viernes, 18 de marzo de 2022

La hermandad de la luna 9.5

Tras la inexplicablemente cancelada invitación a almorzar, el suboficial Chira y otro colega van al mercado de Santa Cruz a buscar algún menú económico. Al fin hallan algo de carbohidrato y proteína al estilo casero con una gran copa de cebada fresca.

“¿Cuándo regresas al gym?”, le pregunta el otro policía.

“Que baje la nota y regreso porque ya pagué mes”, le responde Chira.

“¿Nos vamos a jugar pelota más tarde, entonces?”

“¡Claro!”

Los platos llegan y ambos compañeros se preparan a degustar la especialidad del día: estofado de pollo.

“¡Muchacho!”, alguien topa a Chira en el hombro.

El chico voltea la cara.

“¿Ya estás mejor, muchacho?”

Es la vecina de Tito.

“¿De-de qué ha-habla, señora?”

“¿No te habías desmaya’u en la vedera del Tito?”

El colega de Chira no sabe si ver el rostro de convicción de la mujer o la expresión de temor del muchacho.

Mira un video aquí. 

Entretanto, Tito llega a su casa justo a la hora en que Flor está sirviendo el almuerzo.

“¿Y ese milagro, papi?”

“Otra vez te acompañaré a la universidad hoy”.

“¿Y Frank?”

“Le encargaron un trabajo adicional en la finca”.

Owen sale de la cocina llevando la jarra de jugo y tres vasos.

“Yo saber que tú venir”, le dice a Tito.

El gladiador le sonríe. Desde que Owen llegó, ahora sonríe mucho más.

“Me baño al toque y me siento con ustedes”.

“¿Haber Flor contado lo que César encontró?”

“¿Qué encontró César?”, se intriga el gladiador.

“Que Owen nunca nos mintió”, interviene Flor.

Mira otro video aquí. 

Tras despedir a la mujer que lo reconoció durante el almuerzo, Chira llega al dormitorio de la comisaría, coge su mochila y empaca sus cosas. Castro entra.

“¿Y eso, suboficial?”

Chira se para derecho y hace el saludo. Nota que, a pesar del uniforme, el comisario está desarmado.

“Llevo mi ropa a lavar, capitán”.

“¿Y desde cuándo lavas la ropa limpia un martes, Chira?”

El suboficial, al considerarse descubierto, ve su cuarto de siglo en este mundo pasar en una película de dos segundos, y su instinto de supervivencia puede mucho más. Abre sus ojos desmesuradamente y de un solo empellón estrella al comisario contra la pared de la habitación, remeciéndola. Para rematar, le da dos puñetazos en el rostro y una patada en el abdomen. Lo deja tirado y adolorido en el suelo de cemento, sin poder hablar. Con lo que pudo meter en su mochila, el suboficial Chira trata de salir muy campante de la estación policial.

“¿Viste a Castro?”, le pregunta uno de sus compañeros.

“En su oficina debe estar”, responde lo más natural posible.

Consigue Salir de la comisaría y gana la plaza principal del pueblo, toma una mototaxi. Desde la ventana del hotel, el Carnes no puede predecir cuál será el destino del muchacho. Llama a Nava.

“¿Qué pasó?”

“Vigilen al doctorcito: el chibolo acaba de salir con una mochila al hombro”.

“Puta madre. Gracias, Carnes”.

Mira otro video más aquí. 

En casa de Tito, todo está listo para que padre e hija vayan a Collique.

“¡Te has bañado en loción!”, ríe Flor.

“¡Oye! ¿Y quién dice que uno debe oler a león todo el día?”

Owen sale con unos emparedados.

“Fort he dinner time”, le dice a Flor.

Entonces, tocan la puerta. Tito va a abrir.

“Buenas tardes”, saluda un atemorizado joven en chaqueta, camiseta, jeans, zapatillas y con una mochila al hombro. “¿Se encuentra Owen, por favor?”

“¿De parte?”, se extraña el gladiador.

“Es un alumno nuevo del gimnasio”, informa Flor.

“Yo poder tener a él”, tranquiliza Owen.

“¿Seguro?”, consulta Tito.

“Totalmente seguro”.

Tito despeja sus dudas, así que se despide de ambos y sale con su hija. Los dos cierran la puerta, permitiendo que el chico pase y quede frente al instructor, solos en la sala.

“Tu misión no ha terminado ya”.

El muchacho se aproxima y besa a Owen en los labios. Es correspondido.

“Ahora que sabes toda la verdad, y sé quién eres tú”, explica más tranquilo, “entenderás que ya no estás seguro aquí, así que ven conmigo. Ellos vendrán pronto y ya no podrás hacer nada”

Owen lo mira a los ojos sonriendo y le toca las sienes.

“Hazlo al revés, Pablo: si escapo, La Estirpe ya no podrá hacer nada… nunca más”.


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