viernes, 8 de junio de 2012

La Parcela (3): Un cocinero ahuevado

En ese momento, Jerry sintió un espasmo insólito, que hizo vibrar su pene dentro del culo de Gabo.
La silueta en la puerta dio un paso más y dejó ver sus facciones.
- Dis-dis-disculpen... yo... yo... yo venía a ver... unas... botellas plásticas... sí, unas botellas plásticas.
Gabo se incorporó de un tirón, al mismo tiempo que se levantaba su bermuda y calzoncillo, y se iba a refugiar a la esquina de la cocina junto a la estufa.
Jerry se quedó parado con los pantalones y boxer por las rodillas, mientras su pene comenzaba a perder rigidez, forrado en el condón, cuyo extremo estaba inundado con semen.
- Pa-pasa.
Raúl fue a la esquina opuesta de la cocina, cogió un par de botellas que habían en el suelo, y que vio cuando Wilfredo les mostraba la casa más temprano.
- Permiso.
Entonces, Jerry tomó conciencia del trance que acababa de pasar y lentamente se subió el boxer y el pantalón... olvidando desenfundarse su pene que había regresado a sus 10 centímetros de flacidez.
Volteó a ver a Gabo.
- La cagamos, huevón.
- ¡No, mierda! ¡Tú la cagaste!
Gabo salió rápidamente.
Durante el almuerzo, Wilfredo y Nando conversaban animadamente sobre la visita de la mañana, mientras al costado del blanco musculoso, Raúl les oía con interés.
- Lo importante es que se conserve el distanciamiento, ¿no?
- Claro, don wilfredo, si no, los mangos no tendrán un buen tamaño.
Raúl, al escuchar esta expresión, miró de reojo a Gabo, quien enrojeció, y clavó su mirada en el plato casi lleno que tenía delante.
jerry estaba en la misma actitud, y trataba de buscar la mirada de Raúl, pero éste le daba la espalda, a pesar de estar sentado a su costado.
Los dos interlocutores seguían comentando las incidencias, cuando se quedaron en silencio. Entonces, Wilfredo volteó a ver al cocinero y a su sobrino.
- Qué milagro los dos calladitos.
- Es que... su conversación está interesante.
- ¿Y tú Gabo, no tienes hambre?
- No, tío.
Gabo se levantó y se fue.
- ¿Y a ese chico qué le pasó?
Jerry se puso de pie también y recogió los platos.
- Seguro... el calor. Ya sabes cómo es aquí.
Nando se limpió las manos con la servilleta, una vez más, y se levantó.
- Tengo suficiente información para hacer mis cuadros esta tarde. Pero antes, debemos acomodar el cuarto.
Un timbre largo y repetitivo sonó desde la habitación detrás de la cocina y wilfredo se levantó a atender casi corriendo.
- ¡Permisito!
Nando palmeó el redondo hombro de Raúl.
- Hay que acomodar esos colchones. ¿Hará calor por la noche?
- ahorita hace calor.
- ¡Jerry! ¿Te llamas Jerry, no?
- Sí.
- ¿tú eres de acá, no?
- No. soy del Bajo Chira, pero ya vivo acá hace seis meses.
- ¿Bajo Chira? ¡Igual que tú, Raúl!
 El aludido sonrió forzadamente.
- ¿Nunca se conocieron?
- Estéeee... ¿y tú Fernando, de dónde eres?
- Dime Nando. soy de Piura.
- ¿De Piura? ¡De Piura! Tu cara se me hace familiar.
- a lo mejor. ¿De dónde?
- No me acuerdo.
- ¿Hará calor esta noche?
- Depende, pero yo, al menos, duermo destapado.
Wilfredo entró.
- Era el joven Alejandro. Dice que llega mañana, y que usted ingeniero Fernando avance con lo de los cuadros. ah, y que pongan los tres colchones sobre el suelo, porque llegará con alguien más.
- Ya, don Wilfredo, pero dígame nando. Así me llaman mis amigos.
Wilfredo sonrió.
- Jerry, de aquí búscame en la oficina. Tengo que hablar contigo.
El cocinero lo vio, y comenzó a sudar frío.
Nando y Raúl regresaron a su cuarto, y ambos se quitaron la camiseta y el jean. Nando vestía un boxer blanco ceñido, y Raúl, un slip de rayitas marrones sobre fondo crema.
- Bueno, arreglemos esto.
Gabo se apareció con un rollo de plástico por la puerta trasera de esa habitación, y se quedó unos segundos a ver ambos cuerpos definidos. Su respiración se cortó al ver el enorme trasero de Nando, y el prominente paquete de Raúl.
