martes, 24 de septiembre de 2013

Cuaderno de Obra (32)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

Miguel llega a su casa. Encuentra a su madre, Irene, sentada en el sofá de su sala, totalmente desencajada. Al verla, se le acerca. Entonces, su madre lo abraza y rompe a llorar.

Tras varios minutos de consolarla, la lleva a su cuarto y la deja dormida.

Miguel se dirige al suyo: en la cama donde solía dormir Tito, está su padre, mirando al techo, con la luz apagada.

-          Soy una mierda, Miguel. Los tuve engañados todo este tiempo. Soy una mierda.

-           No digas eso porque no lo creo. Nunca me faltaste como padre. Siempre te sacrificaste.

-           ¿Para qué, hijo? Le jodí la vida a tu mamá.

-          Miguel se sienta en su cama.

-           Quizás ahora es tu turno.

-           ¿Qué quieres decir, Miguel?

-           Hiciste tanto por nosotros, que ahora es tiempo de que hagas algo por ti.

 

Por más que Renzo trata de llamar a Tito, el celular suena apagado. Gustavo sale con dos copas de vino. Le ofrece una a su pareja.

-          Tavo… gracias, pero sabes que soy cabeza de pollo.

-           No vamos a emborracharnos. Es sólo para conversar.

-           Podemos conversar sin alcohol; además, no puedes tomar esto por… bueno, tú sabes, el virus.

-           Gracias por preocuparte, pero tú me preocupas más. Te pusiste nervioso cuando viste a ese chico.

-          Renzo siente un sobresalto. ¿Acaso Gustavo ha notado algo?

-           Anoche lo atacaron por mi culpa. No sé qué le pasó, pero sé que fue por mi culpa.

-           Pudieron haverte atacado a ti. Eso de ir solo a espiar es peligroso. ¿Te pusiste a pensar en mí, si te hubiera pasado algo?

-           Perdóname. De nada sirve haber descubierto todo lo que sé, si una persona está sufriendo.

-           ¿Qué te preocupa realmente? ¿Su sufrimiento, o él?

-          Renzo mira fijamente a Gustavo. ¡Conoce la respuesta! Pero, ¿será capaz de confesarla? ¿Realmente sólo sigue con Gustavo por compasión, para no dejarlo solo ahora que sabe que supuestamente es seropositivo?

 

Tito y Dante se besan profundamente. Ambos están en el cuarto del segundo chico. De pronto las manos de Dante, comienzan a acariciar todo el cuerpo del más joven hasta agarrarle el paquete. Tito se separa, asustado.

-          Guarda, huevón. Tus viejos pueden venir.

-           Olvídate de ellos. Nunca se meten conmigo. Te quiero tan…

-           Espera, espera. Creo que estás confundiendo las cosas. Yo… O sea, me caes bien, pero… no siento nada más por ti. No quiero que te hagas ilusiones.

-          Dante se contiene un poco, pero no deja de acariciar a Tito.

-           ¿Sientes algo por ese Renzo, verdad? No soy cojudo. Me di cuenta cómo reaccionaron los dos. Me di cuenta cómo reaccionó su macho.

-           Quizás sea mala idea ir para Lima.

-          Tito se pone de pie, pero Dante lo abraza con fuerza. Lo besa de nuevo.

-           Oye, no digas eso. No vamos a tirar por la borda todo un proyectazo.

-           Dante, soy joven y deportista, por eso soy arrecho. Siempre lo fui.

-           Y eso es lo que me gusta de ti.

-          Dante comienza a desvestir a Tito. Él hace lo mismo. Ambos se echan en la cama, y continúan las caricias y los besos. Se revuelcan todo lo que pueden.

-          Dante está a mil. Su pinga está durísima. Poco a poco se voltea para que Tito le bese la espalda, las nalgas, le haga ese beso negro que lo alocó la otra vez. Gime al sentir la lengua de su amante estimulándole el ano.

-           Métemela, Tito.

-          Tito se incorpora y comienza a sobar su pene en la raja del culo de Dante, pero algo raro pasa: no puede erectar. Por más que se mueve, no consigue engrosar su pene. Entonces, la imagen de los dos matones viene a su cabeza.

-           ¡No!

 

En el apartamento de Eduardo, nuevamente Zacarías recibe en su culo los penes de Jonás y de su anfitrión. El ano del alcalde parece de elástico, pues si bien gime, no presenta más incomodidad. Súbitamente, la autoridad eyacula. Como Jonás está bajo él, todo su semen le inunda el abdomen AL moreno musculoso.

-          Mierda. Si no la tenía parada.

-           Ay, sáquenmela. Me duele.

-          El alcalde va al baño. Eduardo se acuesta al costado de Jonás.

-           Menos mal. Ya me estaba cansando.

-           Está tenso, ingeniero. ¿Qué tiene?

-           Parece que Renzo lo ha descubierto todo.

-          Zacarías sale, y se acuesta entre ambos.

-           Perdonen, chicos. Mucha tensión acumulada.

-          El alcalde besa a cada uno en la boca.

-           ¿Por qué tan callados?

-           Que el residente parECE que se dio cuenta del negocio.

-           Negro de mierda. Cuándo no jodiendo las cosas.

-          Zacarías se pone alerta.

-           ¿eso es cierto, Jáuregui? ¡Debes despedirlo, entonces!

-           No. ÉsE sería el peor de los errores. Haríamos luz. Adentro de la obra nos es más útil, especialmente ahora que se quedó solo.

-           ¿Cómo así?

-           Su asistente renunció.

-          Jonás sonríe: ha logrado uno de sus objetivos. Ahora debe deshacerse de Gustavo.

 

Tito camina sin rumbo por el centro de Piura. Tras su reacción con Dante, se vistió rápidamente, apenas se despidió y salió. Se rehusó a ser acompañado. En su camino, algunas miradas insinuantes de hombres y mujeres en la avenida Grau lo tienen sin cuidado. Dobla por Libertad. Ya, si le pasa algo por esa calle semioscura ¿qué mas da?

Al llegar a la Plazuela Merino, se distrae viendo las artesanías de los hippies y observa a unos punks conversando.

Entonces, una mano en su bíceps derecho lo hace girar rápidamente.

-          ¿Por qué me estás evitando?

-          Es Renzo.

 

(CONTINUARÁ)

 

© Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

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