viernes, 1 de abril de 2022

La hermandad de la luna 10.2

En una avenida de Collique, el tráfico de las cuatro de la tarde comienza a hacerse pesado. Frank trata de abrirse paso llevando a Elga como su pasajera en la motocicleta.

“Debiste entrar dos calles atrás, como te dije”, le observa ella.

“Tranquila que damos vuelta dos cuadras más adelante y nos vamos por una ruta más corta”.

De pronto, Frank nota que varios metros adelante hay una matrícula de auto que conoce.

“No te asomes para nada”.

“¿Por qué?”, se intriga Elga.

“¡Solo no te asomes!”

El semáforo que estaba deteniendo el flujo se pone en verde y Frank, en lugar de avanzar, apaga la moto y la mantiene inmóvil a la derecha de la vía.

“¿Estás loco o qué?”, reclama Elga.

Frank no responde.

“¡Avanza, por favor! No nos conviene estar parados aquí”.

“Te equivocas: en este momento, lo que más nos conviene es estar parados aquí”.

El semáforo vuelve a ponerse en rojo y el aparente peligro que estaba delante desaparece. Frank arranca la motocicleta otra vez y espera que regrese la luz verde.

“¿Me quieres decir qué está pasando?”, insiste Elga.

“Christian estaba delante nuestro”.

La mujer comienza a sudar frío y sentir que le falta la respiración. Se apoya fuerte en la espalda del conductor.

“¿Te sientes bien?”

“No”, musita ella.

Mira un video aquí.

Adán llega a la casa de Tito en su bicicleta. Al abrir la puerta, lo que más le llama la atención es que alguien esté durmiendo en el sofá, quien al despertar, de inmediato toma un arma dentro de una mochila y le apunta. Los dos varones se miran muy asustados. Cuando el intruso reconoce al cuerpo de luchador, baja la pistola.

“Perdona”, le susurra.

“¿Vas a explicarme quién mierda eres tú y qué mierda haces aquí?”, se indigna Adán.

Pablo toma el arma por el cañón y se la entrega al habitante de la casa:

“Descárgala; te voy a contar una historia”.

Adán se sorprende y reconoce el modelo de pistola.

“¿Eres policía?”

Mira otro video aquí. 

A las cinco menos cuarto de esa tarde, Tito llega a la oficina de Juan García en el Ministerio Público de Collique. Saluda a César, saluda al fiscal.

“Mucho te has demorado”, le observa Juan.

“Mi hija y yo estábamos verificando esto”.

Tito enseña el video que Flor había tomado la tarde anterior en la universidad.

“Es el comisario de Santa Cruz”, reconoce Juan.

“Había ido al Centro de Idiomas de su universidad para pedir una traducción confiable de los papeles que publicó el flaco de Santa Cruz Directo hoy; las había dejado por la mañana”.

“¿Entonces la fuente fue el comisario?”, pregunta César.

“Mi pregunta mas bien sería cómo el capitán Castro sabía  de la existencia de esta información”, centra el fiscal.

“Yo sospecho de Cruz Dorada”, se aventura a acusar Tito.

“La teoría es buena”, replica el fiscal. “Pero deberías saber lo que encontramos nosotros: Owen Mgombo tiene hasta seis pasaportes diferentes, y en todos tiene la misma edad, cuarenta y siete años, aunque los lugares de nacimiento se adaptan a cada país. Pero el dato realmente curioso es éste: la mayoría de frecuencias ha sido desde estos países a Inglaterra. Por ahí que se ha movido a otros lugares como México, India, Etiopía, Brasil o acá mismo; pero en todos los registros, figura que la mayor frecuencia es con Inglaterra, así que allí vive en realidad”.

“Que yo recuerde, él nos dijo que vive en Londres por trabajo y estudios”, acota Tito.

“eso no es lo raro, Joey; lo raro es que necesite hasta seis pasaportes distintos para viajar, como si se tratase de seis personas distintas cuando realmente es una sola”.

“¿Entonces, es terrorista como dice la publicación?”

“No hallé evidencia de eso, pero de que a nivel migratorio está en un lío, está en un lío; y si las autoridades de acá deciden intervenir tu negocio, hasta podrían multarte por contratar a un extranjero sin tener los papeles saneados”.

“¿Y la relación con Cruz Dorada?”

“Todos los países que visitó Mgombo tienen una filial de Cruz Dorada, con ese nombre o con otros acrónimos, así que básicamente la está cazando a nivel mundial, y donde parece haber tenido rencillas aparte de Sudáfrica, y ahora acá, es en Malawi y en Uganda”.

“eso sin contar que ya falleció en Sudáfrica y en Kenia”, completa César.

El gladiador mueve su cabeza como queriendo despertar.

“¿De qué chucha hablan?”

“Que en tu casa tienes al fantasma de carne y hueso más musculoso que la parapsicología haya conocido jamás”.

“¿Y todo eso cómo se conecta con la muerte de Manolo?”

“legalmente, no se conecta aún. Aunque los documentos de ayer hablan de la práctica latifundista de Cruz Dorada, que no es delito ni falta en nuestras leyes, solo me permiten conjeturar que si lo mataron fue porque Manolo sabía que algo irregular hay en esas compras, y eso sí sería delito”.

“¡Listo, Juan! ¡Ya tienes tu caso!”

“No, Joey, Tito o como te llames: solo tengo una sospecha, y tú vas a contarme por qué creo que manejas más información de la que aparentas”.

Tito abre los ojos y traga saliva.

“¿Por qué crees eso, Juan?”

“Dímelo tú, Tito”.

El gladiador se toma un respiro…

“Owen nos contó hoy que nunca estuvo en Sudáfrica… al menos no este Owen”…”

“No hablo de Owen; hablo de Manolo Rodríguez”, aclara Juan.

Los labios de Tito se vuelven blancos de los nervios.

  

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