miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cuaderno de Obra (33)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

A pesar de la tibiedad de la noche piurana, Tito se queda helado.

- ¿Có-cómo me encontraste, Renzo?

- No te encontré. Coincidimos.

- ¿Y tu…?

Tito se calla temiendo que el resto lo escuche.

-          Se quedó en casa. Salí a aclarar ideas… ¿Te gusta la ensalada de frutas?

-          Tito siente que el No está en la punta de su lengua, mas ¿acaso no es cierto que la presencia de Renzo le da paz?

-           ¿Has probado el café serrano de Piura, Renzo?

 

-          Hermano, ¿no estás arrastrando tu dignidad por ese muchacho?

-          Gustabo y su hermana conversan por teléfono. Desde que asumió que es gay, ella fue su confidente, consejera y la que le encubrió varias inexplicables ausencias.

-           Lo quiero mucho. Sólo que ese chiquillo lo confunde.

-           ¿Y por qué no le das espacio? Deja que aclare sus dudas.

-           Lo perderé si hago eso.

-           ¿No sería lo mejor?

-           ¿Y quedarme solo? Hermana, ¿sabes lo que significa sentirse amado por alguien?

-           Ay, Tavo, pero se realista: si él está ilusionado por ese otro chico, ¿realmente te ama?

-           Tú lo dijiste: es una ilusión. Ya se le pasará.

-           ¿Y tu herida?

-           Ya está cicatrizando. Quedará una marquita.

-           ¿Y… ya le dijiste a Renzo que no estás infectado?

-           ¿Decirle eso? Jamás. Ni loco. Eso es lo único que me aferra a él.

-           ¿Y cuando él se dé cuenta? ¿Cuando descubra que lo engañas? ¿No será peor?

 

La madre de Tito es una mujer algo tímida, pero servicial, con una hermosa sonrisa. De hecho, toda ella es hermosa, delgada, con el cabello recogido en un moño sobrio.

-          ¿Le gustó el café, ingeniero?

-           Riquísimo. Nunca había probado algo igual. Gracias.

-          Tito sonríe al ver la satisfacción inocultable de Renzo.

-           ¿Ya ves? ¿Qué te dije? Cafecito de Canchaque.

-           Esta casa es hermosa. No sé. Como que el aire antiguo le da su toque.

-           Es lo único que pudimos rescatar de mi viejo. Casi nos deja en la calle. Al fondo tiene un patiecito chévere, aunque mejor se ve de día.

-           No lo dudo.

-          Tito se queda en silencio.

-           Si quieres, podemos ir al patio.

-          Amvos salen de la sala, caminan por un estrecho y alto pasillo, y llegan a un cobertizo con unas sillas de paja algo raídas. Tito prende la luz, y sólo se ven algunas plantas creando más sombra en la oscuridad. Tito ingresa al jardín, y pide a Renzo que lo acompañe hasta un espacio no determinado.

-           Huele.

-          Renzo aspira.

-           Qué rico. Rosas.

-           ¿Has oído esa canción de Christian Domínguez? ¿Esa de “la rosa lo sabe”?

-           Sí, más o menos. Tiene ricos brazos ese pata. ¿Pero, qué tiene esa canción?

-          Tito carraspea. Trata de entonar.

-           “Eres tú. Nadie más, a quien quiero… yo amar”…

-          Renzo se turba.

-          Ambos se quedan en silencio.

-          Entonces, ambos se juntan con una dulce violencia. Se besan en la boca. Se acarician. Suspiran.

-           Y una rosa lo sabe…

-          Renzo sonríe al escuchar el último verso cantado por Tito.

-           Tienes mejores brazos que Christian Domínguez. Mejor pecho, mil veces mejor culo y mejores piernas. Eres mejor que él.

-           No quiero ser Christian Domínguez. Quiero ser mejor Tito. Pero no sé…

-           Te entiendo. Oye, sé que no es el momento, y sé que soy responsable…

-           No digas eso. Lo que nos pasó en la chamba era parte del riesgo.

-           ¿Te hicieron daño esa noche?

-           Renzo, no quiero hablar de eso ahora.

-           Perdona… Tito, por favor, regresa a la obra. Te necesito allí.

-           Renzo, es que… El problema no es la obra. El problema soy yo.

-           ¿Qué quieres decir?

-           Renzo, creo que me enamoré de ti. Y el problema es que seguiríamos trabajando juntos.

-           Tito, pero hemos sabido separar las cosas.

-           Bueno, sí. En realidad, lo que me jode es que no estás solo. Que ya eres de otro.

-          Renzo se pasma. Ahora él es quien se pone frío en la tibiedad de la noche piurana. Entonces, suelta a Tito.

-           Perdóname. No debimos habernos besado. Tienes razón: debo fidelidad a Gustavo.

-           ¿Ahora entiendes? Siempre sería doloroso verte y saber que no eres totalmente mío.

-          Renzo siente una creciente emoción. Vuelve a tomar los antebrazos de Tito.

-           Regresa, por favor. No será lo mismo todo sin ti.

-           No puedo. Tomé una decisión. Me iré lejos.

-           ¿Qué?

-           Prométeme que serás feliz, Renzo. ¿Me lo prometes…?

-          Tito vuelve a estrecharse con Renzo. Le da un dulce y profundo beso en la boca.

-           ¿Me lo prometes?

 

(CONTINUARÁ)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

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