- La imagen reflejada de Jano en el espejo sólo tenía ese gesto de alguien pidiendo cariño. Pero, ¿esa era la forma correcta de expresarlo?
- Había pasado más de una semana desde que él y Raúl se confesaron mutuamente sus sentimientos, y, a pesar de las diversas oportunidades en que estuvo a solas con Nando, no se atrevió a hacer esta confesión. Si tan sólo supiera el momento correcto, o llegara una señal.
- Fue cuando sonó la puerta de su cuarto…Abrió con temor.
- Jano, tenemos que hablar.
- Da… vid, ¿qué pasa?
- Mira, estamos gastando mucho en los agroquímicos, y no sé si crees que deberíamos buscar otros proveedores.
- Pero Nando…
- Nando es buen agrónomo, pero es necesario cuidar los costos.
- Pero ya hicimos un envío, y nos rechazaron sólo el dos por ciento del lote.
- Es cierto, no le quito mérito en su campo; pero, si no cuidamos la estructura de costos, el margen de ganancia no será el adecuado.
- OK. Déjame pensarlo bien.
- Cuando Dabid se fue, lo que menos hizo Jano fue reflexionar sobre el temor de su administrador, y mas bien rememoró la charla con Raúl.
Raúl, por su parte, vivía un drama aparte. Sus jornadas de trabajo en equipo con Pancho eran totalmente silenciosas. Apenas si Pancho lo saludaba e intercambiaba información clave sobre sus labores de campo, pero, desde aquella vez que le insinuó comparar el tamaño de sus pingas, la comunicación no era tan fluída.
- Pancho, por su parte, no sabía cómo romper el hielo, algo raro en él, que, usualmente, tenía la palabra justa para iniciar una conversación animada.
- Pancho, ¿pasa algo?
- El tono de voz de Raúl tenía tinte a reclamo.
- No. Nada. ¿Qué va a pasar?
- ¿estás molesto conmigo o qué mierda?
- No, Raúl. No digas huevadas. Sigamos chambeando para acabar temprano.
- Está bien. Disculpa.
Atendiendo a un pedido de David, Wilfredo fue al banco a hacer unas transacciones.
De pronto, en la fila, le llamó la atención la figura atlética y trigueña oscura de alguien que le parece familiar. Lo sigue con la vista. Entonces, el pata volteó a verlo. Ambos se miran fijamente.
- ¿José?
- ¿Don Wilo?
- Los dos varones se estrecharon en un abrazo, lo que pone en alerta a los vigilantes. Terminadas sus operaciones, ya fuera del local, pudieron conversar más sueltamente.
- ¿Y qué ha sido de tu vida, muchacho?
- Por ahí, chambeando de todo un poco. ¿Sigue en la parcela?
- Sí. Pero ahora la está manejando el joven Alejandro.
- ¿Jano? ¡Vaya! ¿Desde cuándo?
- Wilfredo cuenta los detalles pormenorizados a este adulto de unos 35 años, de contextura recia y musculosa, de ropas pegadas a la piel que delineaban unos brazos grandes y anchos, un pecho prominente, una cintura pequeña, un gran culo, cierto abultado paquete y fuertes piernas.
- ¿Y dónde has echado todo ese cuerpo?
- Deporte, don Wilo. Usted sabe que siempre me ha gustado hacer mi deporte.
- Claro. Deporte.
- Ya, no lo diga con ese tono.
- Tranquilo. El papá del joven nunca se enteró de lo que pasaba. No al menos por mi boca.
- Eso ya pasó. Los tiempos son otros.
- ¿Y te casaste?
- No… no hay quien me aguante.
- ¿O quién te la aguante?
- Ambos se rieron pendejamente, y se despidieron prometiéndose visitar.
Esa tarde, como de costumbre, Pancho estaba descansando sobre su colchón, totalmente desnudo y boca abajo, con una pierna flexionada, lo que le abultaba las nalgas. Ese fue el cuadro que encontró Nando cuando entró al cuarto, para descansar. Él también se quitó toda la ropa procurando no hacer ruido, pero, cuando se sacaba su pantalón, varias monedas cayeron en el piso de cemento, lo que sobresaltó al musculoso moreno.
