viernes, 29 de abril de 2022

La hermandad de la luna 10.6

Mientras tanto en Collique, tras coquetear con un tablista en las salas de entrenamiento y coincidir con él en las duchas, Christian regresa al vestidor del Strong Body Gym & Spa y saca su mochila del casillero, se quita la toalla quedándose desnudo, lo que es aprovechado por su nueva conquista para meterle la mano justo en medio de las nalgas.

“Estás acelerado”, le sonríe el abogado.

“Lo tienes como me lo recetó el doctor”, le dice el otro atleta.

Christian prende su celular para revisar mensajes y se encuentra con el alerta. Rápidamente, presiona en el enlace y reconoce la casa de Tito, a Adán, a Juan y a Alvin.

“Así que ésa era tu diligencia”, reacciona.

“¿La quieres bien tiesa?”, se arrima el tablista por detrás también desnudo.

Christian sonríe pero no pierde el ojo de la transmisión web.

 Mira un video aquí.

En otro lado de Collique, Nava y los médicos de una clínica privada, y mucho más Chiquito, tratan de descifrar cómo una herida de bala se ha cerrado hasta prácticamente cicatrizar en tres horas. El celular del ingeniero suena; lo contesta aparte.

“¿Qué pasó, Castro?”

“Tenía razón: se salió de control. La gente prepara una marcha y viene a tomar la comisaría”.

“Capitán Castro, ése no es mi problema”.

Nava corta la llamada. Regresa donde Chiquito y le urge regresar a la oficina. Su empleado no cuestiona; obedece. El ingeniero se acerca a El Carnes, quien sigue descansando en la cama de la clínica.

“Me parece increíble que ese negro te haya sanado… espero que sigas mejorando… Suerte”.

Nava sale de la habitación siempre secundado por Chiquito, mientras el fortachón convaleciente trata de interpretar el mensaje.

“Él dijo adiós”, se escucha una voz afable en la habitación.

“¿Quién anda ahí?”, se pone nervioso El Carnes.

La puerta del cuarto se cierra como si el viento la empujara, y desde detrás de un biombo, Owen sale completamente desnudo con sus brazaletes dorados en las muñecas. Se acerca caminando a la cama. El paciente se aterra.

“¿q-q-qué vas a hacer, negro?”

“Yo no hacerte daño”.

Owen mete su mano derecha por debajo de la bata de El Carnes, quien siente algún calor en la zona de la herida que había sufrido más temprano y un enorme sopor. La última imagen que ven sus ojos es a la musculosa aparición sonriéndole compasivo. Luego, el letargo más absoluto en medio de un raro resplandor blanco.

  

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