viernes, 22 de junio de 2012

La Parcela (5): El bulto de Pancho

A la mañana siguiente, un muchacho moreno, algo zambo, alto, bien agarrado, y con una mochila de mezclilla al hombro, esperaba en el cruce de las carreteras, mirando en dirección de Piura.
Su polo alicrado moldeaba unos pectorales prominentes, bíceps y tríceps hinchados, cintura pequeña. su gruesa pantaloneta sólo dejaba notar unas nalgas no tan grandes, pero tampoco faltas de notoriedad.
Alrededor, algunas vendedoras de chifles y agua mineral, especialmente las más jóvenes, lo veían como bicho raro. Él estaba preocupado por los carros que venían hacia él.
Entonces, identificó una camioneta negra, que se detuvo justo donde él estaba.
Un chico mestizo, de cabello lacio recortado al estilo militar, polo ceñido, pero sin tanta masa muscular como él, bajó la ventana del asiento del copiloto.
- ¿Pancho?
El moreno sonrió.
- ¡Sube!
Jano conducía la camioneta.
- ¿qué hay, compadre?
- Ahí.
Jano vestía un polo con diseño de Looney Tunes, bermuda estilo surfer y zapatillas; El otro chico, David, lucía un jean y zapatos tipo botín. En la cabina, un suave reggae musicalizaba el trayecto.
- ¿Dónde desayunaremos?
- ¡Suaave, Davico! ¿Ves ese cerro? A la vueltita nomás, hay otro cruce. Allí podemos tomar algo sin tanto vendedor encima.
Cuando llegaron a ese punto, Jano invitó a Pancho.
- Normal. Ya desayuné.
- ¿En serio no quieres nada?
- Normal, Jano. Desayunen ustedes. Mas bien yo les cuido el carro.
Jano sonrió y lo dejó encerrado. Pancho aprovechó para recostarse un poco en el asiento de atrás, pues aún tenía sueño. Se quedó dormido en segundos.
Cuando Jano y David acabaron, el primero se quedó conversando con la dueña del negocio. De lejos se le veía robusto, de admirable físico, blanco. Por algo, cierta vez intentó hacer una carrera de modelo, pero los escrúpulos paternos se lo impidieron. Llevaba cabello corto, tenía ojos claros, boca carnosa, cuerpo recio, como de luchador greco-romano...
David llegó a la camioneta y se asomó al asiento de atrás. Contempló a Pancho dormido, y por un momento envidió su estampa, y en especial el bulto que destacaba en su pantaloneta. ¿La tendrá grande?
Jano lo trajo de vuelta a la realidad, al abrir la puerta del piloto. Pancho se despertó, y como acto reflejo, se cubrió su erección con ambas manos.
- ¿Cuánto falta para llegar?
- Una hora más. ¿Por qué eres tan impaciente, Davico? Ya sabemos que quieres trabajar, hombre.
Los tres rieron.
El resto del camino estuvo marcado por la transición de las tierras planas a los valles donde la sierra comenzaba, con campos de cultivo y pastizales a izquierda y derecha.
Pancho no disfrutó de la vista, y siguió durmiendo.
De vez en cuando, david se volteaba a ver si la tenía parada. Jano se dio cuenta.
- 18, gruesa... como la mía.
Jano sacó una de sus manos del volante y se la llevó a la entrepierna: la tenía parada.
Cincuenta minutos después llegaron al portón de la parcela. Jano tocó el claxon tres veces. En segundos, la entrada se abrió.
Wilfredo y Gabo, como abrieron, cerraron el portón.
Cuando Jano y David bajaron del vehículo, Nando y Raúl los esperaban en la puerta de la oficina. Jano, como dueño de la parcela, presentó a todo el mundo, e ingresó a la oficina con Wilfredo, Nando y Raúl a ver detalles de la campaña agrícola, no sin antes pedirle a Gabo que guiara a Pancho hasta el dormitorio donde los tres colchones estaban en el suelo.
