domingo, 13 de febrero de 2022

ASS (15): Un escort para esta noche

 

 La verga de Alejo trabaja doble el lunes.



Esa noche, el ‘paciente’ de Alejo es un hombre de unos 35 años, contextura normal, sobre el que se acuesta ya desnudo en una cama de plaza y media con una manta de mala muerte bajo unos cursis tubos plásticos emitiendo una luz roja. Espejos en el techo, en la cabecera y a los costados. Alejo besa en la boca al otro hombre con mucha pasión. Mientras lo hace, gira hasta ponerlo encima suyo: “Chúpame la verga”, le pide.

El otro hombre recorre a besos el musculoso torso de Alejo, sus definidos abdominales y llega al pubis donde la pinga de 18 centímetros ya está parada y babeando. Sin esperar más –el tiempo es, literalmente, oro—comienza a mamarla.

“Así, mi amor; trágatela toda”.

Aunque, claro, para el mamón es complicado metérsela en su boca de labios carnosos. Tras unos diez minutos en ese plan,alejo consulta:

“¿Te la clavo?”

“¿No puedo mamarla otro ratito más?”

“Claro; es toda tuya”.

El otro hombre ahora saborea el lampiño escroto y usa su boca para adivinar el tamaño de los dos testículos allí dentro. Su lengua traviesa baja al perineo y busca llegar al ano.

“Solo mamada”, le aclara Alejo.

“¿No puedo hacerte beso negro?”

El joven lo piensa; recuerda los encuentros de las últimas 36 horas. Bah, es solo un beso negro. Levanta las piernas y ofrece su orificio al otro hombre: “Solo beso negro”, le aclara de nuevo.

Comparando con la lengua de Miguel, a este tipo le falta algo de destreza pero tampoco lo hace mal. Alejo se da licencia para disfrutarlo aunque eso implique que su gran pene pierda rigidez. Por si acaso, lo pajea.

“¿Aún tengo tiempo?”, consulta sonriendo el otro hombre.

Alejo baja sus piernas, dobla la cintura estrecha sobre la cama y se asoma al suelo del cuarto donde están las ropas de ambos. Mira su celular y aprovecha para sacar el paquete de condones y el sachet de lubricante: “Tenemos una hora todavía”.

El otro hombre sonríe, vuelve a chupar la pinga del atleta y la pone bien dura otra vez. Alejo se coloca uno de los tres condones, embadurna todo con lubricante: “Siéntate… para que no te duela”, le indica.

El otro hombre se deja ensartar el pene en su ano poco a poco y cuando ya no siente tanto dolor, cabalga. Alejo le acaricia las nalgas; se siente tentado a pajearle su pene más pequeño que el suyo pero no es parte del trato. Más bien, tras cierto tiempo cambia a un piernas al hombro (y entiende la lógica de los espejos), y luego en perrito. Su narcisismo lo lleva a contemplarse cachando con esa luz débil de mierda. Y verse reflejado lo excita sobremanera acelerando su orgasmo.

“Voy a darlas: ¿dónde te la vacío?”

“En mi pecho”.

Alejo hace que el hombre gire, casi se arrodilla sobre su abdomen, se masajea duro el pene y bota su semen sobre los aplastados pectorales.

Tras bañarse juntos tiernamente, ambos amantes salen de la habitación, bajan las escaleras y abordan un SUV que hay en un estacionamiento.

“Quería cachar contigo en la casa, Santiago, pero la huevada es que siempre hay gente”.

“Tranquilo. Ya habrá oportunidad”, calma el joven, sonriendo.

Casi a medianoche, el trayecto desde el hospedaje en Catacaos al centro de Piura se hace relativamente rápido. La SUV para a una cuadra de la plaza de armas.

“Te paso la voz la otra semana… ¿podrás?”

“Claro. Ya sabes cómo es”.

Cliente y escort se despiden. Alejo camina hasta una cochera a media cuadra y retira una motocicleta. En cuarenta minutos llega a San Sebastián y  en cinco minutos se estaciona en la casa parroquial. Mira a ambos lados, abre discretamente  una de las hojas del portón y mete el vehículo. En su celular ya se marca casi la una de la madrugada. Empuja la puerta de uno de los dormitorios y la cierra tras sí, se desnuda por completo y se mete en una cama ya ocupada. Y el ocupante se despierta asustado. También duerme desnudo.

“Pensé que pasarías la noche en Piura”.

“No. Hoy es lunes…”

El Padre Alberto mira los números en su despertador electrónico de la mesa de noche:

“Ya es martes”.

Alejo se encarama encima del cura y comienza a besarlo en la boca y el cuello.

“Antes que nada, Alejo, explícame cómo es eso que de AS ahora serás ASS”.

“No quiero dejar de ser un AS. Todavía no le he firmado papeles”.

“¿Acaso no confías en ese chico?”

“No es eso. Solo sigo tu consejo: que no me note urgido”.

Alberto sonríe y se besa en la boca con alejo. Ambos se besan las tetillas. Camino hacia su culo, alejo no desaprovecha la ocasión para besar el pene y las bolas del sacerdote. Le levanta las piernas y le aplica el beso negro que su cliente de aquella noche, o la noche previa, no supo hacer, y el cura goza con las cosquillas que le produce la lengua del joven en su culo rodeado de vellos.

“Déjame chupártela”, le pide.

“es toda tuya”.

El Padre mama la pinga de su protegido y es imposible ignorar el aroma a barrita de jabón de hospedaje. Con la verga ya dura, Alejo comienza a penetrar ese ano que sigue dilatado y a moverse rítmicamente en una pose que mezcla el piernas al hombro y una acrobática variante de un misionero. Eso es conveniente pues ambos adoran besarse en la boca.

Luego, Alejo gira para que el Padre le cabalgue la verga, y a él sí le acaricia el pene erecto y las bolas que le azotan el abdomen de tabla de lavar.

“Las boy a dar”, avisa el cachero.

“Aguanta para acabar juntos”.

Alejo masturba el pene de Alberto más rápido hasta que siente que las ráfagas cálidas de semen se disparan encima de su vientre.

“Ricco, Alejito. ¿Acabaste?”.

“Claro”, miente el activo.

Tras ducharse, ambos regresan a la cama y se arropan desnudoss y abrazados.

“¿Cuándo le firmarás el contrato, Alejo?”

“¿Cuándo me recomiendas?”

El cura suspira:

Que no pase del fin de semana”.

Alejo besa en la boca a Alberto:

“Y no te paltees: jamás dejaré de ser un AS… no después de lo bien que te has portado conmigo”.

El Padre Alberto sonríe. Le devuelve el beso:

“Durmamos… es muy tarde”.

 

Y para terminar,te dejamos un video porno.

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