quienes siguen abrazados.
“Ya lo preñé hace
rato”, sonríe el que está detrás.
Cuando Enrique
regresa a la barra pensando que definitivamente el resto de ese sábado se la
pasará desaguando, llenando y desinfectando la piscina, uno de los invitados
emerge.
“¿Y el otro
chico?”, pregunta dándole alcance.
“¿por qué?”
“¡Da servicios?”
Enrique casi
choca con Alejo cuando éste baja lasescaleras.
“Te tengo un
cliente”.
Alejo se lo
piensa.
Diez minutos
después, el invitado que preguntó por el escort abre la puerta de uno de los
dormitorios. Al entrar, Alejo lo espera tapado en la cama.
“Ponle seguro”,
pide el gigoló.
Cuando la puerta
está cerrada y asegurada, Alejo se destapa: está calato, y su pinga está más
dormida que erecta. El invitado, ahora convertido en su cliente, se acuesta a
su lado. Alejo lo abraza y lo besa en la boca:
“Prepárate para
gozar”, le anuncia.
Tras un poco de
caricias románticas, Alejo se pone bajo el hombre, de unos 35 años, y deja que vaya
hasta su pinga para chupársela:
“Los huevos
también”, indica.
Con sus 18
centímetros duros y autolubricando, lo siguiente será forrarse con un condón y
meterle del otro lubricante, el de base de agua:
“Siéntate y
cabalga”.
El cliente sigue
las instrucciones y lentamente se sienta sobre la gorda vara de carne hasta que
su ano la engulle toda. Comienza a rebotar.
“Cáchame,
Alejandro, cáchame así”, gime de dolor el hombre llegando al éxtasis.
El escort se
extraña de que lo llamen por su nombre real, pero trata de restarle importancia
y gira con su cliente hasta meterle verga haciendo un piernas al hombro. El cliente
comienza a pajearse hasta que no aguanta
más y eyacula en su propio vientre, lo que estrecha su recto y es la señal para
que Alejo cese la penetración.
“Pensé que harías
carrera en el Ejército”, le dice el hombre.
“Alejo se
extraña.
“¿No te acuerdas
de mí?”
“No, la verdad”,
sonríe el escort para no generar conexión y porque realmente no lo recuerda.
“Fui tu profesor
reemplazante de Literatura en la secundaria. No te reconocí por el corte de
pelo y los músculos, pero ese timbre de voz y esos ojos…”
“¿Quieres que te
devuelva tu plata o…?”
“No, Alejandro.
No es eso. Solo que no pensé encontrarte aquí y así. Más bien, si quieres puedo
conseguirte trabajo, digamos, no sé… Ahora estoy a cargo de una oficina en educación,
aquí en la Regional y…”
”Gracias. Yo te
aviso”, contesta secamente el escort, levantándose de la cama. “Puedes ducharte
aquí”, le señala la puerta del baño.
“¿Dije algo
malo?”
Alejo toma aire y
disimulando su incomodidad todo lo que puede:
“Creo que me
confundes. Yo soy Santiago. Y, claro, siempre que sea para cachar, nos podemos
ver. Espero lo hayas disfrutado”.
Así, calato,
Alejo deja la habitación y deja a su cliente totalmente desconcertado.
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