Al ingresar, Pancho suspiró, colocó su mochila en el primer colchón, y se sentó sobre él para sacarse las zapatillas.
- Ojalá esté libre.
Gabo estaba en el cuarto con él.
- No sé. A lo mejor. Me pareces conocido. ¿Tú no estabas trabajando como profesor?
- sí, de Educación Física. En realidad, haciendo mis prácticas.
Pancho se quitó el polo y dejó ver un torso voluminoso y definido a la vez, como si un escultor lo hubiera cincelado.
- Ah, con razón. siempre te veía por la calle.
- ¿Tú vives acá nomás?
Pancho se quitó la pantaloneta. debajo no tenía nada. Nada, excepto unas poderosas piernas, velludas, grandes pantorrillas, sus huevos le colgaban tapando toda su entrepierna y su pene flácido se imponía a su tupida masa de vello púbico. Gabo tragó saliva.
- sí, papi...
Pancho subió la mirada súbitamente, y sonrió divertido.
- Ah, ya me acordé quién eres. ¿Terminaste el colegio hace dos años?
- Sí. Pero tú no trabajaste allí.
- Allí no, pero iba al gym del centro, donde Carlos hace coreografías.
- Yo era parte de su grupo.
- ¿Crees que venga alguien?
- ¿Por qué?
- Cierra la puerta.
Ya encerrados, Pancho se acostó encima del colchón, totalmente desnudo.
- Chúpamela.
Gabo, tras segundos de inmovilidad, se arrodilló entre las dos piernas del moreno y tomó la pinga entre sus labios, succionándola.
- Eso, así.
De pronto, Gabo trataba de meterse todo el palo duro y grueso, pero apenas podía hacerlo con una porción, debido a que la de Pancho era cabezona.
- Chúpame los huevos.
Eso fue más fácil para Gabo. Tomó el derecho, luego el izquierdo. Intentó los dos, sin éxito.
- Lame debajo de mis huevos.
Mientras Gabo ejecutaba la orden, Pancho comenzaba a masturbarse.
- Baja.
el moreno alzó más sus piernas y le ofreció su ano. Gabo se detuvo, miró el pequeño agujero rodeado de vellos, y después lo miró a los ojos.
- ¿qué pasa? Lámelo.
- es que... nunca lo hice.
- Sólo lámelo.
- Ayshhh. Me da... asco.
Pancho sonrió.
- Entonces calatéate al toque.
gabo se desnudó, y se sentó encima de la verga enorme de Pancho, comenzando a frotarla con la raja de su culo.
- Te mueves rico.
- ¿Te gusta, papi?
- Me arrechas bien, huevón. ¿Tienes forros?
- aquí no.
- ¡Mierda!
- Pero puedo ir...
- No. Sigue sobándola.
LA cadera de Gabo aceleró haciendo que sus nalgas le dieran un masaje placentero al recién llegado.
- Ponte en perrito.
Gabo tomó la postura, y Pancho ´se agarró de sus caderas, punteándolo primero y luego sobando sus 19 (Jano se equivocó por uno) centímetros contra el trasero que, aunque deseaba, no quiso penetrar. Gabo no dejaba de mover sus caderas, haciendo que su cachero de turno comenzara a gemir.
- ¿Ya las vas a dar?
- No, falta un montón.
- ¿Te gusta mi culo?
- es de la puta madre.
- La tienes bien grande.
- Y tú lo tienes bien redondito, carajo.
- Más fuerte, papi.
- Todo a su tiempo.
Gabo se dejó envolver por la magia erótica y la cadencia del moreno. ¿Lo estaba cachando o estaba ensayando un viejo baile, de esos que escandalizaron a la Inquisición? Comenzó a gemir, a entregarse, a dejar de lamentar el haber seguido a su tío.
En eso, la puerta se abrió, y el coito simulado tuvo que interrumpirse abruptamente. Gabo se refugió en la esquina del cuarto, mientras Pancho, sentado sobre el colchón, y sin vergüenza alguna, hacía latir su verga.

(CONTINUARÁ...)

©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es mera coincidencia.

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