Pedro está acostado sobre su cama mirando hacia la pared. Es la hora de LA SIESTA.
Piensa.
No quiere cerrar los ojos.
Algo de viento se mete por la ventana, pero no lo siente del todo, ya que la cama de Darwin está camino hacia la claridad.
Golpes en la puerta.
Mejor hacerse el dormido.
Nuevamente, golpes en la puerta.
Se pone boca abajo, total, ahora tiene puesto un short holgado, así que nadie se excitará con su ropa sexy.
- Pedro.
No es la voz de Darwin. El aludido se voltea sobre su cama fingiendo despertar.
- Jorge. ¿Qué pasó?
- ¿Te molesto?
- No. Ven, siéntate.
El musculoso cierra la puerta, las cortinas de la ventana y atiende la invitación. Luce el ‘uniforme’ de siempre, pero huele rico.
- ¿Todo OK?
- Sí… bueno… OK, OK, no tanto, pero…
- Supe lo que hizo Darwin anoche.
- ¡Ay, ya te fue con el chisme!
- En realidad lo obligué a hablar. Estaba anoche echado en el sofá de acá afuera.
- ¿Y qué te dijo?
- Que la cagó. Que se siente mal.
Pedro baja la mirada, se sienta sobre el colchón, apoyándose en la pared, mirando hacia la ventana.
- Debió pensar antes de forzarme.
- Sí, aunque dice que… no te la metió.
- Pero es como si lo hubiera hecho.
Jorge se interna más en la cama y se reclina también sobre la pared al costado de Pedro.
- A veces los chicos somos bestias.
- Lo hice con ustedes dos esa noche. Me dolía un poco… aún me incomoda alguito.
- ¿Sangraste?
- No. Eso pasó… - Pedro enmudece por algunos segundos. - ¡Ya pasó eso!
Jorge alza su brazo izquierdo y rodea el cuello de Pedro, quien se acurruca.
- Escucha: debes perdonar a Darwin. Yo ya lo amenacé. Le dije que si vuelve a hacer esa cojudez, yo mismo lo saco a patadas. Simplemente tú me debes avisar. ¿Lo perdonas?
- Bueno. Lo haré porque tú me lo pides… porque tú me lo pides, ¿cierto?
- Sí. Si los reverendos se dan cuenta, pueden joderlos a los dos.
- OK, Darling.
Jorge espera a que Pedro lo mire; lo besa en la boca. El chico le responde.
El atleta se pone de pie, se quita el bibidí y el short negro. Debajo no tiene nada. Vuelve a subirse al costado de Pedro, y esta vez intenta besarlo de frente. Lo logra con dificultad.
Ambos terminan acostándose uno al lado del otro. Jorge saca lentamente el short de Pedro, y éste completa la tarea.
Tamppoco tiene nada debajo.
Entonces, el adulto se acomoda encima del menor: lo abraza, lo acaricia, lo besa en la boca y el cuello. Le abre las piernas, juntando su genital en proceso de endurecimiento con su par erecto.
- Coquito, no me la metas, ¿sí papi?
- No mi amor.
Las caderas de Jorge se mecen entre las piernas de Pedro. Ahora ambas espadas de carne pueden combatir en igualdad de condiciones. El físico-culturista se abre de piernas para abrir más las de su amante, quien lleva sus manos a la conquista del masivo trasero encima suyo.
Cuando Pedro está ascendiendo en su grado de excitación…, la puerta del dormitorio se abre.
Jonatan y Manuel están durmiendo la siesta, cada quien en su lecho. Ambos no lucen más que la ropa interior.
El piurano despierta, y rápidamente se voltea a ver si su compañero está en la otra cama. Lo contempla un rato. Duda. Mide. Decide. ¡Calsoncillo fuera!
Torna su cuerpo hasta quedar frente a frente con el durmiente que está cruzando ese foso de medio metro.
Su pene, que hace varios días no daba señales de vida, comienza a crecer. Tras estar en perpendicular al colchón, poco a poco, a medida que crece y se engrosa, termina haciendo una diagonal.
¿Por qué ocultarlo?
Jorge sonríe, abrazado a Pedro, quien está mudo y estupefacto.
- ¿Están jugando a las luchas?
- Sí, Reverendo Roberto. ¿Quiere jugar?
- Sí. ¿Por qué no?
El religioso cierra la puerta. Se desnuda.
Pedro se sorprende al mirar el gran falo de quien los organiza en la cocina; luego mira a Jorge, aún sobre él.
- Tranquilo. No tengas miedo.
Jorge se para y se coloca frente al Reverendo. Lo toma de las manos. Comienza a hacer fuerza. Los cuerpos no tardan en juntarse.
Despacio, ambos caen sobre la cama de Darwin, y se alternan en someterse uno al otro.
Pedro no sabe qué hacer, pero sí tiene seguro que no quiere irse de allí: dos hombres de cuerpos atléticos en la pugna más sensual que no vio jamás. Quizás en las pornos que bajó alguna vez de Internet; pero, en vivo, es otra cosa.
De pronto, Jorge se coloca encima de él. Parece haberle ganado.
Comienza amover su pelvis sobre la del moreno contrincante.
- Te vencí.
- Sí. Debes cobrarte la victoria.
- Pedro, ven, comparto mi victoria contigo.
El chico salta de su cama. Jorge se para un rato y le indica que se acueste sobre el religioso y repita lo que él estaba haciendo un ratito antes.
Pedro lo hace, y el Reverendo lo recibe . siente su gran pene bajo su pubis y las piernas del otro rodeándole las caderas, colocándole los talones en medio de las nalgas.
Jorge, entonces, se acuesta sobre ambos.
El del medio y el de abajo se corren.
- Me vine.
- Ay, yoo también.
Jorge toma grandes trozos de papel y se los da a ambos para que se limpien el semen que ha embadurnado su bajo vientre.
El religioso sale primero, tan en silencio como entró.
Jorge y Pedro se quedan solos.
- Escucha: calcula diez minutos antes de ir al baño, ¿OK?
- OK, Darling.
Un nuevo beso en la boca.
Pedro se queda anonadado y desnudo, preguntándose si el Reverendo Rafael es, o se hace, el cojudo.
Sea cual fuere la respuesta, eso a él le complace.
Manuel, al fin, se despierta.
Frente a si está Jonatan desnudo, como si posara para una pintura en honor a un dios griego durmiente.
Su anatomía le genera una sensación inevitable: su pene queda tan erecto como el que tiene al frente, a sólo medio metro.
¿qué pasaría si sus manos se posaran allí?
(CONTINUARÁ…)
Escrito por N-Ass. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares y situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.
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