sábado, 5 de marzo de 2022

Proyecto Lujuria 5.4: Sé que te amaré, Osmar


Osmar, Escalante y César llegan al Aeropuerto Jorge Chávez a un cuarto para las ocho de la noche. Tras recoger sus maletas y equipos, el director y el camarógrafo-fotógrafo se encuentran con un sujeto alto, trigueño, vistiendo una polera y un jean muy anchos, quien les ayuda con el equipaje. Invitan a Osmar para llevarlo, pero Evandro ya está en la puerta de salidas nacionales esperando:

“¿Cómo les fue?”

“Mejor que bien”, sonríe Osmar.

Los dos actores y modelos se van en el Yaris.

“Parecen pareja”, comenta César mientras caminan hacia un Corolla station wagon blanco que Escalante ha contratado con antelación, en el que ponen todas sus cosas.

“A ver cuánto les dura”, replica el director. “Laura es condescendiente pero no estúpida”.

 


Lo bueno del domingo entre Callao y Lima es que el tráfico no es pesado. Yuri suena dentro del carro con un clásico: sé que te amaré como ave un día…

“¿Está todo bien?”, se anima a preguntar Osmar.

“¿Mmm?”, reacciona Evandro.

“Has estado callado todo el trayecto”.

“No”, miente Evandro. “Estaba… estaba escuchando la letra…” Entonces, con su tono más desafinado: “Yo sé quién eres tú, nunca te olvidé, nunca te dejé de luchar por tu amor…”



“Así no va la letra”.

“El que tiene plata, canta como quiere”, sonríe Evandro.

“¿No es un mensaje en clave, cierto?”

“Os, ya te dije que te amo en toda la amplitud del verbo”.

“Yo no sé si te amo aún”.

Evandro sonríe:

“No me importa. No me importa nada”.

Osmar siente que esa declaración no está dirigida hacia él, pero recuerda su promesa y prefiere restarle importancia. Hasta aquel día, y ese día es hoy, entona Yuri en los parlantes del auto que ha salvado cuatro distritos en menos de veinte minutos

 


A César y Escalante les toma todavía media hora llegar hasta el departamento del segundo al lado de un parque lleno de muchos árboles en Miraflores. Se trata de una zona residencial mayormente habitada por extranjeros.

Tras descargar todo y subir, los dos toman una ducha caliente juntos. César y Escalante se besan en la boca mientras se untan el jabón líquido por todas partes del cuerpo. El camarógrafo-fotógrafo aprovecha la textura de la glicerina para meter sus dedos entre las nalgas.

“Sabes que no me gusta el fisting”, susurra Escalante.

“Pero sí el  rimmin”.

César se arrodilla y hace que Arnold gire, lo hace apoyar en la pared de mayólica, le separa las piernas y le da un sonoro beso negro. Mientras Escalante gime, su compañero sexual goza más el aroma del jabón que cualquier otra cosa.

La sesión sexual continúa sobre la cama matrimonial del director de reparto: piernas al hombro, caballito, perrito, cucharita.

“¿Quieres mi leche dentro de tu culo?”, pregunta César altamente excitado.

“Dámela todita, papito”, suplica el otro.

La eyaculación no tarda en producirse en la entraña del artista.

“Eres un arrecho de la puta madre”, suspira. “¿Cuántas veces metiste pinga anoche?”

“Ya ni recuerdo… Cuando se me pasó la borrachera, el veneco y yo lo teníamos bien atorado a tu pata al mismo tiempo”.

“¿Por el culo?”

“es un puto aguantador”.

“De toda la vida, Cesítar. De toda la vida”.

“¿Y cuál será tu plan con el otro veneco?”

“Con él, su compatriota, esos otros dos putos que trabajan con él… y, claro, la estrella principal: yo”.

César se ríe:

“Mejor cenamos, ¿no?”

 


No muy lejos de ahí, pero a eso de nueve y cuarto, Osmar y Evandro llegan al teatro y entran de inmediato a prepararse para otra función de la obra. En el vestuario, Alexis ya está vestido como Juan, limpiándose la cara.

“¿Cómo te fue en Piura?”, pregunta a Osmar.

“Bien”. El modelo comienza a desnudarse y camina al armario buscando la ropa de Mateo. “Se supone que la campaña sale en tres semanas”.

“¿Ya te pagaron?”

“La mitad; el miércoles iré por la otra”.

“Qué bueno, hermano. Usualmente esas campañas chiquitas demoran un culo para pagarte si quiera la primera armada”.

“Como ustedes dicen: la mitad al cerrar trato, la mitad antes de trepar a la tarima”.

Al escucharlo, Alexis sonríe sinceramente pero sin mucho brillo. Evandro se desnuda al lado de Osmar en silencio. Zaira entra:

“Pen´sé que iban a desertar”, saluda irónicamente.

Osmar se extraña y busca entender si se trata de un nuevo tipo de humor negro que la directora de escena está ensayando. Alexis sale de inmediato; Zaira va tras él.

Evandro, terminando de ajustarse el cuello del clergyman, mira a Osmar de una forma que él solo puede traducir como tensión; sin embargo, cree que lo impertinente sería agregarle más en ese momento.

Al terminar la función, Osmar siente que Evandro se ha convertido en algo parecido a su sombra pues camina o a su costado o a sus espaldas. Al llegar al vestuario, Zaira está al lado de Alexis cuando se desmaquilla; incluso cuando vuelve a ponerse su ropa y se despide con un frío “nos vemos mañana, chicos”.

Osmar, quien ya está desnudo listo para ponerse su ropa, vuelve a notar el rostro desencajado de Evandro, quien hace contacto visual en el espejo y sonríe tristemente:

“¿Qué carajos está pasando, Evan?”

Evandro se incorpora, camina hasta la puerta y la cierra, apaga la luz del techo dejando al vestuario iluminado solo con los focos de los espejos, se quita la bata y junta su cuerpo desnudo al de Osmar entre un romántico beso en la boca y un  abrazo que acaricia la espalda y las nalgas:

“Pasa que la cagué, Os. Para variar, la cagué”.

Con el contacto, los penes de ambos actores se ponen duros, y el de Evandro comienza a lubricar profusamente.


  

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