viernes, 13 de mayo de 2022

La hermandad de la luna 10.9

Christian despierta nuevamente en el hospital de Collique Sur. Viste una bata de paciente y está cubierto con una sábana blanca delgada con el logotipo del seguro social en mosaico. Pero esta vez, está solo en el cuarto. Busca el botón para avisar a la Estación de enfermería, pero no lo encuentra. Recuerda que los hospitales públicos no son precisamente la vanguardia en comodidades para quien ingresa. Intenta tranquilizarse, pero no lo consigue.

“¡¡Zapata!!”, grita.

Una técnica de enfermería entra.

“¿Ya despertó, señor Esteves?”

“¿No me ve acaso?”, se indigna el abogado. “Llame al suboficial Zapata, ¿quiere?”

“él no está de guardia, señor”, le contesta la técnica algo altiva. “Y me respeta si quiere que lo atienda”.

“Mire, señorita, usted me atiende porque es su deber, y no le interesa si me agite o no. ¡Búsqueme al policía de guardia, por favor! ¡Hágalo si quiere conservar su empleo!”

La técnica sale molesta.

Tras varios minutos ingresa un joven que casi no le sostiene la mirada.

“Quiero denunciar que me violaron”, le suelta Christian.

El policía abre los ojos y levanta la cabeza.

“¡No te quedes ahí, Renato! ¡Procesa mi atestado!”

el uniformado saca como puede una libretita y un lapicero de su bolsillo, y se dispone a escribir con la mano temblorosa.

“¿Fue el surfer?”

“¿Qué surfer ni qué ocho cuartos, Renato! Fue un sujeto llamado Owen Mgombo. M, G, O, M, B, O. Vive en Santa Cruz, es natural de Johannesburgo, República Sudafricana. Más de metro noventa, cien kilos más o menos, raza negra, trabaja como instructor del gimnasio AMW. Allí duerme, así que si van ahora mismo, lo encuentran. Yo quiero pasar a Medicina Legal tan pronto sea posible. ¿entendiste?”

El policía duda.

“Owen… ¿qué?”

 Mira un video aquí.

Una hora después, en La Luna, el timbre suena y elga despierta. Está desnuda en la cama y Owen la abraza por la espalda. Quiere incorporarse, pero el peso del brazo no la deja.

“Tranquila”, le susurra.

“Pero quiero ver”, pide ella.

”Tranquila. Duerme. Carlos estar a cargo”.

Elga intenta serenarse y se acomoda otra vez. Hace mucho tiempo que no duerme de esa forma. Cierra los ojos y cree oír a lo lejos una motocicleta conforme recupera el sueño.

Mira otro video aquí. 

Poco antes de que ese miércoles amanezca, Christian llega a la sala de espera en Medicina Legal para tener un turno, y entre la gente sentada, reconoce a El Carnes. Se le aproxima.

“¿Te pegó Nava?”, le pregunta con sarcasmo.

El fortachón sonríe con pereza.

“Sí, me pateó atrás y el médico va a revisarme”.

“eso tengo que verlo”, sonríe el abogado.

Una de las puertas se abre, y una chica se pone a ver entre la gente como buscando a alguien. Christian lo advierte.

“Ahora vengo”.

Se pone de pie y disimuladamente se le acerca.

“¿Usted es el doctor Esteves?”

“Sí, el de las muestras de gasa”.

La chica tiene dificultad para articular y el muchacho comienza a alarmarse.

“Lo que sea que tenga, dímelo por favor: olvídate del protocolo”, susurra él.

“¿Está seguro que esa es la gasa con la que lo limpiaron?”

“Claro, estaba aún en la mesita de la enfermera. ¿Por qué?”

“Doctor… parece que le hubiesen curado alguna herida”.

“¿De qué habla?”

“No hay rastros de sangre”.

“¿Cómo que no hay rastros de sangre?”, comienza a indignarse Christian. “¿Y esa mancha roja qué es? ¿No es sangre?”

“Sí, es sangre… pero sangre de grado, doctor”.

“¡Qué estupidez dice!”, levanta la voz el muchacho.

La chica se molesta y le cierra la puerta en la nariz. Christian toca fuerte, pero nadie le abre. Un policía llega a pedirle que se retire a su sitio. La gente se lo queda mirando y accede.

“Necesito tu ayuda ahora, te pagaré muy bien”, le ofrece a El Carnes, una vez que vuelve a sentarse a su lado.

“Cuando pase mi turno… hablamos”.

“No… ahora, Carnes”.

El matón se inclina en su silla y se hace el somnoliento.

“Ahora no”, le responde.

Christian se molesta, se pone de pie y sale de ese lugar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario