viernes, 13 de mayo de 2022

La hermandad de la luna 10.8

Pero una decena de kilómetros más al oeste, la sesión sexual casi ha acabado entre el tablista y Christian, quien tiene las gruesas piernas levantadas y sostenidas en sus hombros mientras le meten y sacan el pene  como si quisieran acuchillar su interior a pesar que  ofreció un cuarto cómodo y hasta un aventón para satisfacer la excitación. El tablista eyacula profusamente dando un suspiro que nace desde el fondo de la calentura. El espacio entre cuatro paredes no se convirtió en un bosque exuberante, ni siquiera en una playa desierta, menos en la vieja acequia que corre a tres cuadras del edificio; tampoco se oyó más melodía que los resortes del colchón crujiendo debido a la intensidad con que el coito se produjo. El tablista saca su pene, se extrae el condón como quien le quita  la funda a una cimatarra (su miembro es curvo) y lo tira al suelo para tumbarse al costado de Christian, quien baja poco a poco las piernas.

“Rico anito tenías, huevón”, le dice el corredor de olas.

“Gracias”, responde el abogado por puro compromiso.

“Cuando te vi esa noche en el G4G todo calatito, dije: ¡carajo, me lo tengo que cachar!”

“Ni me lo recuerdes que no pienso aparecer por ahí nunca más”.

“¿qué trago probaste? ¿Sabías que se rumora que el tal Saúl le mete huevadas?”

“¿Qué tipo de huevadas?”

“Dicen, pero no me consta, que baja Sampedro de la sierra y la mezcla con los tragos, y, bueno, esa huevada te hace alucinar, porque tiene algo parecido al LSD”.

Christian, entonces, cree que su actuación más reciente podría estar justificada.

“¿Y tú no te has metido huevadas?”, le sonríe al tablista.

“Solo marimba, pero de ahí no paso y de vez en cuando. ¿Tú no has probado?”

“Coca alguna vez, pero le agarré miedito”.

“¿Cuando hacías porno?”

“¿Me has visto?”

“¿Por qué crees que te caché como te acabo de cachar? Y espero que no sea la última vez”.

“Espero que no”, miente Christian.

“Préstame tu baño pa’ ducharme al toque”.

“Sí, pasa; luego te voy a dejar a tu jato”.

El tablista se levanta de la cama y el abogado se queda allí pensando. Coge su celular y revisa novedades desde Santa Cruz. Ya no hay transmisión en vivo, pero sí fotos y el enlace de video. Puede ver a sus aún compañeros y al que considera uno de sus mejores amigos, o al menos uno de los más confiables, trabajando en una aparente alianza. Deja el celular sobre la mesa de noche y se levanta.

“Puta madre”, reniega al ver que el condón ha derramado su contenido sobre la alfombra celeste. Entonces siente otra vez algo fluído y tibio bajándole por los abductores.

“No otra vez”, se dice con temor.

Se pasa la mano y la retrae para mirarse: está manchada de rojo. Se angustia. Nuevamente, pierde el conocimiento. La alfombra amortigua la caída en cierto modo.

“¡Oe, pata, ¿pata?, ¿todo bien?”, le grita el tablista desde la ducha.

Mira un video aquí.

Poco antes de la medianoche, Juan, Alvin, Tito y Flor regresan a casa. Entran y hallan a Adán arreglando el reguero que habían dejado los policías.

“Me olvidé decirte que no acomodes nada”, se disculpa el fiscal.

“Ni modo; ya lo hice”, se resigna el cuerpo de luchador.

“¿qué hacemos si regresan?”, repasa Tito.

“Dejarlos entrar; pero, como ya saben que están asesorados, van a cuidar cada detalle”.

“Lástima por el doctor Leonardo; va a odiarnos”, observa Flor como si nada hubiese pasado esa noche.

“Le va a quedar tal trauma”, ríe Juan. “Lo hiciste perfecto; también eres una heroína”.

“Aprendí del mejor”, ella abraza el recio tronco de su padre.

“Luego hablaremos de tu desnudo artístico”, sonríe Tito.

“Aunque con los papeles que nos dio Edú… uffff… Cruz Dorada tiene sus días contados”, pronostica Juan.

“¿Tú crees?”, desconfía el gladiador.

El fiscal mira su reloj, saca su celular, busca algo y se lo entrega a Tito. Él mira la pantalla y mira a todos asombrado. Flor se lo quita y revisa el aparato.

“¿Cómo lo hicieron?”

“Tendrías que ser admirador de un comando de estirpe para entenderlo”, bromea el fiscal.

“Llevémonos a Owen ya”, aconseja Alvin.

“No será necesario”, advierte Adán. “Está en un lugar seguro”.

  Mira otro video aquí.

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