- Hola.
- Ah, ho-hola, ingenieros. Aquí les manda mi tío para que asienten los colchones. ahora les traigo las 'almuadas'.
Nando y Raúl extendieron el plástico, colocaron los colchones uno a continuación del otro, dejando espacio libre para transitar por las dos puertas. Pusieron las sábanas que encontraron cuando llegaron. Gabo llevó tres almohadas y otras tres sábanas, que Nando y Raúl extendieron.
Entonces, Nando se arrojó sobre uno de los colchones y comenzó a rebotar.
- ¡De la puta madre! Jano ha tenido gusto, carajo. Hasta puedes cachar a tus anchas aquí, ¿qué dices Gabo?
Y comenzó a mover su pelvis y a acuencar las manos como si contuviera el trasero de alguien. Raúl sonreía, divertido. Gabo estaba abochornado y confundido: ¿Raúl habrá contado lo que vio más temprano?
Mientras tanto, Jerry entraba a la oficina de la parcela, no sin antes dar un profundo suspiro para ralentizar sus latidos del corazón.
- Wilfredo. aquí estoy.
- Quiero hablar contigo.
El guardián de la parcela abrió un cajón de un escritorio. Jerry sintió la necesidad de correr. Wilfredo metió la mano y sacó  un extraño paquete envuelto en una bolsa negra.
Jerry pensó que era el fin.
En el cuarto, Gabo estaba confundido por los coqueteos evidentes de Nando.
- Ven, acuéstate en el colchón del medio. Pruébalo.
- ¿Probar qué?
- El colchón... o depende de ti.
Gabo enrojeció. La invitación del musculoso semidesnudo, velludo, y con dos grandes tatuajes en el brazo izquierdo y el pectoral del mismo lado, parecía buena para ser cierta.
- Normal Gabo. Nando no muerde.
Gabo se echó tímidamente. Vio a ambos costados. nando se puso de costado, levantando una pierna.
- ¿qué tal está?
- Buenazo.
Nando posó su mano sobre el vientre de Gabo, cuando a lo lejos se oyó un ruido seco.
Gabo salió disparado del cuarto, ante el desconcierto de los dos muchachos en paños menores, que luego se transformó en risas burlonas.
- Oe, mejor cierra la puerta.
Raúl se levantó y aseguró que las dos entradas estuvieran bien cerrradas.
Nando se quitó el boxer.
- Por fin. No aguantaba más. Ven, Raulito.
- Cuidado, huevón, vaya a estar la bebita por allí.
- Como las huevas. ésta es la parcela de Jano, ¿te olvidas?
Raúl se sacó el calzoncillo, y se acostó junto a Nando, se abrazaron y comenzaron a besarse mientras sus penes comenzaban a prepararse para una esgrima vespertina.
Nando giró hasta colocarse sobre Raúl, sin dejar de besarlo en la boca, las mejillas y el cuello.
- Tócame las nalgas.
Raúl acarició la amplia espalda de su amigo hasta que sus manos comenzaron a manosear las duras, redondas y velludas corvas de Nando.
Los dos penes estaban totalmente erectos, y aprisionados uno contra el otro.
Raúl se excitó más, y abrió sus piernas como intentando aprisionar la cintura de Nando. Jadeaba más rápido y más profundo.
Entre besos, roces de pelvis y caricias generales, una pegajosa humedad inundó los vientres duros y esculpidos de ambos varones, a pocos minutos de haber iniciado el caliente juego.
Nando se arrodilló.
- ¡Asu, cuánta leche!
Ambos estaban empapados en sudor.

(CONTINUARÁ...)
©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido o semejanza con nombre, lugares y situaciones es pura coincidencia.
Escribe: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.

4 comentarios:

  1. MAS CALIENTE, MAS HOP. ESTA BUENA LA HISTORIA, Y ESTA QUEEVOLUCIONA A MAS, MAS CACHONDA COMO NOS GUSTA.

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  2. Gracias. Recuerden que sus comentarios nos permiten mejorar esta serie. A quienes recién le cogen el hilo, presionen en la etiqueta y podrán seguir la historia desde el principio.

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