sábado, 17 de diciembre de 2022

ASS (57): ¿No crees que es…. Pecado?

Santos es enviado a recoger unas cosas en el cuarto de Marcano, donde tendrá la oportunidad sde ver y probar su enorme taladro.



A eso de las nueve menos cuarto, el guapo Santos está revisando unas listas que el Padre David le encargó. En el Centro de Acogida a Migrantes, también conocido como CAMI, no solo se los registra; también se trata de conocer sus historias y se busca darles un techo dónde guarecerse, servicios higiénicos decentes y tres comidas básicas. Para santos esto no es nuevo. Antes de iniciar su noviciado, trabajó largo tiempo como voluntario en las organizaciones de acogida de migrantes que llegaban a España por cuanto medio fuese posible. Allí creyó sentir su vocación religiosa.

“Hola”.

Santos se sobresalta, levanta la mirada. ¡qué tal sorpresa! Un chico trigueño moreno, fornido, vestido en mono o mameluco azul y con un pequeño maletín metálico aparece en la puerta de la recepción. La cara le es familiar.

“¡Hola!”, reacciona el novicio. “Anoche te vi…”

“Cuando salía de ducharme en el AS”, contesta el joven muy sonriente. “Vine porque el Padre David me mandó llamar”.

“Ah, cierto. Tú eres el electricista, ¿no?”

“Handy-man, más bien”, guiña un ojo. “Me llamo Marcano”.

El chico da la mano y guapo rubio se la corresponde:

“Santos, mucho gusto. Ahora lo busco y…”

“¡Marcano! Llegaste, che”, se oye desde el pasadizo. “Vení a ver la conexión”.

“Permiso”, pide Marcano a Santos, quien se queda medio ensoñado. Ese mameluco cubre demasiado el hermoso cuerpo bien esculpido que vio la noche anterior. Lo que no recuerda si llegó a ver sus genitales. Quizás sí, pero en medio del desconcierto es complicado tener memoria clara. Al menos, sí nota que lo ancho de la prenda no disimula su enorme culo.

En poco tiempo, el Padre David regresa a la oficina:

“Che, necesito que vos vayás con Marcano a recoger unas cosas para la instalación que falta”.

“¿Yo, Padre?”

“Sí, vos. Creo que hay cosas pesadas y tú eres algo fornido. Andá con él”.

A Santos le parece un sueño estar sentado en la misma motocicleta tras el portentoso cuerpo de Marcano recorriendo las soleadas calles de San Sebastián. Queriendo y no queriendo, choca sus grandes pectorales contra la amplia espalda del Handy-man.

“¿Así que vienes de España?”

“De Barcelona”, responde Santos.

“Interesante”.

Ambos llegan a la pensión y suben al cuarto de Marcano donde tiene un mini almacén con accesorios eléctricos: alambre, interruptores, tomacorrientes. El venezolano se baja la cremallera y se quita la mitad superior del mameluco; debajo tiene una camiseta ceñida al cuerpo que no deja mucho a la imaginación. Voltea a ver a Santos y se ssonríe al notar su cara de asombro:

“Perdona, vale. Suelo estar solo aquí, así que cuando hago mis cosas, incluso me quedo desnudo”.

“No tienes que disculparte. Yo también estoy en pelotas cuando me encierro en mi recámara”.

“¡en serio? Si tuviera más confianza contigo, me quedaría en pelotas, como dices”.

“yo no tendría problemas… de hecho, anoche… te vi en pelotas”.

Marcano se detiene, recuerda en segundos y cae en la cuenta:

“¡Naguará, chamo! ¿Tienes toda la razón!”

Santos se sonríe ya menos tenso. Entonces, Marcano se detiene en su búsqueda:

“¿Te incomoda si me desnudo?”

“ya te dije: no. Si te apetece, yo también puedo desnudarme”.

“No suena mala idea”.

Marcano se quita los zapatos y los calcetines, se baja el mameluco, luego se retira la camiseta (con cierta dificultad), y está a punto de quitarse el bóxer:

“Tú también, pana”.

Santos, siempre sonriendo entre nervioso y excitado, se quita la camisa, los zapatos, los calcetines, el jean y también se queda en un colorido bóxer.

Marcano le sonríe:

“¿Desnudos del todo?”

“Desnudos del todo”, responde Santos.

“A la cuenta de tres… uno, dos, tres”.

Ambos se retiran la ropa interior y se quedan en pelotas.

“La tienes parada”, le observa Marcano señalando la entrepierna de Santos con la mirada.

El novicio se pone rojo de vergüenza.

“Perdona”, susurra.

“No… no hay nada que perdonar”.

Marcano gira un poco y muestra su largo pene aún dormido:

“Tu polla parece grande”, comenta Santos.

“y eso que está dormida aún”.

“¿Quieres decir que cuando te empalmas…?”

Marcano se sonríe más con cariño que con picardía como leyendo los narvios del otro mancebo:

“¿Me lo pongo duro, me lo pones duro? ¿Cómo prefieres?”

Santos se sorprende ante el ofrecimiento.

“Estamos solos tú y yo, agrega Marcano. “Nadie va a enterarse, vale”.

“Pero… sería… pecado”.

“Si me dices que es pecado hacer el amor… ¿no estás contradiciendo tu fe?”

Santos se queda ahí, inmóvil, con su pene erecto bajo su abundante vello púbico rubio. Los 23 ccentímetros de masculinidad de Marcano también comienzan a erguirse y engrosarse.

Entonces, Santos se olvida de todo. Se acerca a Marcano, le toca el pene semi-erecto con una mano mientras la otra es posada en uno de los grandes pectorales; le acerca su cara y lo besa en la boca. Marcano lo toca de la cadera y luego lleva sus manos hacia las velludas nalgas para acariciárselas. Se separan.

“¿La puedo chupar?”, consulta tímidamente.

“Todo lo que quieras”, le responde Marcano igual.

Santos se arrodilla, mira el falo, lo masajea un poco, se lo mete a la boca. Comienza a succionarlo. Poco a poco sus labios, su lengua y su paladar se van adaptando a la gruesa forma y sabor de ese pene caribeño.

Entonces, suena un celular.

    


 

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