viernes, 11 de marzo de 2022

La hermandad de la luna 9.4

Christian llega hasta la plaza principal de Santa Cruz y se estaciona cerca de la comisaría. Al alcanzar la puerta se queda de una pieza, pero se repone casi instantáneamente.

“Pablito, dichosos los ojos que te ven”.

El guardia intenta conservar la serenidad, casi sin éxito:

“Buenos días, licenciado. ¿Cómo le puedo ayudar?”

“Venía a ver al inútil de tu jefe, pero creo que tú me serás más eficaz. ¿A qué hora termina tu turno?”

“Mediodía, licenciado”.

“Búscame en Collique; sabes de sobra dónde vivo”.

“Tengo que regresar a las cuatro, licenciado”.

“Vas a tener tiempo de sobra, suboficial Chira; además, yo invito el almuerzo y el postre… o al revés”. Christian guiña un ojo.

“Yo lo llamo, licenciado”, responde el aturdido policía.

“Ni se te ocurra fallarme”.

Christian regresa a la camioneta. Apenas abre la puerta, una llamada entra a su celular.

“Buenos días, Nava. Dígame”.

“¿Por dónde estás, Esteves?”

“Pues… aquí, en Collique haciendo unas diligencias. ¿quiere verme?”

“Ya te estoy viendo, Esteves, y solo tengo algo que decirte: aléjate de donde estás porque si la cagas, olvídate de nuestro convenio”.

Nava le corta la llamada y Christian se pone a ver a todos lados, especialmente a la puerta de la comisaría: Chira parece mirar y tocar algo en su celular.

Mira un video aquí. 

Bordeando el mediodía, el abogado llega al departamento que pertenecía a Manolo en el sector sur de Collique, va al escritorio y revuelve papeles; luego abre un estante donde hay más de ellos. Revisa algunas carpetas hasta que se topa con una de color lila. La abre y su rostro se ilumina psicóticamente.

“No, Nava, el que te va a cagar soy yo”, maldice.

Toma su celular y busca un contacto; lo llama.

“Doctor Esteves, ¿qué pasó?”

“Juan, necesito verte urgente: necesito tu ayuda”.

“ehhh… Estoy en una diligencia ahora mismo”.

“Juancho, no te niegues, por favor”.

“Perdone, doctor Esteves, le llamo luego”.

Juan le corta la llamada.

“¡Maldito hijo de puta!”, se enfurece el abogado.

Su celular vuelve a sonar.

“Ya estoy libre, licenciado; me baño, cambio y vo…”

“No te molestes en venir, traidor de mierda. ¡No te molestes en venir, carajo!”

Christian corta la llamada. Lo rellaman, pero él no responde. Piensa, y piensa mucho. Toma su celular y busca a otro contacto.

“¡Chris de mi vida! ¿Cómo estás, amigo?”

“Bien, Saulito”, disimula. “¿Qué haces, amigo?”

“Nada, amiguis”.

“Ah, qué bueno, porque quería proponerte algo, Saulito”.

“Mmmm… ¿Qué será?”

Mira otro video aquí. 

En la finca, los tres peones tratan de relajarse trabajando entre los limoneros.

“está echando más flor tu tamarindo, primo”, comenta Adán.

“Bien raro porque está haciendo frío”, observa Tito.

Frank sonríe solamente, cuando el radio de los tres suena.

“Sobrino, la señora Elga te necesita urgente; con La Estirpe, vamos donde Yup”.

“No son buenas noticias”, comenta Tito. “Bueno, para Frank sí”.

“Para algunos no serán buenas noticias”, añade Adán.

Frank llega hasta el despacho e ingresa.

“¿Mandaste llamarme?”

Elga luce algo sombría:

“¿A qué hora sales hoy?”

“Apenas termine de almorzar, antes de las dos”.

“¿¿qué tal es la comida en Santa Cruz?”

“Más o menos. ¿Por qué?””

“Quiero que me lleves a almorzar fuera”.

Frank piensa que elga se acaba de volver loca.

Tito y Adán llegan hasta los algarrobos junto a la laguna y comienzan a desvestirse.

“Parece que serán los últimos ritos”, dice el primero.

Adán prefiere no confundir más a su primo con la propia confusión que no le permite ver nada claro en su mente. Entonces, Carlos llega con una mochila vieja.

“¿Y la que te regaló Manolo?”, le pregunta Tito, ya desnudo.

“La lavé y todavía no se seca”, sonríe el capataz mientras comienza a quitarse la ropa.

Una vez frente a la laguna, los tres varones se inclinan respetuosamente hasta que sus frentes tocan el césped que rodea la fuente.

“Senos propicia, Yup”, ora Carlos.

Los tres se ponen de pie. El capataz se calza su especie de mitra en forma de media luna, mientras Adán y Tito se colocan sus cascos. Carlos les unta resina aromática de palo santo, a la vez que ambos se toman de las manos y piden mentalmente que el ritual atraiga algo de buena suerte a sus vidas y al lugar por el que han trabajado por más de una década.

“Ahora”, indica Carlos.

Tito y Adán se ponen en guardia, se rodean; al mismo tiempo ambos se asaltan y comienza la lucha cuerpo a cuerpo. Cruzan sus brazos, juntan sus pechos, se apoyan tensando todos los músculos de sus piernas y traseros. Rugen tratando de derrotarse pero el combate está muy parejo. Por momentos, sus penes flácidos se rozan. Entonces, Tito logra que Adán pierda el equilibrio y logra hacerlo caer de espaldas sobre el césped; se acuesta encima tratando de someterlo, peroAdán consigue abrir sus piernas e intenta una llave que le permite rodar y ponerse sobre su primo. Se sienta en su pene y le inmoviliza los brazos con sus manos; comienza a mover sus posaderas, logrando que Tito erecte. Éste abre sus piernas también y vuelve a poner a Adán bajo su cuerpo para continuar frotando su miembro contra el del otro hombre, inmovilizándolo. Poco a poco, el pene de Tito va ingresando en el ano de Adán. LA cópula ritual comienza. Pasados varios minutos, el gladiador ruge.

“Las di”, anuncia entre jadeos. Es cuando Adán comienza a masturbarse hasta disparar su semen sobre su bien trabajado vientre. Entonces, Carlos se arrodilla dejando la cabeza de Adán entre sus piernas y también se masturba hasta eyacular. Como ai apaec mira las ráfagas blancas sobre el torso del guerrero vencido.

“Mucho poder en camino como un río fuera de control en verano”, pronostica.

Tras el baño ritual en la laguna, Carlos llega a la casa grande: Frank está calentando la motocicleta en el patio principal y Elga baja las escaleras con una mochila llena.

“Organiza los tiempos para que los chicos no se recarguen de trabajo”, instruye la mujer.

Carlos asiente.

“No sé qué harás, pero ten muchísimo cuidado”.

Elga no le responde; solo se le acerca y le da un beso cariñoso en la mejilla. Se va.

Shi te bendiga”, el capataz dice cuando ella está ausente.

  

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