jueves, 2 de agosto de 2012

La Parcela (12): Nando suaviza una reprimenda

Es de noche. En medio de los árboles de limón, iluminado con una extraña luz de fondo, la silueta de un policía uniformado emerge de la bruma. Se acerca.
Justo a la distancia del largo del brazo. Se puede apreciar su uniforme, azul brillante, con una vara plateada, al igual que las monturas de los anteojos oscuros. Se cimbra, mueve la cadera de un lado a otro al ritmo de una extraña, extrañísima melodía.
En un leve movimiento, se despoja de la camisa, revelando un torso velludo castaño, de pectorales prominentes, brazos anchos, abdomen de tabla de lavar, cintura breve. Dos tatuajes étnicos pintan el pectoral y hombro izquierdos.
Es, evidentemente, un policía, un policía de luces, que mueve la ingle como si toda la electricidad del cuerpo se concentrara allí, tanto que en otro tirón desaparece los pantalones, y deja ver unas fuertes piernas, de amplios muslos, gruesas pantorrillas. El uniformado tiene una tanga breve que apenas contiene el paquete. Se da la vuelta: dos enormes nalgas. Éstas y las piernas también tienen vello por todas partes.
Otra media vuelta, y el policía ya está con sus dos manos en los extremos de la tanga, listos para tirarla fuera. Cuando ya no queda mmás que ocultar… sonó un celular.
Jano se sienta sobre su cama, sudoroso. No era de noche, sino una mañana soleada, según la luz que entraba por su ventana. El smart-phone sigue sonando.
Al fin, contesta.
-         Claro, voy de inmediato.
Desnudo, como se acostó la noche anterior, vuela hacia la ducha, se pone un polo del Demonio de Tasmania y una bermuda, sus zapatillas, baja a tomar algo como desayuno y corre a encender la camioneta. Si demoró 20 minutos en todo el proceso, fue demasiado.
Mientras conducía a la tienda de agroquímicos, trata de olvidar la imagen que inundaba sus ojos antes de despertar.
-         Fue un sueño. No significa nada. Fue un sueño.
Hacia la una de la tarde, Jano regresó a la parcela con su cargamento. David lo recibió.
-         Dile a los chicos que lo descarguen, pero con cuidado.
-          Listo, Jano. Mientras ellos lo hacen, vamos a almorzar.
Estaban caminando a la cocina cuando aparecieron los “ingenieros” Nando, Raúl y Pancho.
-         Muchachos, descárguenlos y pónganlos en el cobertizo, por favor.
-         Jano y David prosiguieron a la cocina, y Nando se dio media vuelta a ver a sus otros dos compañeros, y comenzó a aplaudir.
-         - ¡Ya escucharon, muchachos. Llévenlo atrás!
-          Pero Jano dijo…
-          Suave, Raúl. Yo me encargaré de que estén bien apiñados.
Como siempre, Raúl no cuestionó, y Pancho ya estaba jalando el primer saco de 50 kilos.
Antes de entrar a la cocina,David le hizo la misma observación a Jano.
-         Tú dijiste a los tres, pero Nando anda de capataz.
-          Déjalo. Seguro que él verá lo del almacenamiento. Además, esa es su especialidad, ¿no?
-          No sé, Jano. Pero, si tú lo dices…
Tras el almuerzo, Jano se fue a descansar a su cuarto, y David pidió a Gabo que buscara a Nando. El musculoso se apareció media hora después… algo perfumado, en sandalias y vistiendo una bermuda blanca algo transparente, que se chorreaba por sus caderas. Debajo, su culo y su paquete estaban más que marcados.
-         ¿Me llamaste, David?
-          Sí, Nando. Siéntate. Mira, hay algo que pasó esta tarde, que me gustaría hablar contigo.
David comenzó a exponer asertivamente su punto de vista.
-         Pero yo también he trabajado.
-          No cargaste ningún saco.
-         Es que… yo vi que los apiñaran bien.
-          Mira, Nando. No es la primera parcela donde trabajo, y sé cómo se hace ese procedimiento. Acá no hay peones y todos ponemos el hombro. Yo te sugiero que tengas más consideración con tus compañeros, nada más, ser más… equitativo.
