miércoles, 28 de diciembre de 2022

Ser Rafael 19.3: Perdiste por fin


Llegó el momento en que no estaba seguro qué cuerpo estaba acariciando, ni qué cuerpo me estaba acariciando.

También llegó el momento en que todo mi estado de conciencia desapareció, tanto que ya no recuerdo nada más.

Lo siguiente que viene a mi memoria es el cuarto ya iluminado por la luz del sol mañanero. Estaba desnudo sobre los cojines. El bailarín descansaba sobre mi pecho, también desnudo. De Eduardo no habían señas.

Desperté al chico.

“¿Mi ropa?”, le consulté.

“Tranquilo. Está en mi cuarto. La primera puerta a la derecha. Todo está completo”.

Me acarició el pectoral.

“¿Y Eduardo?”

“No sé. Seguro está dormido en el cuarto, o en el baño; pero no te preocupes por él”. El chico se incorporó y buscó mi boca, la que no le puse a su alcance.

“Hagamos el amor de nuevo. Anoche estuviste bárbaro”.

“Quisiera, pero no. Hoy me caso. A todo esto ¿cómo te llamas?”

Sonó la puerta. Alguien la abrió.

“¿¡Eduardo”?”, llamé.

Se corrió el velo de la cortina.

“Eduardo está abajo. Por lo visto, no es bueno haciendo recados”.

Era ¿Laura?

Solté al otro muchacho, quien no se despegaba de mi hombro. Me restregué los ojos.

¡No era una visión! ¡¡No era un sueño!! ¡¡¡Circulinas y sirenas!!!

“quieres dejarnos solos?”, demandó ella al bailarín aún desnudo.

El muchacho, evidentemente atemorizado, obedeció. Yo me senté sobre los cojines y me cubrí los genitales con uno de ellos.

“Laura, yo… yo puedo explicar”.

“No es necesario. Las cosas se explican por sí solas. Claro, el señor ya no me era infiel porque había dejado de buscar mujeres. ¡Y yo de babosa, confiando en todo el mundo! ¿Sabes? Eduardo me contó sobre sus noches de pasión, sobre la vez que él me entregó tu reloj. Ahora entiendo por qué le tenías cólera. ¡Puro engaño, Rafael! ¡Puro engaño!”

Me puse de pie, ofuscado.

“sí, Laura. Soy homosexual. Me costó trabajo darme cuenta, pero eso es lo que soy. ¡eso es con quien quieres casarte”!”

Laura vino y comenzó a darme puñetes en el pecho.

“¡¿Y por qué recién me lo dices ahora?! ¡¿Por qué no fuiste lo suficientemente valiente para decírmelo antes?!”

Laura comenzó a llorar y dejó de puñetearme. Yo no me moví de donde estaba, y eso que no estaba seguro bajo ningún aspecto.

“Ya no te cases conmigo. Sería lo más honesto”.

Laura se calmó un poco.

“No, Rafael. No te voy a dar ese gusto. No le voy a dar a nadie ese gusto. Tú juraste llevarme al altar, desposarme y así será. Tenemos invitados, tenemos una fiesta, tenemos reservas… No vas a dejarme en ridículo”.“

“Voy a vestirme”.

Caminé y pasé por su costado.

“solo algo más”, me retuvo. “Josué sabía de esto?”

“Sí”.

“Ahora entiendo su negativa. Por lo menos, él sí tuvo un poquito de dignidad”.

La miré fijamente.

“También lo hice con él”.

Laura volvió a llorar con amargura.

Llegué al cuarto donde me dijeron que estaba mi ropa. La encontré doblada y con todo completo. Al ponérmela, me di cuenta que algo había debajo. Lo extendí: era el traje ajustado que había usado en el cumpleaños de Laura. Un papel pegado en él decía: “Te dije que yo iba a tener la razón. NDNPNQ. Perdiste por fin”. Lo tiré con rabia al piso, luego lo tomé.

Laura y yo bajamos del edificio. Yo aferraba ese traje en mi mano, cual bandera de una guerra que había perdido.

el sol afuera ya estaba alto. 

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