- Disculpa, pata.
- Normal. Nando. ¿Vas a jatear?
- Sí, un rato. ¿Y Raúl?
- Se fue a trabajar un rato con David. Están llenando unos papeles.
- Nando se quedó completamente desnudo.
- Oye, Pancho, ¿y qué tal el mini-gym?
- Buenazo. Bien concentrado. Se me están marcando más los pectorales y los brazos.
- Sí, porque pierna ya tienes, además de buenos glúteos.
- Ja ja. Sentadillas, pe. Carreras. También tú los tienes buenos.
- Es el mismo secreto. Oye… ¿puedo tocar los… tuyos?
- ¿Mis glúteos? Sí, con confianza.
- Nando se acercó, y contra su costumbre, tembló al posar sus manos en el duro y voluminoso trasero de Pancho. Fue cuando su verga se le paró, inevitablemente. El glande, que comenzaba a humedecerse, topó la cadera de Pancho.
- ¿Y eso, pata?
- No sé. ¿Te jode?
- No… la tienes grande, huevón.
- Por ahí me contaron que eres bien malogrado, mas bien.
- ¿activo, moderno o pasivo?
- Activo.
- ¿Tienes forros?
- En los siguientes minutos, Nando comenzó a besar la amplia espalda de Pancho, quien reaccionaba espasmódicamente, apenas la barba de su compañero lo rozaba. Comenzó a gemir cuando la boca de Nando alcanzó sus gloriosos glúteos.
- Nando se incorporó , se puso el condón, untó algo de lubricante que tenía, y comenzó a penetrar el ano de Pancho lentamente. Cuando su pinga estaba casi del todo adentro (una porción se quedó fuera debido a la prominencia de las corvas del moreno), se acostó sobre su espalda y comenzó a bombearlo, mientras besaba su nuca y la parte formada por el trapecio, a la vez que se aferraba de las caderas de Pancho, quien las levantó para facilitar la penetración .
- Ambos sudaban. Nando comenzó a experimentar una sensación de placer que creía olvidada. Fue tanta su arrechura, que metió su mano por delante de las caderas de Pancho, exploró su pubis y se encontró con la enorme pinga del moreno. Comenzó a masturbarla.
- Nando se movió con mayor velocidad. Se vino dentro del culo estrecho de su compañero, y, a pesar de que había eyaculado, seguía bomneando.
- ¡Las voy a dar, Nando!
- Rápidamente, Nando sacó su pene y el condón, tras lo que Pancho se puso boca arriba, se masturbó con fuerza, y dejó que los chorros de su semen se dispararan hasta sus pectorales.
- De la puta madre, Pancho.
- Cuando el moreno agotó su arrechura, tuvo frente a sí a un Nando increíblemente satisfecho, distinto. Por alguna razón, se sintió mal, se levantó del colchón.
- Me voy a lavar.
- Nando se quedó arrodillado, estático, desnudo, con el condón usado en su mano derecha.
- Este huevón está templado, pero ¿de quién?... Ja, no puede ser. Así que tenemos parejita aquí.
Jano salía de su cuarto, cuando se encontró con Raúl, quien venía de la oficina de la parcela.
- ¿Raúl, te acuerdas lo que hablamos en mi jato?
- Sí. ¿qué vas a hacer?
- Dejar de ocultarlo.
- Yo también quiero dejar de ocultarlo.
- ¿Nos lanzamos?
- Jano y Raúl se miraron fijamente a los ojos, se mantuvieron en silencio y se dieron un abrazo intenso, como animándose mutuamente a dar el siguiente paso largo.
- Cuando se separaron, Pancho estaba justo frente a ellos, mirando la escena con un gesto de desconcierto.
- Perdonen… no… quería interrumpirlos.
- El moreno se fue raudo, sin dar oportunidad a que Nando y Raúl pudieran explicarle algo…
(CONTINUARÁ…)
Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares y situaciones es pura coincidencia. Contacta al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.
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