-         Nando abrió sus brazos y se los puso detrás de su cabeza, pose en la que la musculatura se tenía que marcar de todos modos. David tragó saliva e intentó disimularlo.
-          ¿qué tienes David? Estás algo pálido.
-          ¿Yo? Nada.
-          ¿Será que… acaso… te gusta lo que ves?
-          Estás loco.
Nando comenzó a hacer latir cada bíceps alternadamente, luego cada pectoral. David no sabía dónde dirigir su mirada, si a los ojos de Nando, o a sus palpitantes músculos.
Nando sonrió, se puso de pie, sin dejar de jugar con sus carnes. Cuando Dabid vio la bermuda, pudo notar que la verga de Nando estaba al palo, o en proceso de estarlo.
David buscó la mirada de Nando, quien sonreía sensual. El administrador estaba desconcertado.
Nando comenzó a caminar lentamente hasta ponerse a un costado de David.
-         Jerry está lavando platos, Jano está jateando. Los demás están al fondo, ocupados. Sé que estoy propasándome, pero, si no te gusta bótame de aquí. Te doy tres segundos para hacerlo.
-         David permanecía mudo.
-          Tres… Dos… Uno… Cero, punto cinco… Cero.
-         Nando bajó sus brazos, los puso en la pretina de la bermuda, y la empujó hacia abajo, deshaciéndose de ella con una patada.
-         Su verga parada saltó como resorte, a menos de medio metro de la cara de David, quien no sabía qué hacer, como que tampoco pudo evitar que Nando alzara una pierna, la pasara por encima de las suyas, aferradas al asiento, y esta vez pusiera su jugosa verga y sus grandes huevos a sólo centímetros.
-          Chúpala. Yo sé que te gusta.
David olvidó las formas, el espacio, el momento, se acercó y abrió su boca. Tímidamente sus labios tomaron el glande de Nando, y poco a poco fue dejando que la pinga de 18 centímetros traspasara sus dientes y se posara en su lengua. Su miembro de 16 estaba a mil dentro del pantalón corto de tela.
Nando comenzó a jadear y suspirar, en tanto que David succionaba el pene suavemente, sintiendo el grosor, el sabor del líquido pre-seminal, el olor a jabón.
-         ¿Quieres que te la meta?
-          No sé. Además, no tengo condón aquí.
-          Normal. Te la sobo entonces.
-          Es que… me paltea aquí.
-          Ya te dije que todos están ocupados. Ya, pe, no seas malito.
-         David se puso de pie, se desajustó su correa, se bajó el pantalón y dejó que cayera hacia el suelo. Le dio la espalda a Nando, quien giró para abrazarle y pellizcarle las tetillas, mientras arrimaba su pija y la comenzaba a sobar entre las nalgas del otro chico. Suavemente le quitó el polo y lo dejó sobre el escritorio.
-         Agáchate.
-         David obedeció y posó sus manos sobre el escritorio, mientras Nando no cesaba de sobarle su miembro en la raja del culo, de puntearlo como queriendo metérsela, y de bajar su verga hacia la misma entrepierna, metiéndola por la hendidura que forman ambas extremidades inferiores.
-         David cerró los ojos, percibió la dureza de su miembro y se dejó llevar.
-         Ambos jadeaban lenta y sensualmente.
-         Nando agarraba las caderas de David , y eventualmente paseaba sus manos por los dorsales, la espalda, el pecho y las tetillas erectas de David, quien se arrechaba más y más ante esas caricias.
-         De pronto, unos pasos se escucharon en el umbral de la puerta de la oficina, la que se oscureció un poco. Cuando David abrió los ojos, vio una silueta atlética, con las manos en la cintura.
-          ¿qué mierda está pasando aquí?

(CONTINUARÁ…)
©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Deja tus comentarios aquí o escribe a los autores en hunks.piura@gmail.com

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