Jano esperaba con impaciencia frente a la Comisaría de la ciudad. Estaba en su camioneta, acompañado por Nando.
- Ese Wilfredo. ¿Cómo se le ocurre tirar con un chibolo del pueblo?
- No asegures nada, Nando. Todavía no ha sido condenado.
- Nando sonrió, despectiva y socarronamente.
- Un auto se estacionó al costado de la camioneta, y un hombre joven, contextura normal, trigueño claro, cara agradable, como de unos 28 años, en camisa, corbata y pantalón de vestir bajó. Tenía un buen trasero.
- ¡César, al fin!
- Hola, Jano. ¿Qué ha pasado?
- Tras explicarle por unos minutos, Jano entró a la Comisaría, dejando al abogado y al gringo fortachón, solos en medio de la calle.
- Hola, Cesítar. A los tiempos.
- ¿Qué tal, Bennny? parece que los rumores eran ciertos.
- Nando se puso serio. Mientras, Jano, tras negociar con el comisario, pudo ver a Wilfredo.
- ¿Sabes de lo que te acusan? Es grave.
- Joven Alejandro. Es que… es que ese chibolo se me ofreció.
- Todo lo que quieras, pero es menor de edad. ¡es delito!
- Yo no sabía.
- Mira, he llamado a un amigo para que te asesore legalmente. Ahora lo hago pasar.
En la parcela, Jerry contaba sollozando los detalles de lo que pasó. José, Raúl y Pancho estaban presentes.
- ¿Y Gabo? ¿Dónde está?
- En su cuarto. Creo que llorando.
- José se levantó.
- Voy al baño.
Sigilosamente, José comprobó que Gabo estaba acostado sobre la cama de su tío, callado, inexpresivo.
José dio un rodeo completo a la casa grande, verificó que nadie anduviera cerca, y se escabulló en la oficina. Fue al archivador y buscó el expediente de Nando. No tardó en hallarlo, con su inconfundible rostro blanquiñoso, de facciones de modelo. Lo abrió: copia de DNI, certificado de antecedentes penales y policiales, curriculum… ficha RENIEC.
- ¿Hijo de Zacarías y María? ¿Será posible la coincidencia?
- Fue a archivadores más antiguos, y se dejó llevar por su instinto. Halló otro expediente… hasta que se encontró con el rostro familiar de un hombre moreno, de ojos achinados y algo gordo.
- ¡No puede ser! Los apellidos de Zacarías y Nando son iguales… ¿pero serán familia? ¡No se parecen!
En ese instante, tocaron el portón. José arregló todo velozmente y fue a atender. Era uno de los choferes que subían a la sierra, llevando un sobre dirigido a Wilfredo. Lo tomó y lo guardó. Al palparlo, notó que había un papel grande y otro más pequeño.
En la ciudad, César, el abogado, no salió con buenas noticias.
- Wilfredo será detenido preventivamente en Río Seco. Mientras no sepa quién es el juez, no podré gestionar libertad condicional. El problema es que por el delito, será medio jodido.
- Haz lo que puedas, César. Mantenme informado.
- Tranquilo, Jano. Ya sabes cómo trabajo. Hasta luego, Be…, perdón, Nando.
- Jano se volteó a ver a su pareja, quien para nada se bajó de la camioneta, y lucía su mejor cara seria.
- Antiguo cliente.
En el pueblo cercano a la parcela, José buscaba una casa. Tras preguntar a un par de vecinos, se encontró con una choza de quincha y adobe, pintada de verde claro, y techo de zinc.
Un sexagenario, con la mirada perdida, se balanceaba en una mecedora, viendo jugar a los nniños, decenas de metros más allá.
- ¿Ananías?
- De parte de quién?
- ¿No me reconoces? ¡Soy José! ¡José, hijo de Pablo!
- ¡Muchacho! Pero, ¿qué te ha pasado? Bien maceteado estás.
- El anfitrión hizo traer un par de cervezas, a pesar de la negativa del visitante. Pero, el problema es que si no aprecias lo que te ofrecen en el campo –el acatamiento- pueden generarse ofensas.
- Ananías, ¿recuerdas al Chino Zacarías?
- Uhhh… ese desgracia’u reconcha su madre. Por su culpa me sacaron de la parcela. ¿sabes que ahora está en la cárcel?
- Dejuro. ¿Sí sabías que lo culparon de la muerte de Don Alejandro?
- Sí. Pero nunca entendí por qué lo mató, si lo mató.
- Zacarías se había vuelto ‘rojo’. Se metió con unos huevones que decían que los ricos no debían tener tierras. Nos reunió a los capataces y nos decía que debíamos terminar con esa explotación del campesino y esas huevadas.
- ¿Pero, Don Alejandro nos explotaba?
- Oye, ¿no te acuerdas lo considera’u que era? ¿Te acuerdas cuando el Miguel se rompió la pierna?
- Claro. Tiene razón. Entonces, ¿por qué el Zacarías le tenía cólera?
- Porque le lavaron el cerebro, Pepito. Nos quiso lavar el cerebro. Un par de huevones lo siguieron. Y como nosotros no, le metió un cuentazo a Don Alejandro y nos hizo sacar. Entonces, sin aliados, ahí nomás le dio vuelta.
