sábado, 7 de mayo de 2022

Proyecto Lujuria 8.2: Lima es una aldea amurallada aún


Cinco kilómetros al suroeste, Zaira visita a Escalante:

“Entonces sí fue cierto que se reunieron con ese chibolo”.

“¿Cómo te enteraste?”, parece extrañarse la mujer.

“Ay, querida. Lima sigue siendo la vieja aldea colonial encerrada entre murallas”.

Escalante ríe despacio.

“Somos promoción del Taller de Teatro”, explica la directora.

“¿Y vienes a que te ofrezca más dinero por los derechos de Voto para que no los haga la señorita Viteri?”

“No, Arnold. Los derechos para cine son tuyos como nos comprometimos. Vine a hablar de quién sustituirá a Evandro en el papel de Lucas”.

Escalante sacude la cabeza como dudando de lo que ha escuchado:

“Supuse que lo querías conservar y que ése era el cuello de botella de la negociación; incluso Osmar Rivero vino a abogar por él”.

Zaira disimula su asombro por este último dato:

“¿Cuánta plata hay en juego, Arnold?”

Escalante sigue perplejo, pero reacciona:

“Podemos preparar a un chico llamado Fernando y podríamos poner a Alexis en lugar de Evandro. Total, el peso dramático mayor está sobre Mateo”.

“No. Creo que Alexis y Osmar deberían conservar sus papeles porque ya están en su centro, ya los conocen. Mas bien, mi idea es que Keith Branson haga el rol de Lucas”.

Escalante ríe a carcajadas:

“¿el novio de Viteri? ¡Pero si es un palo de chifa!”

“¿Y para qué existen los esteroides, Arnold? ¿O cómo crees que construyen músculo estos actores?”

“¿Y cómo participaría Viteri? Tú sabes muy bien que él y yo…”

“Giaccomo no tiene interés en el proyecto. En dos semanas debe partir a no sé dónde porque va a comenzar una película; además, no quiere hacer temas eróticos y menos homoeróticos, para que no se siga hablando de él”.

“Branson no va”.

“De acuerdo, Arnold. Haremos casting, entonces. Pero no me toques ni a Alexis ni a Osmar de sus papeles”.

Escalante se acomoda mejor en su sofá y mira fijamente a Zaira:

“¿quieren decirme qué se traen entre manos tú, esos tres y la parejita casi fuera del clóset?”

La directora sonríe algo apelada:

“Nada, Arnold. Solo estoy viendo… posibilidades”.

Escalante exhala, toma aire, se inclina un poco hacia adelante:

“Mira, Zaira, no es mi intención echarte en cara nada, pero quiero recordarte que si Voto de Castidad ha logrado llenos en la última semana, que incluso desde ayer estás haciendo funciones dobles, que si estamos hablando de una película, fue porque convertimos a Osmar en el chico Lust, porque sabíamos que lo iba a aceptar, porque como migrante, el ver un cheque con cuatro cifras luego de estar en un país donde el básico apenas alcanza dos, iba a ser un gol. No desmerezco tu trabajo como escritora. Tu guion teatral tiene carne, aparte de la carne que se ve en ese decadente teatro, que, sin duda, hay plata de Cruzado en el montaje; pero si algo puedo pedirte, exigirte, es que si trabajas conmigo, no me juegues chueco. Tú sabes que la campaña de Lust tenía a Alexis en la mira pero que tus celos y sus pelos te hicieron optar por Rivero. Y ya que menciono a tu maridito, dime, ¿qué hay de cierto en que ustedes se separaron?”

Zaira abre los ojos, perpleja.

“Mi amor”, continúa Escalante, “Lima sigue siendo ese pueblo colonial encerrado entre murallas… ¿Y quieres saber qué más sé yo? Porque parece que te estás enterando de cosas esta tarde…”

  

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