domingo, 13 de marzo de 2022

ASS (19): Tres patas hacen trenecito en la parcela

Marcano lo sabe enchufar y se lo saben enchufar.


 

El culo de Marcano parece ser demasiado grande para el asiento de la motito Honda de segunda mano que utiliza para ir de un lado a otro de San Sebastián y atender a su clientela. Julio lo experimenta ahora mismo mientras está sentado detrás suyo entrando por el camino que lleva a su chacra.

Por más caleta que quiere pasar, le ha sido imposible despegar su bulto de las dos enormes nalgas del venezolano. ¿Se habrá dado cuenta que sus 18centímetros están al palo? Ojalá su jean lo haya podido disimular, pero con esos baches… uff, jodido.

“Es en esa puerta”.

Cuando al fin logran desmontar, Julio trata de dar la espalda al electricista para que no se percate de la erección. Ya dentro de la casa, van al dormitorio principal. El anfitrión abre la ventana para que entre más luz natural. Marcano analiza las paredes y el techo; regresa a la moto para traer su maleta de herramientas. Julio se mira la entrepierna y se golpea la pinga a ver si se le baja.

A la media hora, Edú regresa de trabajar en la plantación y entra por la puerta trasera dejando la pala donde siempre. Al escuchar el murmullo, se aproxima al cuarto y encuentra a Marcano descalzo, subido sobre la cama tratando de instalar un soquete en el techo y a Julio en la puerta mirando la escena. Disimuladamente le toca el culo y el dueño de casa se asusta.

“Estamos iluminando tu nidito de amor”, reacciona.

Edú saluda a Marcano y lo primero que le llena la vista es un evidente cuerpo atlético bajo el mameluco, en especial las piernas y las nalgas.

        Voy a bañarme”, avisa Edú. “Tengo las bolas bien sudadas”.

Marcano ríe.

“entonces, aparte de las bolas lávate bien ese culo”, bromea Julio captando la intención.

“Voy a sacar mi mochila”, replica Edú.

“Oe, huevón, ¿y acaso en el estadio no te paseabas enseñando el culo en las duchas como si nada?”

Marcano vuelve a reír y mira a edú:

“¿Qué deporte has practicado, pana?”

“Fútbol. ¿Tú has practicado alguno?”

“Béisbol en mi país, pero acá hago pesas”.

“Ah”, reacciona Julio. “por eso el cuerpazo”.

“También solíamos andar desnudos en los camerinos antes de ducharnos”, cuenta Marcano. “Bueno, era lo natural entre nosotros”.

“Entonces, no te incomoda ver hombres calatos, ¿o sí?”, lanza Edú ya sin anestesia.

“En el cuarto que alquilo, a esta hora, ando calato, como dicen ustedes. Solo uso la ropa para ir a la calle, pero hasta duermo sin nada porque me incomoda”.

Edú y Julio se miran en silencio.

“¿Y no te mueres de calor en ese mameluco?”, interviene Julio. “Yo que estoy acá parado, estoy sudando de pies a cabeza… incluso los huevos”.

Marcano sonríe otra vez:

“La verdad que sí pana, me sudan hasta las bolas, pero… tú sabe’, el respeto, o alguien venga”.

Sin previo aviso, Julio comienza a calatearse. Mira a Edú, y éste lo imita. Cuando Marcano baja la mirada, un hombre calato de 30 años y otro de 50 están como Dios los trajo al mundo… y cada uno con sus pingas de 18 centímetros en pleno engrosamiento.

Marcano sonríe de nuevo. Se baja la cremallera del mameluco, se lo saca, luego el polo que tenía dentro y finalmente su bóxer.

“Ahora sí trabajaré a gusto”, sonríe el venezolano mientras su pinga de 21 centímetros ya está bien parada y sus nalgotas están allí, firmes y lampiñas.

Edú se encarama en la cama, y aprovechando que Marcano sigue de pie, se arrodilla delante suyo y comienza a mamarle la verga. A la mierda si sabe un poco más salada que de costumbre debido al sudor. Tras el electricista, Julio acaricia los generosos glúteos, los separa y trata de hundir su cara entre ellos. Marcano cree estar soñando.

Luego de un rato, la lengua del visitante explora el culo y el hueco de Edú, mientras que el suyo sigue bajo dominio de Julio.

“Lo tienes bien dilatado”, le susurra al electricista.

“¿Tienes condones?”

Julio hace una seña a edú y saca un paquetito.

“¿Han hecho un trenecito?”, insinúa Marcano.

“No, pero si lo sabes hacer, enséñanos”, responde Edú.

Con su pene ya forrado y lubricado, Marcano comienza a introducirlo despacio a Edú hasta que logra insertarlo por completo. De inmediato, Julio mete su falo en el ano de Marcano. Cuando por fin los ‘vagones’ están conectados a la locomotora, Marcano comienza a mover su cadera con ese inigualable ritmo caribeño estimulando el recto de Edú y masajeando el miembro erecto de Julio. Es increíble la cantidad de placer que tres hombres pueden disfrutar así al mismo tiempo, en especial el del medio, pues goza doble.

Posteriormente, y luego que Julio aclare que su culo no recibe verga, Edú pasa a ocupar el lugar del medio y Marcano permuta hacia delante. Ahora Edú puede entender la sensación que Julio acaba de experimentar al meter su pinga a ese culazo.

Tras varios minutos de hacer el trenecito, Edú se arrodilla sobre el suelo del dormitorio, mientras las pingas de Marcano y Julio lo apuntan en cada mejilla. Tras algún rato de que ambos se pajean, siente el semen caliente impactar sobre su cara.

Para hacerlo recíproco, Marcano se arrodilla y chupa el pene de Edú.

“Las voy a dar, carajo. Se viene mi leche”.

Marcano se saca el pene de la boca y el esperma se dispara sobre su rostro.

Tras bañarse juntos, y aún calatos, Marcano instala el foco, Julio lo prueba y el cuarto ya tiene luz artificial.

“Oe, huevón, tienes hermoso cuerpo. ¿Dónde dijiste que haces pesas?”

“Ah, pana. En el gimnasio… el de la parroquia”, contesta Marcano sin intención.

Julio y edú se miran un poco palteados. Marcano se da cuenta:

“¿Pasa algo, panas?”

“Mira, pata”, se adelanta Julio, “creo que tenemos que hablar al toque una nota seria… mi hijo entrena en el gimnasio al que tú vas”.

“No le veo el problema, pana”, responde Marcano con una sonrisa de incomprensión.

“No quiero que se entere que los tres hemos cachado; mejor dicho no quiero que se entere que su papá…”

“Fresco, pana”, interrumpe Marcano. “Cuando uno trabaja como electricista, mira, escucha, toca, hace y calla… ¿Tú crees que no sentí tu verga dura en mi culo? ¿Te dije algo acaso, vale?”

Julio se sonroja y carraspea.

“Chicos”, se mete Edú, “creo que a ninguno de los tres nos conviene que se sepa esta historia, y creo tener una solución que nos convenga a todos… y seguir gozando sin que nadie nos joda…”

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