martes, 6 de diciembre de 2022

El precio de Leandro 16.2: No fueron negocios limpios


A ciento cincuenta metros de ahí, en el estacionamiento subterráneo de la Corporación, el auto de Baldo Pérez toma su lugar. El abogado baja, mira a los cuatro lados y va a la cajuela trasera; la abre y sale Darío sobándose la cintura.

“Ya no hagas tonterías, hijo”.

“Tranquilo, doc. Quizás sea la última”.

El supermodelo llama el ascensor y espera pacientemente llegar al quinto piso. Cuando la puerta al fin se abre al término de la subida, una de las secretarias lo reconoce y recibe. Al muchacho no le gusta el semblante de la empleada.

“Su padre lo está esperando, joven”, le anuncia con voz temblorosa a la vez que le abre la puerta de Presidencia, un amplio despacho alfombrado, vista a la calle, paredes enchapadas en fino roble, aire acondicionado, una artística mesa de madera, sillas con forro de terciopelo, cuadros, fotos, medallas, plantas y, al fondo, el escritorio de José Miguel Echenique, el heredero de un imperio que incluye bienes raíces, participación en banca y algunos medios de comunicación, dos minas de oro, una de cobre, nuevas tecnologías, administración de dos puertos de gran calado y tres aeropuertos domésticos, y quizás la franquicia estrella de todo el conglomerado, el cuarenta y dos por ciento de participación en National Retailers, la razón social detrás de Lawrence’s. Tras el escritorio y delante de las fotografías de su padre y su abuelo, los fundadores de la pequeña empresa que comenzó exportando artesanía de madera, el padre de Darío lo espera con una mirada tensa y serena. El supermodelo se da cuenta, conforme se acerca, que en la mesa hay una laptop cerrada, dos celulares y unas carpetas cuyo color le es familiar. Comienza a sudar frío.

“Papá”, al fin se anima a hablar.

“Hijo”, se quiebra José Miguel.

Darío mira mejor la laptop, las carpetas y los celulares, y ahora no tiene duda. Se abre una puerta lateral, y entra Mauricio, apuntando a José Miguel con la misma pistola que el menor de los Echenique guardaba en el penthouse, el mismo arma con el que disparó a Rico, la misma con la que creyó haberse desecho de su amante más reciente la noche anterior.

“¿Quién te dijo que el glutamato monosódico es efervescente, querido Darío?”, ironiza el pistolero.

“No entiendo lo que dices”.

“Pretendiste dormirme para asesinarme como lo hiciste con ese migrante de mierda, pero nunca te diste cuenta que los sobres que habías comprado cuando huíamos a la finca, de pronto se convirtieron en bicarbonato de sodio”.

Darío no tiene tiempo para pensar en qué momento se hizo el cambiazo.

“Señor Estrada, diga de una vez qué pide y terminemos con esto”, demanda José Miguel.

“Soy cómplice de asesinato por seguir las locuras de su hijo. ¿Diez mil a mi cuenta ahora mismo y otros diez mil todos los meses durante diez años, Echenique; yo me iré lejísimos, y me olvidaré que ustedes existen”.

“eso es sencillo y lo aceptaré si deja de apuntarme y me asegura que estos documentos no han sido copiados”, trata de ser estoico el empresario.

“Apenas salga del país le envío las copias, pero antes, deshágase de la Policía”.

“No la llamó mi papá”, interviene Darío. “La llamé yo porque voy a entregarme”.

“¿Cómo dices, imbécil?”, reacciona Mauricio, y gira disparando.

Darío cae al suelo y se queda inmóvil sumido en llanto.

De pronto, una puerta se abre de golpe, y cuando Mauricio reacciona… se oye otro disparo.

 

Una ambulancia llega al edificio de la Corporación. Leandro y Elías se miran desesperados. Ambos están detenidos en el auto patrullero a la entrada de la propiedad. Los dos policías que los intervinieron se montan en los asientos delanteros y dan arranque. Leandro logra ver tras el cristal trasero que otros autos patrulleros se acercan al edificio corporativo. Gira la cabeza otra vez.

“Perdóname por meterte en esto”, le dice a Elías en voz baja.

“No es tu culpa, no es mi culpa; somos… un efecto colateral”.

El auto continúa abriéndose paso por la avenida hasta llegar a la comisaría del distrito.

 

“¿Tú crees que los negocios de los Echenique han sido limpios como dice su sitio web? ¡Por favor! Hay que ser muy ingenuo. Por debajo de toda esa lista, lo que nunca dijeron al público y ahora están comenzando a cantar en el tribunal es que traficaban con terrenos y propiedades. Fraguaban títulos, subvaluaban compras, estafaban gente, revendían mediante testaferros, compraban silencios con casas y departamentos. ¿Quién te regala una torre de diez pisos, casi a todo lujo, como adelanto de herencia?”

Es la fiesta que marca el fin de un nuevo verano y la mezcla de muchas músicas es el telón de la noche fresca a orillas del mar. Alberto Madero bebe su segundo escocés metido en la piscina en la naked party organizada por UnderMale, una marca de ropa interior masculina que está introuduciéndose en mercado nacional.

“Por qué no lo denunciaste antes?”, pregunta Leandro a su lado y también sumergido en el agua.

“Obviamente, porque me faltaban los documentos; lástima que en el proceso, perdimos a Pepe”.

“Perdimos suena a manada; lo que no me pareció es que desaparecieras por una semana”.

“Ay, Leo Leandro, ¿ibas a esperar que me salga la detención provisional para recién levantar vuelo? Menos mal que el finado tuvo la precaución de pasarme las fotos de todos los papeles, y últimamente el Ministerio Público solo se mueve si la prensa presiona”.

“Pero, el celular de Rico te incrimina”, le observa el futbolista.

“A lo más me darán suspendida con reglas de conducta; lo que me preocupa es lo que va a pedirme la mujer en la demanda de divorcio, especialmente ahora que conocemos lo que conocemos”.

“¿Sabes? Extraño a Rico y extraño a Roberth. A los dos por igual”.

Madero abraza a Leandro , le toma la mejilla con la otra mano y le da un beso leve en la boca.

“También los extraño, Leo Leandro. Desde el lunes vamos a reorganizar Tirador Films. No he creado una marca para que esté como un peso muerto. ¿Te sientes listo?”

“Uff, Beto, me jode no ser parte de la temporada del San Lázaro, pero espero que lo otro me compense”.

“Ya escuchaste lo que dijo el médico: actividad física sí, esfuerzo extenuante no. Una vez que Sparking cierre trato con el laboratorio, vamos a darle PREP a todo el talento. Grabamos la primera película y de inmediato comenzamos con tu tratamiento”.

Alguien se les acerca nadando cual delfín, y justo cuando va a alcanzarlos, se sumerge.

“Guau, qué rico se siente esa boca bajo el agua”, comenta Alberto excitado.

“La chupa bien este conchesumadre”, suscribe Leandro.

Entonces, el chico, de hermoso cuerpo, emerge frente a ellos y los abraza de la cintura.

“Um cara no outro lado quer foder comeu e Leandjo”.

“¿Le dijiste cuánto es, Gerson?”

“Sí, ele aceitó. ¿Vao Leo?”

“¿Quiere completo o cómo?”

“Seiscentos p’ra os dois”.

“No lo hagamos esperar, entonces. ¿Quién tiene las llaves del cuarto, Beto?”

“El bartender. Por cierto, a él debes pedirle los condones. ¡Ah! Dile que se quede… Tienen que ver ese par de… ufff, ya las verán”.

Leandro y Gerson sonríen y van nadando hasta el otro lado de la piscina.

  

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