domingo, 22 de mayo de 2022

ASS (29): El nuevo peón promete silencio

Juan consigue trabajo en la parcela de Julio, y su bienvenida incluye un trío con el Padre Alberto.

 


Una diligencia ha llevado al Padre Alberto muy temprano, la mañana de ese jueves, hacia Artesanos, donde había celebrado un matrimonio hace dos fines de semana. Al terminar, pasa por la casa de Juan, quien sale vestido con un polo de camuflaje, recuerdo de su paso por el servicio militar, una pantaloneta deportiva y zapatillas. el sacerdote no puede evitar solazarse con la esbeltez marcial del muchacho quien, además, lleva una mochila al hombro. Le abre la puerta de la camioneta y lo invita a subir.

“¿Listo, Juan?”

“Recontra listo, Padre”.

El vehículo emprende la marcha.

“Gracias por llevarme”, se adelanta el muchacho.

“Cuando quieras”, sonríe el cura posando su mano en el paquete aún blandito del ex soldado.

Tras veinte minutos de viaje, la camioneta de la parroquia llega hasta la parcela de Julio, quien los recibe muy contento. Les hace un recorrido por toda la propiedad. Pasan por el noque revestido que refulge con la luz del sol.

“Perfecto para encuerarse y darse un chapuzón”, comenta el Padre.

“¿Sí se baña calato en el campo?”, sonríe Julio.

“Que te cuente Juan”, guiña un ojo Alberto.

“Si fuese noche de verano, sí podríamos; ahorita de día, a veces los vecinos… usted sabe”.

“en Artesanos hay una parte de la quebrada que está bien caleta”, interviene Juan. “Ahí siempre nos bañamos calatos y nadie jode”.

“A mí no me jode bañarme calato”, aclara Julio, “es más, si les contara lo que pasaba en los camerinos y hoteles cuando íbamos a jugar fútbol, al Padre le da un infarto”.

“Si vas a decirme que hacían orgías, ya estoy curado del susto”, ríe Alberto.

“¿Incluso si le digo orgías entre patas?”, reta Julio, también sonriendo.

A Juan, la conversación ya le puso el pene más que duro… y la pantaloneta no lo disimula.

“No me escandaliza en absoluto que dos o más hombres tengan sexo”, replica el cura.

Julio sonríe y se comienza a sobar la bragueta ya sin roche: “estoy bien al palo”.

“También la tengo bien parada”, confirma Alberto sin hacer más gestos.

Ya sin roche, los tres van a la casa, entran al dormitorio principal, se quitan toda la ropa y arrodillados en la cama, comienzan a besarse en la boca al mismo tiempo que se acarician la espalda y los redondos culos (en especial el del Padre) mientras sus largos y gruesos penes erectos se rozan y humedecen gracias al líquido pre-seminal que fluye del falo del cura.

El Padre Alberto los hace ponerse de pie y comienza a chuparles la verga alternadamente mientras les acaricia las nalgas. Julio y Juan siguen besándose en la boca.

“Cógeme, Juan”, pide el cura.

Mientras Alberto se pone en cuatro patas, el ex soldado se arrodilla y se inclina a palmearle los glúteos, masajearlos, abrirlos y hundir su cara en medio de tan generoso trasero.

“Ven para seguírtela mamando”, le indica a Julio mientras tanto, y él acata ofreciendo sus jugosos 18 centímetros poniéndolos en la boca del religioso quien la succiona de inmediato.

Mientras tanto, Juan se incorpora otra vez, separa las grandes nalgas de Alberto con sus manos y comienza a meter su verga de 17 centímetros poco a poco hasta que puede pegar sus bolas  al perineo del cura. Con la claridad del cuarto, ahora sí puede ver cómo su pene entra y sale de ese ano rodeado de vellos. Julio también puede ver con mucha claridad cómo su pene erecto entra y sale de la boca del Padre Alberto aunque miles de preguntas llegan a su cabeza amenazando con romper el disfrute del momento.

Tras pasar largo rato meciéndose cada cual sin cambiar de posición, Juan hace un gesto que inequívocamente anuncia que su orgasmo se aproxima. Y lo hace con un gemido más largo que todos los que dio durante el trío: eyacula dentro del ano del cura. Julio, que ha estado más distraído que otra cosa, saca su pinga de la boca del sacerdote.

“Suficiente”, dice un poco seco.

Cuando la camioneta deja la parcela ni siquiera son las 11 de la mañana. Juan termina de ponerse su ropa de faena y va al encuentro de Julio quien está revisando las palas, siempre al lado de la puerta trasera de la casa.

“Ya estoy listo”, avisa.

Julio le sonríe algo protocolar pero no entusiasta como al inicio.

“¿Puedes decirme algo, Juan, y hablarme con la verdad?”

“Claro, don Julio. Mande usted”.

“¿Tú… es la primera vez que cachas con ese cura?”

Juan se queda frío ante la pregunta a quemarropa, pero entiende que es palabra comprometida, así que se toma solo unos segundos.

“No, señor. No es la primera vez”.

“¿Y siempre cachas sin forro?”

“Yo estoy sano, señor”.

“¿Y crees que ese cura solo cacha contigo?Dicen los rumores que cacha con otros chicos de su grupo de la parroquia”.

Juan traga ssaliva:

“Yo no sé si el Padre cacha con otros chicos de la parroquia, señor, pero conmigo ésta ha sido la segunda vez en toda mi vida”.

“¿Y no tienes miedo del SIDA, esas enfermedades? Deberías cachar con forro”.

Juan baja la cabeza y se sonroja.

“Ah… Juan, algo más… ¿también has cachado con… con mi hijo?”

Juan levanta la cabeza, se llena de fortaleza como le enseñaron en el servicio militar:

“Sí, señor. Una sola vez en mi vida, pero… sí… señor”.

“¿Y cachaste con alguien más de ese grupo parroquial?”

“La verdad, señor, solo con uno, pero… mucho antes de estar en AS”.

“Ya me imagino con quién cachaste… Mira, Juan, me tranquiliza que mi hijo y ese cura te respalden y el empleo ya es tuyo pero… ahora que también sabes de qué pie cojeo, así estés bien arrecho, ni una palabra a mi hijo… ni a nadie. ¿Quedamos?”

“Quedamos, señor”, asegura Juan. 

Y para terminar, te dejamos con un video porno.

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