- Ya entiendo. ¡Claro, ahora me acuerdo! Una vez le vi un libro rojo…
- … con la hoz y el martillo. Terruco era. Esos terrucos nos jodieron la vida, carajo.
- Ajá… y… una pregunta más: ¿sabe si Zacarías tuvo hijos?
- ¿Zacarías? ¿con esa vida de mierda, qué hijos iba a tener ese huevón? Sí andaba jodiendo a una criada de Don Alejandro, pero hasta ahí nomás.
- ¿Cuál criada?
- No recuerdo bien, pero la patrona le dio plata para que se vaya de su casa. Creo que la chica terminó yéndose a Chiclayo o Lima, pero no volvimos a saber de ella. Oye, Pepito, ¿y por qué estás removiendo todo eso?
- Curiosidad , ananías. Curiosidad. Tengo que regresar a la chamba. Gracias por la chela.
Sobre la cama de Wilfredo, Jerry ahogaba su estrés metiendo sus 18 centímetros en el culo de Gabo, mientras el almuerzo se enfriaba.
Acostado sobre su espalda, totalmente desnudo, se movía frenéticamente, mientras Gabo levantaba su culo, también sin nada de ropa.
Finalmente, eyaculó. Justo en ese momento, a lo lejos, oyeron el portón abrirse. Como rayos, Jerry botó el condón por cualquier parte, se puso su ropa y Gabo fue directo a la ducha.
Gabo respiró aliviado, cuando, mientras el agua recorría su cuerpo, escuchó la camioneta de Jano. ¿qué hubiera pasado si el patrón hubiera llegado en pleno cache?
Cuando Gabo acababa de bañarse. Al entrar al cuarto de Wilfredo, halló a José, sentado sobre su cama. El chiquillo se asustó. El condón usado estaba al lado de uno de sus zapatos.
- Tienes ropa bonita. No sabía que las coreohrafías dejaran tanta plata. ¿Te acuerdas que Caly siempre se quejaba de que ganaba miserias?
- José, me voy a cambiar. Creo que Jano ya llegó.
- Tu tío está detenido, Gabriel. Parece no importarte. Y pensar que te dio la mano, ¿no?
- José se levantó y se fue.
- Cuando quedó solo, Gabo rompió a llorar.
Wilfredo fue trasladado esa tarde al penal. Un temible comité de bienvenida lo esperaba.
- ¡Llegó el violín! ¡llegó el violín!
- Wilfredo fue llevado a una celda donde habían dos varones más jóvenes, que lo saludaron con una sonrisa, pero no hablaron nada. Vestían shorts muy cortos, ceñidos, y bibidíes. Era evidente que debajo no tenían ropa interior, a juzgar por cómo se les metía por la raja del culo, y cómo se le marcaban los paquetes.
- ¡Bienvenido, Wilo!
- Wilfredo volteó y miró azorado.
- Za… Za… ¡Zacarías!
A esa misma hora, Pancho, Raúl, Nando y Jano estaban desnudos, compartiendo la misma cama, en el mismo cuarto. Justo después de almuerzo, Nando propuso a Jano una experiencia… diferente: que las dos parejas se hagan el amor viéndose entre sí, pero sin interactuar, es decir, cada par por su lado. Sería vouyerismo puro.
Al inicio, Pancho no aceptó, pero Raúl le dijo que sólo sería hacerlo frente a ellos, nada más.
Así, mientras Raúl y él se lucían con un 69, donde alternaban las chupadas de miembro, de bolas y los besos negros, Nando y Jano optaron por un conservador perrito. Jano no despegó la mirada de la performance sexual de sus otros dos amigos, una mirada arrecha, relamiéndose los labios.
Pancho gimió, y mientras Raúl le lamía el ano, comenzó a eyacular, sin tan siquiera habérselo manoseado. Entonces, tomó el pene de su chico y lo masturbó hasta que el semen los unía cual engrudo.
Jano también se vino en ese momento, lo que estrechó su ano y magulló la pinga de Nando.
Apenas sucedió esto, Nando sacó su pene del culo de Jano, se acostó y se quedó dormido.
José había logrado espiar algo de la acción desde el jardín interno de la casa grande. Antes que todo acabara, decidió ir al cuarto, quitarse la ropa y tomar una ducha.
Pero, bajo el agua, no pudo quitarse la imagen del sexo en grupo, y tomó su pene con su mano derecha para corrérselo, mientras que con la izquierda se acariciaba las nalgas y comenzaba a explorarse su ano.
Estaba a punto de conseguir el orgasmo, cuando vio que alguien lo observaba. Era Gabo, quien no había dejado de llorar.
- José, yo no quise hacerlo. Él… él… Nando…
(CONTINUARÁ…)
Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con personas, lughares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.
Me ha resultado muy intrigante la historia, debo decir también que me he sonrojado con los diálogos que para nosotros, de hecho, no pasan desapercibidos, además de entender perfectamente el coloquio nuestro, el norteño, tanto de la costa como de la sierra. Estaré atento a las demás entregas.
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